Lunes, 29 de abril de 2024

Religión en Libertad

Ponte frente a Mi Rostro

Gabriela Bossis

1470. 18 de octubre.

Señor, Tú eres tan bueno conmigo hasta en los más pequeños detalles y yo no sé corresponderte.

El: No te inquietes. Los niños no saben cómo decir las cosas, pero el Padre lee en su corazón. ¡No te asustes! Vé simplemente hacia tu Dios con la mirada puesta en El y cree en Su Amor. ¡No es tan difícil!

Considera la Cruz en la cual Se entregó por los malhechores.
¡El, el Todopoderoso! ¡Qué donación por su parte y qué buen motivo de humildad para vosotros!
Después de esto, ¿será más grande tu temor que tu amor? Ponte frente a Mi Rostro. Comprende la Misericordia infinita que Se inclina sobre un corazón que Me busca y no te detengas en Su continuo llamamiento.

1471. 18 de octubre.

Ponte en Mi Presencia. Ahora desenvuelve tu alma. Extiéndela como una tela desplegada recordando tus faltas, las de ayer y les de hoy. Muéstramelas sin decir nada. Y esto es ya una plegaria. Permanece en la humildad ante tu miseria desplegada y esto es la oración más elocuente.
La voz del justo se levanta durante el día y durante la noche. Y lo que grita esa voz no es sino la humildad. Así verás que aun tus infidelidades pueden acercarte a Mí. Sírvete de ellas como
materia de amor reparador, pues todo debe conducir al Amor. Y Me encontrarás y Yo habré hecho para esto más de la mitad del camino...

 

 

 Gabriela Bossis (1874-1950) fue la menor de cuatro hijos en una familia católica francesa que la educó cristianamente. Se diplomó en enfermería y sirvió como tal en las misiones de Camerún, por lo que fue condecorada. Fue una persona abierta y comunicativa muy entregada a Cristo, pero que no sintió la vocación religiosa. En 1923 escribió su primera comedia, alcanzó celebridad por obras entretenidas y edificantes que se estrenaron en  numerosos países, incluso interpretando ella algún papel. En 1936 comenzó a transcribir sus diálogos con el Señor, una experiencia mística que vivió durante años. Fue dirigida espiritualmente por varios sacerdotes, que dieron luego testimonio de su paz interior. En uno de sus cuadernos escribe las siguientes palabras que escuchó de Cristo: "Tú has estado siempre bajo mi dirección". Todos esos escritos se agruparon en volúmenes agrupados bajo el título Él y yo. Murió después de experimentar durante varios meses dolencias respiratorias y pérdida de visión, que sobrellevó con el mismo espíritu de conformidad con la voluntad de Dios que guió toda su vida.

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