Jueves, 25 de abril de 2024

Religión en Libertad

Es uno de los más influyentes pensadores conservadores en EE.UU.

Robert George, jurista en Princeton: «Es absurdo imaginar que desear algo lo transforma en derecho»

Robert George, jurista en Princeton: «Es absurdo imaginar que desear algo lo transforma en derecho»
Robert George es uno de los más prestigiosos juristas en Estados Unidos y un firme defensor del derecho a la vida del no nacido.

ReL

Aunque lo llaman el Martin Luther King de los derechos de los niños no nacidos, Robert P. George, de 63 años, rechaza la comparación, aunque está convencido de que, como King, verá la victoria contra "la violación más grande de los derechos humanos de nuestro tiempo": el aborto legal.

Y de esto, y de sus orígenes, habló en Roma hace unos días este profesor de Princenton, antiguo asesor judicial en el Tribunal Supremo y ex presidente de la Comisión de las Naciones Unidas sobre los Derechos Humanos, uno de los intelectuales y líderes más importantes del mundo conservador americano. Intervino, junto a otros ponentes como Mary Ann Glendon y Joseph H. Weiler, en el Simposium Internacional de la Fundación Vaticana Joseph Ratzinger-Benedicto XVI y de la Lumsa [Libera Università Maria Santissima Assunta] sobre Derechos fundamentales y conflictos entre derechos, con ocasión del 70º aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos y el vigésimo aniversario de la concesión a Joseph Ratzinger del doctorado honoris causa en jurisprudencia por parte de la Lumsa.

Un momento de la celebración del Simposium.

Benedetta Frigerio le entrevistó en La Nuova Bussola Quotidiana:

-Profesor George, nuestra sociedad es definida a menudo como la sociedad de los derechos y las libertades, en la que cada persona puede ver reconocida jurídicamente su voluntad de obtener cualquier cosa. Y, sin embargo, como sostiene Ratzinger, estamos en una época profundamente anti-liberal, en la que basta pensar que un determinado planteamiento del derecho y de la ley es erróneo para ser procesado o despedido. ¿Cómo es posible? 

-Es un error definir nuestra sociedad únicamente como "una sociedad de derechos y libertades". Es absurdo -como mínimo- imaginar que desear algo lo transforma en derecho. La identificación de los verdaderos derechos humanos y de las justas libertades exige una reflexión disciplinada sobre la naturaleza, la dignidad y los bienes de la persona humana y, en relación con esto, sobre los requisitos de la justicia y el bien común.

»Este tipo de reflexión rechaza la teoría voluntarista de los derechos, a los que considera como protección de los aspectos fundamentales del bienestar y de la realización -prosperidad- de la persona humana. Funda el derecho (los "derechos") sobre el bien (los bienes), más que suponer que el derecho (y los derechos específicos) pueda, de alguna manera, ser identificado y racionalmente afirmado prescindiendo de la reflexión sobre los bienes fundamentales de la naturaleza humana que los derechos propiamente dichos protegen. Cuando se comprenda y se afronte correctamente la relación entre derechos y bienes humanos, se evitará caer en el anti-liberalismo, que es el resultado de la concepción voluntarista de los derechos (y de la ética en general), dominante hoy en día en las élites progresistas y laicistas.

»Por ejemplo, cuando se comprenda el derecho a la libertad de expresión como protección de los valores de la búsqueda de la verdad y de la democracia, tendremos un respeto mayor por el derecho y un sentido más elevado de su importancia, más de lo que es habitual actualmente entre los expertos. En relación con este punto, me gustaría invitar a los lectores a leer la declaración que hice pública junto a mi amigo y compañero de enseñanza, el profesor Cornel West

Cornel West y Robert George, dos profesores de Harvard y Princeton, dos visiones distintas (de izquierdas aquél, conservador éste) y una causa común: la libertad de expresión y de investigación en las universidades estadounidenses, cada vez más asfixiada por la dictadura de la corrección política, que ha llevado a la creación de "espacios seguros" en los campus donde no se puede disentir para evitar que nadie pueda sentirse ofendido.

-¿Por qué el hecho de reconocer determinados derechos en base a la voluntad, y que por lo tanto no tienen nada que ver con la ley natural, produce automáticamente la discriminación de los derechos a la vida, a la libertad de expresión y a la fe de otras personas?

-La concepción voluntarista de los derechos es intelectualmente indefendible; es más, está privada de esperanza. No justifica nada, pero puede servir a la racionalización de cualquier cosa. Cuando todo puede ser racionalizado, los intereses de quienes tienen el poder serán servidos disfrazando el ejercicio arbitrario de su voluntad, incluso la más opresiva, con el lenguaje de la ética. Allí donde goce de un prestigio especial (es el caso de las sociedades occidentales modernas) eso que la profesora Mary Ann Glendon llama el "discurso de los derechos", las políticas y actividades anti-liberales (como exponer a un niño no nacido a la violencia letal del aborto, o que se criminalicen las expresiones de disentimiento mediante políticas injustas) serán defendidas mediante el lenguaje. Lo que mi gran amigo, el rabino Lord Jonathan Sacks, dice sobre el mal absoluto del antisemitismo, podrá ser dicho de cualquier forma de injusticia grave: quienes la mantengan la racionalizarán mediante el discurso dominante del momento presente.

Robert George y Jonathan Sacks, en un acto de 2016 por la libertad religiosa en Europa, asediada por el odio y la intolerancia laicistas.

-Se aplaude mucho la proclamación de los derechos humanos, cuyo lenguaje también la Iglesia ha asumido. Pero, ¿cómo es posible que, desde que la Ilustración los proclamó, el derecho a la vida, a la solidaridad social, a la idea del bien común, a la familia se hayan debilitado?

-Es una historia muy compleja y hay que evitar las simplificaciones. El mejor resumen, y el más completo, se puede leer en un libro recién publicado; el autor es el experto en derecho americano Stephen Smith y el libro se titula Pagans and Christians in the City. He tenido el honor de escribir el prólogo.

»El profesor Smith traza la ruta de la caída de las antiguas culturas cristianas hacia las formas modernas de paganismo al perder gradualmente su sentido de lo trascendente, buscando un significado -y, ciertamente, lo sagrado- en cosas meramente mundanas (inmanentes). El emotivismo, el individualismo expresivo, las ideas de la "me-generation" sobre el sexo y el uso recreativo de las drogas, lo que el difunto Christopher Lasch definió como "cultura del narcisismo", son todas consecuencias, y también las causas parciales y ulteriores, de la pérdida del sentido de lo trascendente.

»En la nueva religión del inmanentismo, cuestiones como el aborto, el divorcio y la promiscuidad son defendidas como si fueran sacramentos porque la búsqueda de la propia realización personal (es decir, la gratificación y la satisfacción del deseo), sobre todo en la esfera sexual, ha sido sacralizada. En este contexto, la familia se debilita; pero también se debilitan los otros vínculos sociales. La idea de unas obligaciones morales no elegidas -una idea de la que depende de manera significativa la verdadera solidaridad- se convierte en algo incomprensible, y es percibida como una imposición arbitraria.

-¿Cuáles son los derechos que considera usted que corren mayor peligro en Occidente, y qué efectos produce un mundo en el que la ley natural es violada?

-El derecho a la vida del niño no nacido, del recién nacido, de la persona con minusvalía mental o física, los ancianos: todos ellos están en peligro. Análogamente, la libertad religiosa y el derecho de conciencia (junto al correspondiente derecho a la libertad de pensamiento y de expresión), como también el derecho de los niños a recibir una educación moralmente sana y el derecho de los padres a decidir la educación de sus hijos. Allí donde se sustituye la razón y donde la investigación disciplinada sobre los bienes de la naturaleza humana y la dignidad de la persona se deja de lado en favor de la identificación de la voluntad o de los deseos con la razón y también con los "derechos", el único problema será saber quién tendrá el poder para imponer su voluntad arbitraria sobre los demás.

»Los esfuerzos de quienes militan en la izquierda para imponer su ideología produce, inevitablemente, una fuerte reacción en la derecha. El discurso civil y el debate respetuoso entre los contendientes se convierte en algo imposible, y ya no se consideran deseables. Ninguna de las dos partes busca la verdad, sino sólo la victoria, "necesaria con cualquier medio". Hemos terminado en una pesadilla "nietzschiana".

-Muchos están convencidos de que para resolverlo ya no se puede hablar de ley natural. Sostienen que el mundo ya no consigue comprender este lenguaje, dado que la naturaleza es algo que la mente moderna ya no comprende. El enfoque debería partir de la bondad del Creador para, después, volver a comprender la bondad de su ley. ¿Está usted de acuerdo?

-Tras haber impartido clases a miles de hombres y mujeres jóvenes, intelectualmente notables, de Princeton y de Harvard durante más de treinta años, puedo garantizar que hay una gran sed de razón auténtica. ¡No debemos malinterpretar o subestimar a nuestros jóvenes! Son plenamente capaces de razonar sobre la naturaleza humana, sobre el bien humano, sobre la dignidad humana y sobre el destino humano. Sólo necesitan que se les invite y anime a hacerlo. Y necesitan también de un cierto apoyo.

»Por suerte, no debemos confiar sólo en nosotros para dar este apoyo. Los grandes maestros de la humanidad, desde Platón a Aristóteles, desde San Agustín a Santo Tomás de Aquino, pasando por Martin Luther King, Elizabeth Anscombe y Mahatma Gandhi, todos están aquí para ayudarnos a nosotros y a nuestros hijos e hijas. Y tenemos, además, muchos otros grandes pensadores -de Oriente y de Occidente- que están disponibles para proporcionar ayuda. Iniciemos el proceso educativo exponiendo a nuestros estudiantes estos maestros y modelos intelectuales.

»Muchos de mis estudiantes aprenden el concepto de ley natural en la Carta desde la cárcel de Birmingham de Martin Luther King. Les enseña que, para que las leyes injustas (como las que estaban basadas en el racismo) sean identificadas como injustas y condenadas como tales, debe existir una "ley más elevada", una ley de la razón, sobre la ley simplemente humana (positiva). Muchos conocen por primera vez la crítica a la anticoncepción y al control de la natalidad a partir de la lectura de Gandhi. Muchos llegan a una defensa filosófica de la castidad leyendo a Anscombe.

»Quienes conocen el pensamiento de John Finnis, sobre todo cuando se integra con escritos de los filósofos griegos, de los juristas romanos y de los teólogos medievales, llegan a apreciar el poder intelectual -y la relevancia contemporánea- de la teoría de la ley natural. Por eso, basándome en mi larga experiencia de profesor, me río ante la idea de que "el mundo ya no puede comprender" el lenguaje de la ley natural. Ahora bien, esto no significa que no tengan espacio o sean útiles otros modos de instruir en la ética y la filosofía política. Al contrario, animo los enfoques teológicos, por ejemplo, siempre que no se propongan como la única vía para enseñar ética, o la única vía para llegar a los estudiantes de hoy. Afirmar que tenemos que tomar una decisión definitiva entre la teoría de la ley natural y los enfoques teológicos sobre la moralidad y las cuestiones de orden moral es cometer el error de proponer falsas alternativas.

Traducción de Elena Faccia Serrano.

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