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Chupete de adultos: una moda que pasará pronto, pero que sirve para ilustrar el estado de una sociedad.

Chupete de adultos: una moda que pasará pronto, pero que sirve para ilustrar el estado de una sociedad.TikTok

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Nuestra sociedad, obsesionada con alcanzar la eterna juventud, ha transformado esa corta etapa en un estado que se intenta prolongar artificialmente a través de ropa, cosméticos, regímenes, tratamientos y hasta cirugías. 

De ahí que, si antes se promovía, a través de reglas claras y asignación de diversos deberes, que los niños fueran, poco a poco, ganando la madurez del adulto, actualmente se fomenta la infantilización de nuestra sociedad. Así, vemos proliferar peluches y muñecos diseñados para adultos, perros de apoyo emocional, mascotas a las que se pasea en carriolas, espacios "seguros" dentro de los campos universitarios, adultos haciendo cabriolas en TikTok e Instagram, cincuentonas que se visten y comportan como adolescentes rebeldes y camisetas, adornadas con toda clase de personajes infantiles, portadas orgullosamente por personas maduras.

Por si esto fuese poco, en los Estados Unidos, muchas jóvenes de entre 18 y 30 años se están sumado a la tendencia, iniciada en China, de exhibirse en TikTok con chupetes diseñados especialmente para adultos con el fin de “reducir el estrés, mejorar el sueño, favorecer la concentración y calmar la ansiedad en el trabajo”.

Desafortunadamente, desde hace ya varias décadas, la sociedad se ha empeñado en rechazar la tradición, la cultura y la sabiduría milenaria para promover, en su lugar, el desenfado, la irreflexión y el infantilismo. A los niños se les protege y se les mima en exceso, excusando sus rabietas y su falta de respeto a los mayores, lo cual se agrava durante la adolescencia, etapa que hoy parece prolongarse indefinidamente. Si antaño los jóvenes aspiraban a conseguir un trabajo estable que les permitiese formar una familia, desde hace tiempo se fomenta la falta de compromiso (promiscuidad, cohabitación), el rechazo del deber (divorcio), la irresponsabilidad (anticoncepción y aborto) y hasta el voluntarismo narcisista (uniones homosexuales y transgenerismo). 

Para colmo, los nobles anhelos de casarse y tener hijos de muchos jóvenes han sido mermados debido a la difícil situación económica global que hace que muchos jóvenes no sean capaces de independizarse, mucho menos de sostener una familia.

La infantilización de nuestra sociedad es consecuencia de la difusión de una mentalidad consumista, narcisista y hedonista que promueve todo tipo de excesos e indulgencias. No es casual que seamos constantemente bombardeados, especialmente a través de los medios de entretenimiento, con modelos de adultos (principalmente varones) incompetentes, inmaduros e irresponsables. Incluso la vida profesional y académica se ha degradado tanto que algunos colegios de los Estados Unidos, tanto públicos como privados, animan a los jóvenes estudiantes a asistir (en ciertos días) disfrazados, en pijama o en chándal. Asimismo, varios políticos, a fin de ganar simpatías y votos, bailan o cantan a la primera oportunidad.

Desde hace décadas se ha promovido una visión infantil y superficial de la vida que conduce a la mayoría a buscar la diversión, el entretenimiento y el placer al tiempo que se rechaza todo aquello que desafía el intelecto y eleva el espíritu. Al mismo tiempo, se fomenta la corrupción de lo más puro y bello de la infancia a través de la sexualización de los niños

Con ello, se han deformado las cualidades naturales del niño, trastocando el asombro en hastío, la gratitud en exigencia y la inocencia en precocidad. 

Asimismo, a los jóvenes se les anima a desarrollar el atractivo físico por encima del carácter, la indulgencia en detrimento de la templanza, el victimismo en lugar de la fortaleza, la espontaneidad en vez de la prudencia y el revanchismo en lugar de la justicia

El resultado es una sociedad infantilizada donde la caridad se enfría y la esperanza se desvanece rápidamente. Pues, como niños malcriados, deseamos demasiado, pero como no deseamos lo que debemos, nada nos satisface.

En esta época donde muchos pequeños son escandalizados y muchos viejos despreciados, debemos apreciar y fomentar las mejores virtudes del niño y del viejo: el asombro y la sabiduría, la confianza y la prudencia, la gratitud y la probidad, la inocencia y la integridad. Sigamos las enseñanzas de Cristo, procuremos hacernos pequeños por la humildad y la pureza, virtudes hoy tan desdeñadas por la mayor parte de la sociedad.

Y, en un mundo que promueve el gusto insano por la incesante novedad, recordemos, además, que el único capaz de hacer que todo sea constantemente nuevo es Cristo. Parafraseando a San Pablo, no andemos como andan los gentiles, conforme a la vanidad de su propio sentir, con el entendimiento entenebrecido y enajenados de la vida de Dios. Por el contrario, busquemos convertirnos en el “hombre nuevo” que, transformado por la gracia de Dios, elige la justicia y santidad de la verdad.

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