Sábado, 20 de abril de 2024

Religión en Libertad

Churchill, o cómo no acomplejarse ante el pensamiento único


Se convirtió durante meses en un apestado de la política; en un leproso al que se debía evitar.

por Álex Rosal

Opinión

Dicen los cronistas de la época que ningún Primer Ministro inglés había sido tan popular y querido como Chamberlain. Se empeñó en pasar a la Historia como el gran pacificador y movía todos los hilos a su alcance para lograr una paz duradera con la Alemania de Hitler. Los británicos le seguían a pies juntillas. Apenas tenía críticos en el Parlamento y la opinión pública había sucumbido a sus encantos. Sin embargo, su tenaz y voluntariosa lucha se dirigía contra la realidad de los hechos.

La maquinaria de guerra de los nazis estaba bien engrasada y la invasión de Renania, además de poner en solfa el tratado de Versalles, suponía no un simple aviso, sino una constatación de las beligerantes intenciones del Führer. Parece como si Chamberlain e Inglaterra se hubieran abonado a ver la realidad con lentes de color de rosa. Tal era el optimismo que se respiraba en la isla que hasta en tres ocasiones viajó el Primer Ministro a Berlín para «seducir» al Dictador.

Chamberlain, que presumía de conocer la psicología de Hitler, logró que éste le firmara la «paz». Regresó a Londres y la muchedumbre se echó a la calle para celebrar el éxito de Chamberlain. Nunca antes se había visto cosa igual. Las gentes gritaban: «No habrá guerra, no habrá guerra». Todo era júbilo. El Primer Ministro agitaba ante la multitud la declaración que había hecho firmar a Hitler mientras decía: «Creo que es la paz para nuestro tiempo». Tan sólo Winston Churchill, con el apoyo de otros tres o cuatro diputados, logró liberarse del esclavizante ambiente de histerismo triunfalista que se respiraba en Londres para afirmar: «Hemos sufrido una derrota total y absoluta». Naturalmente fue abucheado e insultado por casi todos. Se convirtió durante meses en un apestado de la política; en un leproso al que se debía evitar. Lo que pasó después ya se conoce: Inglaterra acabó declarando la guerra a Alemania, y las proféticas palabras de Churchill contra Chamberlain se cumplieron: «Por evitar la guerra habéis perdido el honor… ahora tendréis deshonor y guerra».

Hoy, como ayer, seguimos teniendo entre nosotros a los Chamberlain del momento. Encantadores de serpientes que encadilan al pueblo con promesas imposibles y los llevan al precipicio. 

Los que tienen el arrojo de denunciar esa falsa ruta son satanizados y arrojados a la hoguera televisiva para darles muerte civil y, así, dejan de molestar.

Es el pensamiento único que todo lo invade. Casi nadie quiere ser señalado por ser diferente, o pensar diferente, o tener una opinión diferente.

Por eso hay que reivindicar a Churchill, que tuvo muchos defectos y no es nada modélico en algunos aspectos de su vida, pero que es un faro y un ejemplo sobre como quitarse de encima los complejos de una opinión pública paralizada ante el pensamiento único. 
Comentarios
5€ Tu donativo es vital para mantener Religión en Libertad
10€ Gracias a tu donativo habrá personas que podrán conocer a Dios
50€ Con tu ayuda podremos llevar esperanza a las periferias digitales
Otra cantidad Tu donativo es vital para mantener Religión en Libertad
Tu donativo es vital para mantener Religión en Libertad
Si prefieres, contacta con nosotros en el 680 30 39 15 de lunes a viernes de 9:00h a 15:30h
Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter

¡No te pierdas las mejores historias de hoy!

Suscríbete GRATIS a nuestra newsletter diaria

REL te recomienda