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Gänswein: Benedicto pronunció tras su renuncia «sus homilías y sermones más bellos y significativos»

El que fuera secretario de Joseph Ratzinger y prefecto de la Casa Pontificia cuenta cómo los grabaron sin él saberlo.

El arzobispo Georg Gänswein (n. 1956), actualmente nuncio en los países bálticos, evoca el papado de Benedicto XVI en una reciente entrevista.

El arzobispo Georg Gänswein (n. 1956), actualmente nuncio en los países bálticos, evoca el papado de Benedicto XVI en una reciente entrevista.K-TV Katholisches Fernsehen (captura)

Helena Faccia
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De Benedicto XVI a León XIV, pasando por Francisco, la voz del arzobispo Georg Gänswein, secretario de Joseph Ratzinger y prefecto de la Casa Pontificia con dos Papas, suena siempre con interés en el Vaticano. 

Lo demuestra Francesco Capozza, que le ha entrevistado en Il Tempo obteniendo respuestas de calado:

Es casi surrealista encontrar a monseñor Georg Gänswein en un salón reservado solo para nosotros dos en la Casa Santa Marta, el lugar donde vivió durante doce años -y donde murió- el Papa Francisco, quien no comprendió, expulsó sin miramientos del Vaticano y quizás incluso vilipendió un poco al antiguo secretario y hombre de confianza del cardenal Joseph Ratzinger primero y de Benedicto XVI después. 

En esta especie de hotel, renovado bajo el pontificado de Wojtyla para acoger a los cardenales durante los cónclaves, en los últimos años de la era bergogliana monseñor Gänswein era considerado un enemigo y, por lo tanto, un huésped indeseado. 

Sin embargo, hoy el actual nuncio apostólico en las Repúblicas Bálticas se muestra sereno, sonriente, como si ese angustioso periodo tras la muerte de "su Papa" fuera solo un recuerdo lejano.

Así que más vale sacarse la espina de una vez y aclarar lo sucedido en los últimos tres años.

-Excelencia, ¿es cierto, como alguien ha escrito, que usted y el Papa Francisco se reconciliaron antes de su muerte?

-Reconciliación es quizás un término exagerado. Como usted sabe, tan pronto como terminó el funeral de Benedicto XVI, el Papa Francisco decidió que debía regresar inmediatamente a mi diócesis de origen, Friburgo. Sin embargo -algo totalmente inusual para el secretario de un pontífice fallecido-, no se me asignó ningún cargo. Incluso algunas personas que no eran precisamente amigas mías me confiaron que, en efecto, ese trato hacia mí había sido excesivamente duro

»Un año después, el 31 de diciembre de 2023, con motivo del primer aniversario de la muerte de Benedicto XVI, vine a Roma para celebrar una misa en el altar de la Cátedra de San Pedro y otra cerca de su tumba, en las Grutas Vaticanas. Fue una de las Memores Domini [las religiosas laicas que cuidaron de Joseph Ratzinger durante todo su pontificado y hasta su muerte] quien me aconsejó que solicitara una audiencia con el Papa, pero yo había decidido quedarme solo dos días y me parecía complicado. Sin embargo, lo pensé durante la noche y al día siguiente pedí reunirme con Francisco.

»La audiencia fue concedida inmediatamente y las cuatro Memores me acompañaron. Tan pronto como nos sentamos, el Papa me preguntó: "¿Cómo se encuentra en Friburgo?". Respondí con franqueza: "Mal, Santidad, después de todos estos años de intensa actividad, no hacer nada me duele en el corazón, en el alma y en el espíritu". Bergoglio me dijo que lo pensaría, pero que hiciera un pequeño informe sobre lo que habíamos hablado para entregarlo en la Secretaría de Estado. Así lo hice y, al cabo de unos meses, me comunicaron que el Papa Francisco había decidido asignarme una nunciatura.

-Una experiencia, por cierto, totalmente nueva para usted y en un lugar, el que comprende las tres repúblicas bálticas (Lituania, Estonia y Letonia), muy delicado, sobre todo en los últimos tiempos.

-De hecho, yo no he asistido a la Academia Eclesiástica que forma a los diplomáticos de la Santa Sede, mi formación es canónica, pero al haber estado siete años al lado de un pontífice y otros nueve como prefecto de la Casa Pontificia, he tenido la oportunidad de conocer a casi todos los grandes de la Tierra y comprender un poco la dinámica de la diplomacia internacional. De todos modos, acepté el reto con alegría y espíritu de servicio.

-¿Qué aire se respira en los países bálticos, con una guerra a pocos pasos y la Rusia de Putin que podría ampliar aún más sus ambiciones expansionistas?

-Yo vivo en Vilna (Lituania), porque de los tres países que componen la sede diplomática de la Santa Sede, es el principal y, sobre todo, el que tiene el mayor porcentaje de católicos, alrededor del 80% según las estadísticas. En Letonia son alrededor del 25%, mientras que en Estonia solo hay ocho mil, menos del 1% de la población total. 

»En la política actual de los tres Estados hay una preocupación palpable, sin duda una especie de angustia que silencia una pregunta fatídica: ¿seremos nosotros los siguientes? Sin embargo, a pesar de las amenazas y de que a menudo se han cerrado incluso algunos espacios aéreos, los tres pueblos intentan reaccionar con fuerza y determinación, avanzando sin pensar en lo peor.

-En estos días ha viajado a Roma para asistir a varios compromisos importantes: la presentación del segundo volumen de sermones inéditos de Benedicto XVI como Papa emérito, la ceremonia de entrega del Premio Ratzinger anual y una audiencia especial con León XIV. Comencemos por el libro, cuyo título, "Dios es la verdadera realidad", resume toda la vida y el pensamiento de Benedicto. ¿Cómo surgió la idea de esta recopilación?

-Joseph Ratzinger siempre siguió predicando, incluso como Papa emérito. Lo hacía en el monasterio Mater Ecclesiae, el lugar al que se retiró tras su renuncia y donde las cuatro Memores y yo vivíamos con él. A veces lo hacía solo en nuestra presencia, en otras ocasiones había personas que él había invitado personalmente.

»Todos los domingos, desde 2013 hasta finales de 2018, cuando su voz comenzó a debilitarse cada vez más, el Papa Benedicto predicaba y tal vez en esos años pronunció sus homilías y sermones más bellos y significativos. Las Memores y yo consideramos oportuno grabarlos, pero Benedicto XVI nunca lo supo.

-¿Me está diciendo que grababan las homilías del Papa emérito sin su conocimiento?

-Exactamente. Queríamos que esas maravillosas homilías, esos conmovedores sermones, no se perdieran, y durante años, cada domingo, los grabábamos. Las Memores, con un trabajo incansable y minucioso, los transcribieron poco a poco y los guardaron en diferentes archivos

»Cuando el padre Federico Lombardi, presidente de la Fundación Ratzinger, se enteró, me preguntó qué queríamos hacer con todo ello. En ese momento fui yo quien le preguntó: dígame usted qué quiere hacer -refiriéndome, por supuesto, a la Fundación-. Y así, gracias a él y a Lorenzo Fazzini, surgió la idea de publicarlas; el año pasado salió el primer volumen y estos días el segundo que, como usted recordaba hace un momento, recoge un poco todo el pensamiento de Joseph Ratzinger: Dios es la verdadera realidad. [En español: El Señor nos lleva de la mano (Encuentro).]

Las homilías privadas de Joseph Ratzinger antes y después de ser Papa.

Las homilías privadas de Joseph Ratzinger antes y después de ser Papa.Encuentro

-Hace unos días volví a leer una conferencia del entonces cardenal Ratzinger pronunciada el 13 de mayo de 2004 cuyo título parece profético: "El odio de Occidente hacia sí mismo". En un pasaje de esa "lectio magistralis", el futuro pontífice afirmaba que "Occidente intenta abrirse de manera loable a la comprensión y a los valores externos, pero ya no se ama a sí mismo y de su propia historia solo ve lo que es deplorable y destructivo, al no ser ya capaz de percibir lo que es grande y puro". Pero aún más actual, al releer esas palabras veintiún años después, es el pasaje en el que el cardenal dijo: "Europa, para sobrevivir, necesita una nueva aceptación de sí misma, ciertamente crítica y humilde", añadiendo que "la multiculturalidad que se fomenta y favorece continuamente no puede subsistir sin puntos de orientación a partir de los propios valores y, desde luego, no puede existir sin respeto por lo que es sagrado". Parece un discurso pronunciado hoy.

-Es cierto, aún hoy esa lección, que recuerdo muy bien, es de gran actualidad. Tiene razón cuando afirma que Joseph Ratzinger fue a menudo profético, y no solo en las últimas décadas de su vida, sino también al comienzo de su carrera como profesor universitario, cuando pronunciaba lecciones que, si se releen hoy, son de una actualidad impresionante. Por citar solo un ejemplo, en 1958 escribió un artículo en una revista alemana de teología titulado Los nuevos paganos: es una lectura clara de la lenta e inexorable descristianización de Europa que, releída más de sesenta y cinco años después, parece describir la situación actual. Joseph Ratzinger fue un hombre profético durante toda su existencia, tenía el don de interpretar con antelación los cambios sociales y culturales como pocos.

-Este año, el premio que la Fundación Ratzinger otorga a personalidades ilustres en el ámbito científico, histórico y cultural ha sido concedido al maestro Riccardo Muti, quien posteriormente dirigió un hermoso concierto en presencia del Papa León XIV. Benedicto XVI amó toda su vida la música clásica y, bajo su pontificado, se produjo un loable renacimiento de la música sacra. ¿Qué relación tenía Joseph Ratzinger con la música?

-Desde niño se puede decir que respiró el aire mozartiano a pleno pulmón. En su casa todos tocaban un instrumento musical y su hermano Georg Ratzinger fue un valioso organista y director de coro. Joseph, por su parte, prefería el piano, que tocó toda su vida hasta que sus fuerzas se lo permitieron. 

»En cuanto a la música sacra, el Papa Benedicto la consideraba la forma y la expresión más adecuada, noble y solemne para expresar y celebrar los misterios de la fe. Le importaba la música sacra tanto como consideraba fundamental una cierta sacralidad de la liturgia como signo de amor y respeto hacia Dios.

-Efectivamente, bajo el pontificado de Benedicto XVI, la liturgia había recuperado ese sentido místico, sagrado y antiguo que luego, con su sucesor directo, se fue perdiendo un poco.

-Le revelaré, quizás por primera vez, cuál fue uno de los deseos imperativos del Papa Benedicto cuando decidió que, en el futuro, nosotros, sus colaboradores, el cardenal Müller y la Fundación Ratzinger, debíamos trabajar en la Opera Omnia de sus escritos: el primer volumen que se publicaría debía estar dedicado a la liturgia. No el de Teología ni el otro dedicado a la Eclesiología, sino el volumen sobre la Liturgia. Esto dice mucho sobre la relevancia que le daba.

-He leído que usted está recopilando testimonios y documentos para iniciar el proceso de beatificación de Benedicto XVI, ¿es cierto?

-Hace tiempo que empecé a recibir muchos correos electrónicos y cartas con testimonios de episodios milagrosos que ocurrieron después de rezar e invocar al Papa Benedicto. Son testimonios que me llegan de todas partes del mundo, muy detallados y precisos. Los estoy guardando a medida que llegan, pero cuando me dirigí al Dicasterio para las Causas de los Santos, me respondieron que no hay ningún proceso canónico abierto y que, por lo tanto, debía encargarme yo mismo de recopilar el material

»Por otra parte, de manera que yo diría sabia, la Iglesia establece que, antes de poder abrir un proceso canónico en este sentido, es necesario esperar al menos cinco años desde la muerte del posible beato, salvo, por supuesto, excepciones decididas expresamente y por voluntad inapelable del Sumo Pontífice.

-Este último es el caso de Juan Pablo II, y fue precisamente Benedicto XVI quien decidió hacer una excepción a esta regla.

-Sí, el cardenal Stanislao Dziwisz, histórico secretario del Papa Wojtyla, solicitó al Papa Benedicto esta dispensa y él la concedió con alegría. Por otra parte, yo mismo, durante todo el tiempo que viví junto al entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, pude constatar con mis propios ojos la santidad de Juan Pablo II.

-Ha vivido veintiocho años en Roma, dígame la verdad, ¿echa de menos la Ciudad Eterna?

-Muchísimo. Después de tantos años viviendo aquí me siento, por así decirlo, "romanizado". Tengo muchos recuerdos de Roma: cosas, personas, amigos que echo de menos y a los que me gustaría ver más a menudo. Hoy en día, mi compromiso diplomático, aunque solo se desarrolla a tres horas de vuelo, no me permite venir tan a menudo como me gustaría. Un nuncio apostólico viene a Roma cuando la Secretaría de Estado le llama o es recibido en audiencia oficial por el pontífice.

-Y con esto usted mismo introduce mi última pregunta: el viernes por la mañana fue recibido por León XIV en una audiencia oficial como nuncio de la Santa Sede. Obviamente, no le preguntaré por los temas tratados con el pontífice, pero me gustaría conocer su impresión sobre el nuevo Papa.

-Desde el primer momento, cuando lo vi asomarse a la logia central de la basílica de San Pedro para su primer discurso y la primera bendición Urbi et Orbi, tuve una impresión tanto visual como acústica diferente a la que habíamos estado acostumbrados en los últimos doce años. Ambas impresiones muy positivas, por supuesto. Se notó inmediatamente que algo había cambiado de verdad. El Papa León irradia serenidad y paz y, en estos primeros siete meses de pontificado, he notado que la centralidad de Cristo ha vuelto a ser protagonista de las homilías y de las palabras del pastor universal de la Iglesia.

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