Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

Monje en «De dioses y de hombres», buscó el bautismo y quiso serle fiel en su carrera

Michael Lonsdale, el actor con moral de samurai: «Si falta la fe, ¿qué eres? ¿Un hombre sin señor?»

Michael Lonsdale, el actor con moral de samurai: «Si falta la fe, ¿qué eres? ¿Un hombre sin señor?»
De izquierda a derecha, Michael Lonsdale en «Moonraker» (1979) de Lewis Gilbert, «El nombre de la rosa» (1986) de Jean-Jacques Annaud y «De dioses y hombres» (2010) de Xavier Beauvois.

ReL

Michael Lonsdale fue el malo Hugo Drax en Moonraker, la película de James Bond [Roger Moore] de 1979, fue el abad Abbone de Fossanova en El nombre de la rosa y fue monje trapense en De dioses y hombres. Nació en 1931 y ha muerto el pasado mes de septiembre. Interpretó más de doscientos papeles, pero el de su vida estaba marcado por la fe. Lo cuenta Marco Respinti en Il Timone.

* * *

Michael Lonsdale, el ronin católico del cine

Ronin es un thriller de acción de 1998 dirigido por John Frankenheimer. El título, ronin, significa "hombre a la deriva". En el Japón del siglo XVIII se indicaba con este nombre al samurai que, al quedarse sin señor al que servir, se convertía en un mercenario. Es, por consiguiente, un término despreciativo, si no fuera por los "legendarios" 47 ronin que, alrededor de 1701, fueron protagonistas de una epopeya grandiosa, símbolo del Bushido, el código moral del guerrero, que se apoya en siete pilares: la honestidad-justicia, el valor, la compasión, la amabilidad, la sinceridad, el honor y el deber-lealtad.

Hacia el final de la película (minutos 2:52 a 3:14 del vídeo), uno de los personajes, Jean-Pierre, le explica al protagonista, Sam, interpretado por Robert de Niro, el sentido de la misma recordando, precisamente, esa historia: "El código del guerrero", le dice, "el gusto por la batalla, ¿lo has entendido, verdad? Pero hay algo más. ¿Te das cuenta de que existe algo más allá de ti mismo, a lo que tienes necesidad de servir? Si esta necesidad desaparece, si falta la fe, ¿qué eres? ¿Un hombre sin señor?".

Sam-De Niro realmente no comprende la historia de esos hombres de armas (a los que, en 2013, Carl Rinsch dedicó otra película, La leyenda del samurai [47 ronin], que idealmente se puede vincular a otra película, dirigida diez años antes por Edward SwickjEl último samurai) que se concluyó con un seppuku [o harakiri] inaceptable para la moral cristiana, como inaceptable es también otros aspectos de la "vía del samurai". Pero lo que dice Jean-Pierre en la película transciende el contexto nipón y se sublima en un ideal caballeresco que, en un solo caso histórico, se convierte en el ideal dominante: el catolicismo. En la película de Frankenheimer, el rostro de Jean-Pierre es el del actor Michael Lonsdale (1931-2020). El 21 de septiembre de este año Lonsdale murió antes de cumplir los 90 años. Fue un gran ronin.

Los malos y los buenos

El oficio de actor es, de hecho, un oficio mercenario. No porque pretenda una compensación económica (todo trabajo la pretende y no hay nada reprochable en ello), sino porque en el escenario y en la pantalla se interpreta siempre lo que quieren otros. Hay actores, por ejemplo, contratados siempre (o casi siempre) para hacer de malísimos. Basta pensar en Christopher Lee, Peter Stormare, Christoph Waltz, Jason Isaac, Tilda Swinton o Willem Dafoe, por citar solo algunos de los más conocidos. ¿Cómo se aguanta ese peso? Porque, lo sabemos todos, para ser un buen actor hay que sumergirse en el guión, ponerse la máscara, pensar, moverse, vivir, querer, amar y odiar como la figura a la que se da forma. Por tanto, ¿cómo se consigue no acabar siendo malo haciendo de malo?

También hay actores que son excelentes haciendo tanto de buenos como de malos: Gary Oldman, Ralph Fiennes, Charlize Theron, Brad Pitt, Angelina Jolie y sus majestades Anthony Hopkins y Jack Nicholson. ¿Marionetas relativistas? No, grandes profesionales, que se sumergen en el misterio del escenario para representar al público el bastidor de la aventura humana que se disputan los ángeles y los demonios.

Por otra parte, con palabras demasiado citadas y tal vez poco meditadas, para el bardo William Shakespeare todo el mundo es  un escenario.

Sin embargo, el hombre no es un papel que tiene que interpretar, sino que es un destino que tiene que realizar cuando lo acepta con conciencia y voluntad. Tanto es así, que si lleva la vida por caminos equivocados, esta se convierte en un infierno en la tierra. También es verdad que si la lleva por el camino justo la vida no se convierte en un paraíso, pero las cruces inevitables con las que tiene que cargar se adaptan anatómicamente a sus hombros.
Ahora bien, Lonsdale ha sido un gran ronin del espectáculo porque ha conseguido mantener fija la estrella polar de su propio código moral, aunque atravesado por la selva oscura de las caracterizaciones y navegando por la tempestad, no solo emotiva, de las interpretaciones de las casi doscientas películas de su carrera.

"Marcharse es morir. Me quedo", dice Luc en "De dioses y hombres" cuando la comunidad trapense de Tibhirine (Argelia) decide su futuro ante la amenaza de ser asesinados, como sucedería en la noche del 26 al 27 de marzo de 1996.

Y su código ético no ha sido solo la halagadora, si bien insuficiente, profesionalidad de muchos de sus compañeros. Sus colores de caballero han sido los de la fe católica.

Las campanas son inútiles

Su padre era británico y protestante, su madre franco-irlandesa y católica, por lo que Lonsdale acabó no siendo bautizado. Dios, sin embargo, se introdujo en su vida cuando tenía 15 años y vivía en Casablanca, en Marruecos, adonde su familia se había mudado en 1935. Se pasaba las noches hablando de Él con un joven amigo musulmán.

Más tarde, algo más mayor, de vuelta ya en París, conoció al padre dominico Pie Raymond Régamey (1900-1996) y algo se despertó en él. Sin embargo, el despertar real sucedió cuando conoció a Denise Robert, una mujer ciega a la que le gustaba pasear por París y que le enseñó una suerte de "catecismo de calle" hasta la Rue du Bac, en la Capilla de la Medalla Milagrosa de la Virgen María. Fue entonces cuando Lonsdale decidió recibir el bautismo. Ese día lloró de alegría verdadera. Tenía 22 años. Ese mismo año inició su brillante carrera cinematográfica.

Cine y fe han estado unidos en toda su prolífica vida-carrera, como si el Cielo le pidiese que fuera un hombre como tantos y, a la vez, distinto y él, Lonsdale, con su interpretación de tantos, tantísimos hombres distintos, respondiera "sí": siempre distinto y siempre igual. ¿Cómo se conserva la barca navegando en el proceloso mar de insidias, gloria, éxito, dinero, sexo, etc., que es el cine? Es más, ¿cómo se testimonia la fe allí, sobre todo allí?

Encomendándose. La de Lonsdale ha sido una fe muy vivida, poco intelectual, simple y franca. No la vemos en sus papeles, a no ser que se quiera verla. Como decían Flannery O'Connor, J.R.R. Tolkien y Eugenio Corti, una película, una novela, una poesía no son católicas porque se oigan en ellas las campanas. Lo son si, ante todo, son bellas y, por ende, verdaderas, ensayos de humanidad sin que lo parezcan, sin sentimentalismos fogazzarianos [del escritor y poeta italiano Antonio Fogazzaro] o pascolianos [del poeta italiano Giovanni Pascoli] o dannunzianos [del novelista, poeta, dramaturgo, periodista, militar y político italiano Gabriele d'Annunzio] y muy serias respecto a la vida, seriedad que se llama moral y que siempre está manca, coja y huérfana si no es plenamente católica.

Después, quizás, se oigan tañer las campanas a su debido tiempo, algo que no decide el actor, ni el director o el productor. Es así como se consigue interpretar a los malos en el escenario o en la pantalla siendo buenos; es así como se cuenta el mal haciéndolo creíble con el propio talento, haciendo que uno casi parezca malo de verdad. Hay en esto una catarsis y, por tanto, una redención. Por esto también algunas películas de terror son bellas, mientras otras, que no dan miedo, un miedo sano, son solo cine gore.

Renovación

Cuando murió su madre, en 1980, Lonsdale entró en una profunda crisis. Pero durante mucho tiempo había sido fiel al Cielo, y el Cielo entonces le fue fiel a él. Le tendió la mano y fue la mano de la Renovación en el Espíritu, que el actor encontró y abrazó. Decidió que, a partir de ese momento, solo interpretaría papeles que fueran católicos. Tal vez sea por eso por lo que el gran público no recuerda su nombre entre las estrellas de cine. Su rostro, en cambio, apuesto a que sí lo recuerdan: pastoso, cálido, familiar, incluso solo en fotografía.

Portada de un libro de Michael Lonsdale.

Lonsdale lo cuenta en Dare un volto all'amore. La mia fede da Spielberg a Tibhirine, donde Tibhirine es el nombre del monasterio argelino en el que, en 1996, el Grupo Islámico Armado martirizó a siete monjes trapenses. En De dioses y hombres, bellísima película con la que, en 2010, el director Xavier Beauvois narró su historia, Lonsdale interpreta al hermano Luc. Justo como decía en el papel de Jean-Pierre, en Ronin: "¿Te das cuenta de que existe algo más allá de ti mismo, a lo que tienes necesidad de servir? Si esta necesidad desaparece, si falta la fe, ¿qué eres?".

Traducción de Elena Faccia Serrano.

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