Religión en Libertad
Fernando Mañó Bixquert

Fernando Mañó Bixquert

Sacerdote de la diócesis de Valencia. Promotor de la visión de parroquia celular. Premio ReL 2023.

El reto de parar para discernir: ¿ha llegado ese momento para la Iglesia?

¿Qué pasaría si, en vez de correr tras lo urgente, decidiéramos parar para escuchar? ¿Y si antes de elaborar otro plan pastoral, nos atreviéramos a mirar de frente la realidad con los ojos de Dios?

¿Qué pasaría si, en vez de correr tras lo urgente, decidiéramos parar para escuchar? ¿Y si antes de elaborar otro plan pastoral, nos atreviéramos a mirar de frente la realidad con los ojos de Dios?Encaminados Vamos / Cathopic

Creado:

Actualizado:

"No estamos viviendo simplemente una época de cambios, sino un cambio de época" (Francisco, 2019).

I. Parar: la palabra incómoda de nuestro tiempo

En un mundo acelerado, donde todo se mide por la eficiencia, el resultado y la inmediatez, proponer que la Iglesia "pare" puede parecer una locura... o una necesidad profética. Porque el tiempo del Espíritu no es el del algoritmo ni el de la agenda. Es el del discernimiento, el del silencio fecundo, el de la escucha confiada.

Vivimos un momento decisivo. No son tiempos fáciles ni previsibles. Las viejas seguridades ya no sirven y las recetas del pasado no alcanzan. El cristianismo occidental sufre una caída de "natalidad espiritual". La ruptura generacional en la transmisión de la fe, la secularización generalizada y la explosión de la cultura digital han dejado a muchas parroquias como faros encendidos en costas donde ya nadie navega.

En este contexto, el Papa Francisco -cuya voz sigue resonando en la Iglesia- invitó con insistencia a una conversión pastoral misionera. No como un cambio de cosmética, ni como un simple reajuste organizativo, sino como una transformación radical de mentalidad, de corazón y de estructuras. Y como toda verdadera conversión, comienza por detenerse para discernir.

II. El agotamiento disfrazado de dinamismo

Hay algo profundamente paradójico en muchas de nuestras realidades pastorales: están llenas de actividades. Vivimos en lo que podríamos llamar una "pastoral del cansancio". Se multiplican los planes, las reuniones, los métodos importados, los programas bienintencionados... pero se diluye la visión, se apaga la pasión y escasea el fruto.

La sobrecarga pastoral ha sustituido al discernimiento. Hemos pasado de anunciar el Evangelio con pasión, a sostener estructuras por inercia. Algunos sacerdotes viven como si la parroquia fuera una empresa a la que hay que salvar cada día. Otros fieles comprometidos experimentan un activismo desbordado que consume su alegría y su oración. No se trata de culpas, sino de una dinámica sistémica que nos ha atrapado. Porque la fragmentación no nace solo de fuera, sino también de dentro: falta una visión compartida, un ritmo sostenible y un proceso orante que unifique lo disperso. Nos movemos mucho, pero no siempre avanzamos.

Ojalá logremos recuperar el espíritu de gratitud y cercanía que expresó el Papa León XIV a los sacerdotes de la diócesis de Roma: "Les agradezco por su vida entregada al servicio del Reino, por sus esfuerzos cotidianos, por tanta generosidad en el ejercicio del ministerio, por todo lo que viven en silencio y que, a veces, va acompañado de sufrimiento o incomprensión". 

Sin embargo, aunque existe un sincero deseo de cuidar y acompañar a los presbíteros, la realidad es que cada vez se les sobrecarga más con nuevas tareas y responsabilidades pastorales, lo que aumenta su cansancio y dificulta que encuentren espacios de serenidad y renovación en su ministerio. Por eso, es urgente que avancemos hacia un modelo en el que nunca se nombre solo a un sacerdote para una misión pastoral, sino que siempre forme parte de un equipo, una pequeña comunidad evangelizadora compuesta por laicos discípulos misioneros y otros presbíteros pensada y enviada por el obispo, de modo que el sacerdote nunca esté solo y la corresponsabilidad sea real y fecunda.

III. La conversión pastoral como proceso interior y comunitario

Se habla mucho ahora de conversión pastoral, pero no se sabe exactamente que es y cómo llevarla a cabo. Incluso en los documentos de la Iglesia, a mi modo de ver, aún no está totalmente definida. La palabra "conversión" no es nueva en la vida de la Iglesia. Pero cuando hablamos de "conversión pastoral", nos referimos a algo más que un ajuste táctico.

Estamos ante una reforma integral de mentalidad, métodos, relaciones y estructuras. El magisterio hispanoamericano -especialmente desde el Documento de Aparecida- y los documentos que el Papa Francisco impulsó con fuerza (como Evangelii Gaudium o la Instrucción de la Congregación para el Clero de 2020, La conversión pastoral de la comunidad parroquial al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia), insisten en una Iglesia en salida, descentrada de sí, misionera en sus entrañas.

Pero esto no se logra simplemente con más reuniones o más iniciativas. Requiere una profunda transformación de mentalidad eclesial: pasar de una Iglesia que conserva a una Iglesia que engendra; de una pastoral de eventos a una pastoral de procesos; de una Iglesia centrada en el sacerdote a una comunidad que evangeliza en equipo.

Este proceso debe ser comunitario, sinodal, en diálogo con todos. Y eso necesita tiempo, escucha, paciencia, silencio... y un discernimiento profundo.

IV. ¿Y si lo más urgente fuera parar?

¿Qué pasaría si, en vez de correr tras lo urgente, decidiéramos parar para escuchar? ¿Y si antes de elaborar otro plan pastoral, nos atreviéramos a mirar de frente la realidad con los ojos de Dios? ¿Y si hiciéramos silencio, no por inercia, sino por obediencia al Espíritu?

El discernimiento comunitario no es perder el tiempo. Es invertir en lo esencial. Es reconocer que no toda propuesta que "funciona" es lo que Dios quiere para nuestra comunidad. Es poner al Espíritu Santo al timón y no simplemente nuestras buenas ideas.

Parar no es rendirse. Es confiar. Es volver a empezar desde el principio, con humildad y con visión. Porque solo en el silencio orante, el Señor puede volver a hablarnos al corazón.

V. Propuestas para una Iglesia que discierne

Desde la experiencia concreta de comunidades evangelizadoras en diversas culturas y realidades, comparto algunas propuestas prácticas que pueden orientar este necesario "alto en el camino":

1. Simplicidad organizada

Simplificar no es empobrecer. Es centrar. Menos eventos, más procesos. Menos presión por llenar calendarios, más energía para generar vínculos. La pastoral no es eficaz cuando es abundante, sino cuando es significativa.

2. Tiempo para orar y discernir

Hacer del silencio y la oración comunitaria un pilar visible de nuestra pastoral. Incluir tiempos reales de discernimiento en consejos pastorales, reuniones de equipos y procesos de formación. El Espíritu habla... si hay quien escuche.

3. Planes a largo plazo, experiencias piloto

Una diócesis o parroquia que quiera renovarse necesita visión de medio y largo plazo. No más iniciativas individuales o descoordinadas: necesitamos pilotos acompañados, evaluados, asumidos e inspiradores para toda la comunidad.

4. Fraternidad pastoral y corresponsabilidad real

Romper el aislamiento del clero. Recuperar el trabajo en equipo entre sacerdotes, laicos y consagrados. Evangeliza un cuerpo, no un individuo. Cuidar del presbiterio no es un gesto piadoso: es una urgencia estructural.

5. Formación continua y en comunidad

No basta con la buena voluntad. Necesitamos una formación constante que una teología, liderazgo, espiritualidad y gestión. Formar evangelizadores que piensen, oren y decidan juntos.

6. Redes de apoyo y sinodalidad real

Crear redes interparroquiales, espacios de aprendizaje mutuo, compartir materiales, experiencias, errores y aciertos. Nadie evangeliza solo. Nadie carga con la misión en solitario.

7. Transformación estructural misionera

Revisar estilos, horarios, lenguaje, rutinas. ¿Son cauces del Evangelio o muros para los alejados? Convertir cada estructura en vehículo misionero y no en museo de lo que una vez fue.

8. Del clericalismo al liderazgo compartido

Educar en la corresponsabilidad. Superar el "todo lo hace el cura". Promover laicos formados, misioneros, con capacidad real de decisión. La sinodalidad es más que consulta: es participación efectiva.

9. Pastoral de procesos: primer anuncio y discipulado

Pasar de atraer a acompañar. Del evento a la relación. Desarrollar itinerarios claros de primer anuncio y discipulado que generen vida nueva en Cristo. No se trata de cantidad, sino de fecundidad.

10. Discernimiento pastoral y planificación estratégica

No improvisar. No actuar por reacción. Definir juntos una visión diocesana o parroquial que inspire, oriente y motive. Contar con equipos que acompañen y sostengan comunidades en dificultad.

VI. La pastoral del silencio fecundo

A veces pensamos que el silencio es una pausa entre actividades. Pero en la lógica del Reino, el silencio es el espacio donde todo comienza. Fue en el silencio del seno de María donde el Verbo se hizo carne. Fue en el silencio de la cruz donde se proclamó el amor más alto. Será en el silencio orante donde la Iglesia renovará su rostro.

Parar para discernir no es una estrategia. Es un acto de fe. Es poner el oído en el corazón de Dios. Y desde ahí, caminar.

Porque no queremos ser una Iglesia que sobrevive. Queremos ser una Iglesia que evangeliza con alegría. Una comunidad que no teme el cambio, porque está arraigada en lo esencial: Jesucristo, el Señor.

Que nuestras parroquias dejen de parecerse a oficinas religiosas y se conviertan en hogares de misión, escucha, acogida y transformación. Porque solo así seremos verdaderamente lo que estamos llamados a ser: Iglesia. 

tracking