

Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 1, 29-34
En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
«Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel».
Y Juan dio testimonio diciendo:
«He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él.
Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo:
“Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo”.
Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios».
Palabra del Señor.
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Es el Cordero de Dios, con Su Sacrificio, el que “desvela” la Verdad de Dios, la Verdad del Amor. El misterio de Dios estaba escondido desde toda la eternidad y Cristo viene a mostrarnos la Verdad. Pero esa Verdad sigue “velada” ante nuestros ojos. La entrevemos con los ojos de la fe, la recibimos a través de la gracia sacramental, pero no la vemos aún cara a cara. El Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, volverá para desvelarnos la Verdad plena y entonces, veremos a Dios cara a cara. Ya no será a través de mediaciones, ni a través de los Sacramentos, sino en plenitud. Él nos ha dejado Su Espíritu para hacer esto posible desde ya, que poco a poco Él nos vaya desvelando la Verdad, hasta llegar a la Verdad plena. Aproximémonos a ella, dejemos al Espíritu actuar, que nos muestre la Verdad del Amor, la Verdad de la Comunión, de la verdadera Alianza de la que como matrimonio somos signo.
Pedro: (Mirando a su esposa a los ojos en el altar nupcial) Cariño, el Señor me ha dado la gracia de ver a Dios en ti. He experimentado la presencia de Dios en ti. No dejabas de ser tú, pero al mismo tiempo era Él. Te abrazaba a ti, pero a la vez, le abrazaba a Él. No eran dos amores, era el mismo amor. Estoy muy sobrecogido por esta experiencia de la presencia de Dios que estoy viviendo en ti. Me desborda, me sobrecoge, me supera…
María: Cuéntame. ¿Qué más ves? Quiero que me hagas partícipe de esta experiencia que Dios te está haciendo vivir.
Pedro: De repente, es como si un velo de nubes se abriese por el centro, y apareciese un sol, una luz en ti, que me hacía ver en tu cuerpo el Amor de Dios que se hacía presente y se dejaba ver en plenitud. Como que toda su divinidad impregnaba toda tu humanidad y siendo tú, eras tú impregnada por Dios completamente. Te miro y veo a Cristo, eres Cristo, pero al tiempo, eres tú. Veo al Padre, y te veo a ti a la vez. Una presencia de Dios como nunca había percibido. Experimento también la maternidad de Dios en tu maternidad… Pido a Dios que me permita seguir participando de esta visión.
El Cordero de Dios, quita el pecado del mundo y, desde la pureza del corazón, diviniza al hombre y todas sus capacidades sicosomáticas. Su entendimiento, su voluntad, su afectividad, sus sentidos. La visión plena. Alabado sea Dios y gloria a Él por su bondad.