Rocas

Algunas personas son referentes para quienes las rodean. Su manera de actuar en situaciones difíciles o delicadas, su buen criterio, su rectitud y generosidad son ejemplos que perviven mucho más allá de su muerte.

Sin embargo, las aptitudes objetivas no siempre coinciden con los ejemplos. Hay quien en principio cuenta con todas las papeletas para hacer bien las cosas y sin embargo puede resultar un fiasco. En cambio, otros que a priori no parecen reunir los requisitos para servir de guía se convierten en verdaderos faros.

Mi madre se quedó viuda muy joven y con muchos niños pequeños a su cargo. Una situación que la superaba desde todos los puntos de vista. Su situación personal, familiar y económica podían calificarse de agobiante sin exagerar. Era una mujer más bien tímida y sin ningún afán de protagonismo, pero de firmes creencias y con un profundo sentido de la justicia. Era plenamente consciente de su fragilidad y de sus limitaciones, algo que nunca pretendió ocultar. Siempre procuró actuar de la manera que creyó más correcta, le conviniera o no, anteponiendo nuestro bien (y el de las personas con las que convivió) a su conveniencia. Lo que sus hijos aprendimos de su manera de afrontar la vida nos marcó de manera indeleble.

La única hermana de mi madre tampoco lo tuvo fácil. A su novio lo mataron en la batalla del Ebro y desde entonces fue una “soltera viuda”. Le tocó una época difícil y una vida truncada en sus mejores años. Era de personalidad frágil y en muchos aspectos timorata, pero también ella tenía convicciones profundas y, sobre todo, una confianza inquebrantable en el triunfo del bien.

El hecho cierto es que tanto la una como la otra siguen siendo una referencia sólida para nosotros, porque a lo largo de sus complicadas existencias se convirtieron en guías seguras cuya fortaleza no estaba en sus capacidades, sino en la rectitud con que juzgaban las cosas, en la generosidad con la que actuaban y en la humildad con que se veían a si mismas.

Cuando me encuentro en situaciones difíciles, cuando tengo dudas sobre cómo actuar, cuando me agobia un problema, pensar en ellas e imaginar lo que me dirían me serena y fortalece, me da confianza y luz para decidir. Son auténticas rocas a las que atarse, que muchos años después siguen transmitiendo solidez y dando estabilidad.