Insistir para quedar saciados

Corazón-manos
A veces, podemos pensar que Dios se hace el loco cuando nos dirigimos a él. Muchas veces también creemos que los demás se hacen olvidadizos cuando les escribimos y muchas veces no vemos la respuesta que nos gustaría tener. Por ello, podemos tener la sensación que nuestra vida ha de ser acompañada por tantos. Muchas veces quieres tener una sola persona a la que abrir tu corazón y expresar tu vida, pero en ocasiones lo tienes que compartir, a la vez, con otros. Así, quieres expresar cosas que te pasan a la persona que Dios ha puesto de modo providente en tu existencia, pero como a veces también te gusta tener alguna respuesta más inmediata, compartes con otros lo que vives y sientes. Muchas veces compartes con amigos las cosas que Dios te pone en el corazón, y cuando quedas con ellos, hay grandes espacios y mucho tiempo para poder hablar, y en otros momentos, necesitas ir al grano, porque no da tiempo a expresar todo.
Entonces, lo único que se puede hacer es acudir a Dios, como esa viuda que iba al juez, y solo por el hecho de insistir el juez le hizo caso, y atendió su petición. Jesús nos invita a tener una oración que se dirija a él de modo constante y persistente. Dios siempre va a tu lado y está contigo. Él conoce tu necesidad y sabe lo que te pasa. Por eso, a él le puedes abrir tu corazón sin medio, porque es un padre que te va acoger siempre. Dios también va a poner en ti mociones y palabras que resuenan en tu interior y que se ven cumplidas en tu vida. A veces lo que eres, es importante, pero en ocasiones se reduce a lo que haces. Pero, no desistas porque es Jesús el camino y la verdad en tu existencia. Al fin y al cabo solo él puede juzgar tu corazón y las acciones que haces porque lo ve todo y lo sabe todo sobre ti.
Jesús se convierte en tu máximo confidente. Pues en el día a día es con quien tomas las decisiones que se entrelazan en tu vivir cotidiano. Vas aprendiendo que el único responsable de tu vida eres tú. Solo tú con el Señor, en el cielo, te encontraras y solo te preguntara a ti que has hecho, y que amor has puesto en ello.
Ante él solo estarás tú. Puedes vivir la comunión de los santos, pero la respuesta ante el Señor siempre es personal. Pero él no quiere que vivas solo. Sabe que necesitas de otros, pero en la existencia eres tú quien se la juega en las elecciones que haces. Es necesario que las decisiones relevantes en tu vida las puedas compartir y discernir con otros pero sabiendo que eres tú el que tienes que lanzarte a ello, y eres tú quien al fin al cabo decides.
Muchos a veces te dan consejos, que pueden ser buenos pero no tienen en cuenta toda la realidad de lo que te ocurre. En algunas ocasiones, descocemos la vida de las personas a las que solemos poner etiquetas, cuando la única etiqueta que es necesario poner a otros es que son hijos amados de Dios.
Dios solo nos pide una cosa que insistamos. Pues antes o después llegara la respuesta. A veces puedes escribir a una persona a la que le abres tu corazón, pero se queda en la frialdad de unas palabras, que si son oídas, adquieren un tono muy distinto. Pero, para que haya esa respuesta que quieres recibir es necesario esperar. En ocasiones, el encuentro con el otro puede tardar, pero en ese momento solo te queda acudir a Jesús, muchas veces sin la mediación, que te gustaría tener. Haces cosas bonitas, vives momentos hermosos, pero no tienes todas las respuestas de los que consideras importantes en tu vida, porque no tienen tiempo para responder, pero que tú tienes tantas ganas de recibir.
A veces puedes confundirte a la hora de manejar las circunstancias de tu vida. Otros pueden decir de ti cosas que son inadecuadas. En ciertas ocasiones, te gustaría que hablaran contigo las dificultades que los demás ven con tu persona, pero recibes la respuesta a través de otros. Por ello, creo que al final en la existencia solo nos queda ponernos delante de Jesús y le decirle: aquí estoy, esto es lo que me pasa, lo que siento y te lo entrego a ti. Porque solo él nos da la palabra oportuna, el amor que necesitamos, la respuesta hecha con ternura. Él nos pone siempre en el centro, reconociendo los dones que él mismo nos ha regalado. Para él somos únicos e irrepetibles. Muchas veces he escuchado el comentario a estas palabras: menos mal. Pero Dios no piensa eso de cada uno. Porque nos quiere y por eso existimos.
Ante él es necesario acudir e insistir como lo hacen los niños con sus padres, y como lo hacen los pobres para pedir ayudar. Si ponemos la confianza en él, y nos abandonamos en sus manos, podremos recibir ese abrazo que lo consuela todo, y saciar el hambre que tenemos en nuestro interior de paz y de amor. Con Dios tendremos resueltas todas nuestras necesidades. Perdonará todo nuestro pecado, porque en la cruz han quedado destruidas todas nuestras faltas. Tendremos la necesaria palabra y la escucha que necesitamos para poder seguir creciendo en esta vida, hasta la eternidad, donde nos encontraremos con él, y podremos hablar con él hasta que nuestro corazón quede saciado. Con la compañía de los santos y de los que nos han acompañado en nuestra vida, alabaremos a Dios, por toda la eternidad.
Belén Sotos Rodríguez