Dramático llamamiento del hijo de Jimmy Lai, católico condenado por el régimen comunista chino
La sentencia contra el empresario, converso católico, anciano y enfermo, podría ser la cadena perpetua.

Jimmy Lai, tras cinco años en prisión, enfermo y aislado, ha sido declarado culpable de cargos que no se han demostrado en el juicio.
El régimen comunista chino ha declarado este lunes al disidente católico Jimmy Lai culpable de los delitos de sedición y de conspiración en connivencia con fuerzas extranjeras, por los cuales podría ser castigado con cadena perpetua.
Lai, católico converso, está detenido desde 2020 bajo acusaciones fabricadas por las autoridades de Hong Kong para hacerle encajar en la ley de seguridad nacional que entrega a Pekín toda la autoridad sobre la ex colonia británica.
La revista italiana Tempi había encargado precisamente uno de sus tradicionales Te Deum ladamus de acción de gracias de su número de diciembre a uno de los hijos de Lai, Sebastien, muy activo en todo el mundo para lograr la liberación de su padre.
Éste es el texto de su Te Deum laudamus, escrito pocas fechas antes del mazazo de la sentencia.
Gracias por quienes luchan conmigo por mi padre Jimmy Lai
Ahora que nos acercamos al final de otro año, doy gracias a Dios por muchas cosas. Le doy gracias por mi familia, mis amigos y mi fe, que me dan fuerza y valor. Le doy gracias por todas las personas de todo el mundo que apoyan a mi padre, Jimmy Lai, rezando por él, luchando por su causa y utilizando todo el poder y la influencia de que disponen para pedir su liberación inmediata e incondicional de la prisión de Hong Kong, donde lleva cinco años detenido ilegalmente.

Sebastien Lai es uno de los tres hijos de Jimmy Lai y Theresa, la esposa del empresario, que le llevó a la fe. Sebastien recorre el mundo abogando por la liberación de su padre.
En diciembre de 2020, mi padre fue encarcelado y puesto en aislamiento, con acusaciones inventadas basadas en la abusiva Ley de Seguridad Nacional de Hong Kong y en las normas sobre sedición, vestigio de la era colonial. No se le acusa de nada más que de ser un defensor de la democracia y el Estado de derecho, un periodista dispuesto a decir la verdad al poder y un hombre de conciencia decidido a denunciar las violaciones de los derechos humanos. Él creía que "cuanta más información tienes, más libre eres".
A la espera del veredicto
Desde que fue arrestado, he comenzado cada nuevo año con la esperanza de poder volver a casa con su familia en Londres para Navidad. Han pasado cinco años y sigue en prisión. Cada año comienza con esperanza, cada año termina con tristeza. Le pido a Dios que este sea el último año de persecución para él, para que en la Navidad de 2026 pueda volver a abrazarlo.
A sus 78 años, mi padre padece varios problemas de salud, entre ellos diabetes. En el verano de 2024 se desmayó en el tribunal y en el verano de 2025 tuvo problemas cardíacos que le obligaron a implantarse un monitor cardíaco. El impacto de una detención prolongada en régimen de aislamiento -cinco crueles años en el caso de mi padre- está bien documentado: pone a prueba cuerpo y alma.
- Película completa 'The Hong Konger', sobre la resistencia de Jimmy Lai a la dictadura comunista china. Doblada íntegramente en español, cuenta la historia de la entrega de Hong Kong al totalitarismo de Pekín y del aplastamiento de la consiguiente rebelión social, que llevó también a la detención y multa del cardenal Joseph Zen.
En sus primeros años de prisión, a mi padre también se le negó la Santa Comunión, se le privó de la expresión de su fe y de la fuerza y el consuelo que le habría dado el Sacramento. Ya sea formulando acusaciones políticas contra él, alargando el proceso durante años, negándole la libertad religiosa o manteniéndolo en aislamiento sin acceso a atención médica especializada; todo lo que las autoridades de Hong Kong y China están haciendo a mi padre tiene como objetivo minar su espíritu e infundir miedo en cualquiera que aspire a convertirse en periodista independiente y testigo de la verdad en Hong Kong o China.
El juicio contra mi padre concluyó a finales del verano. Ahora estamos a la espera del veredicto y la sentencia. Con una tasa de condenas cercana al 100 % en los casos relacionados con la ley de seguridad nacional, tememos lo peor. Si es condenado, se enfrenta a cadena perpetua. Incluso una pena de cinco años equivaldría a una condena de por vida para un hombre de su edad y con sus problemas de salud. El veredicto no tendría ningún fundamento en la realidad; el juicio ha revelado sin lugar a dudas que mi padre no ha cometido ningún delito. Pero esto es irrelevante en un proceso motivado por razones políticas, como bien sabe mi padre. "Al final, la verdad saldrá a la luz en el Reino de Dios y eso me basta", dijo desde el estrado de los testigos. Espero que no tenga que esperar tanto tiempo.
El poder de una comunidad global
Estoy profundamente agradecido a Dios, a la Iglesia católica y a los miembros de la comunidad internacional por haber apoyado a mi padre y a mi familia. En octubre de 2025, mi madre y mi hermana asistieron a una audiencia con el Papa, lo cual fue un gran honor y una gran fuente de consuelo. Yo tuve el privilegio de reunirme con los embajadores ante la Santa Sede, así como con embajadores y diplomáticos de todo el mundo.
Las peticiones para la liberación de mi padre llegaron desde el Reino Unido, país del que es ciudadano, desde Estados Unidos, Canadá, Australia, Francia, Italia, la Unión Europea, las Naciones Unidas, líderes católicos, activistas, directores de periódicos y antiguos presos de conciencia. La suya es una causa verdaderamente bipartidista e internacional. Mi padre une a tantas personas en virtud de su humanidad común y sus valores compartidos de democracia, Estado de derecho, libertad de prensa y libertad religiosa. En una época polarizada y polarizante, el caso de mi padre nos recuerda lo que tenemos en común, lo que debemos defender y lo que corremos el riesgo de perder si él no es liberado. Doy gracias a Dios por el poder de la comunidad que hemos construido en torno a mi padre.
Espero que las autoridades chinas y de Hong Kong comprendan que mi padre debe ser liberado, tanto por razones pragmáticas como de principio. Mi padre es anciano y está enfermo. Por doloroso que sea escribirlo, cada día que pasa agrava el peligro en el que se encuentra su vida. Si ocurriera lo inimaginable y mi padre muriera en prisión, se convertiría, con toda justicia, en un mártir para millones de personas en todo el mundo. Su muerte situaría a China en la misma categoría que Rusia e Irán: un Estado paria con el que nadie querría tener relaciones comerciales. Si China quiere conservar un mínimo de credibilidad en la escena mundial, debe liberar a mi padre antes de que sea demasiado tarde. Es un hombre inocente que ha resistido hasta ahora gracias a su fe, pero el tiempo se acaba. Mientras tanto, las oraciones del mundo están con él, y espero que eso sea suficiente para darnos las fuerzas de afrontar otra Navidad a miles de kilómetros de distancia el uno del otro.