Una destructiva imposición
La Unión Europea mantiene su estrategia de demolición del matrimonio y de la familia.

La Unión Europea ha dado un paso más en la imposición de la consideración como matrimonio de las uniones de personas del mismo sexo.
El año termina con una nada democrática imposición de la Unión Europea, la cual, a finales de noviembre, estableció que todos los estados miembros de la unión tienen la obligación de reconocer los “matrimonios” entre dos ciudadanos del mismo sexo que se hayan celebrado legalmente en cualquier estado miembro cuya legislación contemple dichas uniones.
Esta medida fue tomada a raíz de que a dos ciudadanos polacos que se casaron en Alemania en 2018, al retornar a Polonia se les negase la inscripción de su matrimonio en el registro civil debido a que la legislación polaca no reconoce el matrimonio entre personas del mismo sexo. Ante esto, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea declaró que la negativa a reconocer un matrimonio celebrado legalmente en otro estado miembro de la unión europea es discriminatoria y contrario al Derecho de la Unión, puesto que infringe no solo la libertad de circulación y residencia sino también el derecho fundamental al respeto de la vida privada y familiar.
Aunque el Tribunal afirma que las normas relativas al matrimonio son competencia de los estados, también subraya que quienes se casan en otro estado de la Unión Europea deben tener la certeza de poder continuar con su vida familiar al regresar a su estado de origen. Por lo cual los estados miembros tienen obligación de reconocer el estado civil adquirido legalmente en otro estado de la unión.
Lamentablemente, la tiránica sentencia fue apoyada por el eurodiputado polaco de centroizquierda Krzysztof Smiszek y también fue bien recibida por Katarzyna Kotula, secretaria de Estado y aliada de la coalición del primer ministro polaco Donald Tusk, quien afirmó que se trata de un paso importante en el camino hacia la igualdad matrimonial.
A esto se aúna el que, el pasado octubre, el gobierno polaco presentó un proyecto de ley a fin de reconocer legalmente las uniones de parejas del mismo sexo. La propuesta afirma que “la unión de hecho se basará en los principios de igualdad y no discriminación, garantizando que todas las personas, independientemente de su género, tengan la oportunidad de satisfacer sus necesidades y aspiraciones vitales”. Aunque el presidente conservador, Andrzej Duda, podría vetar el proyecto, éste cuenta, lamentablemente, con el respaldo de la mayoría de los grupos que integran la coalición gobernante.
Ante esto, es importante señalar que la legalización de las uniones de personas del mismo sexo es, generalmente, el primer paso hacia el reconocimiento del llamado matrimonio igualitario, el cual incluye el derecho de adopción y hasta el acceso a programas de fertilización artificial, en ocasiones pagados por el mismo estado.
También cabe resaltar cómo la influencia y el poder, tanto de varias organizaciones internacionales como de los medios de comunicación, han ido normalizando dichas uniones, transformando rápidamente la mentalidad de la sociedad. Tanto, que la encuesta del Pew Research Center de 2020 determinó que el porcentaje de polacos que consideraban que las relaciones homosexuales deberían ser aceptadas por la sociedad alcanzaba ya el 47%. Y una encuesta realizada el pasado noviembre por el Centro de Investigación de Opinión Pública en Polonia afirmó que el 62,1% de los encuestados apoya la introducción de uniones civiles para parejas del mismo sexo. Esta cifra incluye un 30,6% que cree que las parejas del mismo sexo deberían tener los mismos derechos que las parejas casadas, y un 31,5% que apoya la introducción de las uniones civiles, pero con derechos limitados. Es importante desatacar que, en 2011, solo el 25% de los polacos estaba a favor de las uniones del mismo sexo.
Desde hace décadas se libra una guerra cruel y despiadada contra la familia, la cual ya se encuentra gravemente herida debido a la normalización del divorcio, la cohabitación, la promiscuidad, la anticoncepción y el aborto. Todo lo cual, menoscaba el orden natural, sabiamente creado por Dios.
En nombre de la inclusión, la diversidad, la igualdad y un largo etcétera, hemos ido sustituyendo la razón por la emoción. Así, la ley natural ha sido reemplazada por deseos de diversa índole que terminan imponiéndose mediante leyes arbitrarias, emanadas de una supuesta “voluntad popular”, profundamente manipulada por intereses oscuros de poderosas instituciones y líderes políticos. Estos, lejos de trabajar por el bien común de la sociedad a la que deberían servir, buscan deformar el concepto natural de matrimonio, socavando con ello la sagrada institución sobre la que se edifica la familia y dejando a muchos niños en situación de vulnerabilidad al privarlos de su legítimo derecho a contar con un padre y una madre.
Hemos olvidado que, como afirmase G.K. Chesterton en Ortodoxia: “Puedes liberar a las cosas de leyes ajenas o accidentales, pero no de las leyes de su propia naturaleza. Puedes, si quieres, liberar a un tigre de los barrotes de su jaula; pero no lo liberes de sus rayas. No liberes a un camello de la carga de su joroba: puedes estar liberándolo de ser un camello. No vayas por ahí como un demagogo animando a los triángulos a salir de la prisión de sus tres lados. Si un triángulo se escapa de sus tres lados, su vida tiene un final lamentable”. Así pues: "Este triángulo de verdades (padre, madre e hijo) no puede ser destruido; sólo puede destruir a las civilizaciones que lo ignoran".
Desafortunadamente, la reciente y tiránica decisión de la Unión Europea de obligar a los estados miembros a reconocer las uniones del mismo sexo celebradas en alguno de los estados miembros indica que nuestros líderes están dispuestos a asestar un golpe mortal a la sagrada institución del matrimonio en toda la Unión Europea.
Bien lo advirtió Benedicto XVI: “Cuando el relativismo moral se absolutiza en nombre de la tolerancia, los derechos básicos se relativizan y se abre la puerta al totalitarismo”.
El matrimonio, unión exclusiva y estable de un hombre con una mujer, ordenado a la procreación y educación de los hijos, así como al bien de los cónyuges, es la piedra angular y la célula fundamental de la sociedad. Cuando el matrimonio es desfigurado, la familia es mermada y la sociedad es conducida al abismo, pues sin familia no hay futuro. Por ello, es nuestra obligación moral defender la institución matrimonial basada en la ley divina y natural no transigiendo con falsos modelos de familia. El llamado matrimonio homosexual podrá ser legal pero nunca será legitimo; podrá considerarse “normal” por la mayoría de la sociedad, pero nunca será natural.
Parafraseando a C.S. Lewis en Mero Cristianismo, el matrimonio se basa en el hecho, afirmado por el mismo Cristo, de que un hombre y una mujer, en matrimonio, deben ser considerados “una sola carne”, es decir, un solo organismo. Como una cerradura y su llave son un solo mecanismo, o como el violín y el arco son un solo instrumento musical.