La universidad: otro logro del catolicismo

Estudiantes en una biblioteca universitaria
En el seno de una Europa profundamente católica, bajo el amparo de los reyes y la Iglesia, se decidió dar cabida a la creación de instituciones dedicadas al conocimiento que fueran independientes: las universidades.
Teología, filosofía, derecho, matemáticas, y filosofía natural (lo que ahora se llama ciencias) serían algunas de las diversas disciplinas que se enseñaron a lo largo de los siglos. No cabe duda de que esta independencia de las más altas instancias, como el Estado o la Iglesia, ha permitido un pensamiento que ha hecho posible lograr grandes avances en nuestra sociedad. Sin embargo, también hay que decir que esta independencia nunca puede ser completa. Una buena prueba de lo anterior es la creciente influencia de corrientes ideológicas contemporáneas, lo cual está relacionado con que cada vez tenemos una universidad más científico-tecnológica y menos humanística-espiritual. Por no hablar de que los valores cristianos, base de nuestra cultura, están cada vez menos presentes. Este vaciamiento de contenido hace más fácil que la universidad sea presa de ideologías y que su conocimiento se aplique a fines poco éticos.
La universidad medieval, sin ser perfecta (era más elitista, poco experimental y no tenía ni de lejos el desarrollo en ciencias-tecnología ni los laboratorios con los que cuenta la universidad actual), buscaba formar a la persona más que a especialistas. De ahí que tuviera una visión más holística, con la que lograr que surgieran líderes con un profundo sentido de la ética y la justicia (algo que también buscan las universidades católicas en la actualidad).
En la universidad medieval encontramos dos fases de estudio bien diferenciadas. La primera era la etapa introductoria y obligatoria para todos los estudiantes. Se enfocaba en las artes liberales, divididas en dos grupos. El primero era el Trivium (habilidades lingüísticas): Gramática (para una expresión correcta en latín), Retórica (el arte de la persuasión y la argumentación) y Dialéctica (lógica y métodos de razonamiento). El segundo grupo era el Quadrivium (habilidades matemáticas y científicas): aritmética, geometría, música y astronomía. Sorprenderá ver a la música en el Quadrivium, pero hay que tener en cuenta que entonces se valoraban las proporciones matemáticas de los sonidos, consideradas un reflejo del orden cósmico.
Al terminar esta primera fase, se obtenía el título de Bachiller en Artes, que permitía el acceso a las facultades superiores. Estas solían ser principalmente Teología, Filosofía, Derecho y Medicina. Completar una facultad superior otorgaba títulos como Licenciado, Maestro o Doctor, dependiendo de la universidad y el área de estudio. Además, los Colegios complementaban esta formación. Eran comunidades donde los estudiantes recibían apoyo académico y orientación de los magistri y estudiantes veteranos, un modelo que aún encontramos en los College británicos y estadounidenses.
Si bien es cierto que con el plan Bolonia se ha potenciado una atención más personalizada, la situación dista bastante del ideal en nuestro país. Hace falta una gran inversión y, con tantos jóvenes que hoy en día desean acceder a la universidad, no es fácil atender esta demanda. O bien creamos universidades más elitistas, donde accedan solo los mejores, como ocurre en el modelo anglosajón, o igualamos las oportunidades como se hace aquí. Otra opción podría ser buscar un punto intermedio.