El párroco que salvó de las llamas el santuario de El Acebo: «Metimos a 'la santina' en un Golf TDI»

"Se me rompió la mascarilla y con el humo no podía respirar", recuerda.
Juan José Blanco Salvador es el párroco del santuario de El Acebo, en Asturias (España) y este pasado martes pasó uno de los peores días de su vida. El fuego rodeaba el santuario y no dudó en meter a la Virgen en un Golf TDI. El Periódico ha contado su gesta.
Lo que iba a ser un regreso rutinario desde Oviedo hasta Cangas de Narcea se convirtió el pasado martes en una carrera contra el tiempo. Blanco Salvador recibió una llamada angustiosa mientras conducía: un incendio forestal avanzaba peligrosamente hacia la ermita.
Salvar la cruz y la Virgen
La llamada era Pelayo Rodríguez, un feligrés que se encontraba en las inmediaciones del santuario como comenzaron las llamas: "Lo primero que hice fue intentar salvar la cruz de piedra que corona unas de las montañas que hay frente a la iglesia", relata Rodríguez.
"En cuanto me lo dijeron, supe que tenía que ir. No podía quedarme quieto", recuerda el párroco. Abandonó su rumbo inicial y se dirigió directamente al santuario. A su llegada, el humo lo cubría todo.
"Se me rompió la mascarilla y con el humo no podía respirar, por eso en la foto salgo sin camiseta, la usé para taparme la boca", explicó con la voz aún tomada por una jornada frenética en la que todo el mundo arrimó el hombro.
El sacerdote trató de frenar las llamas que se dirigían hacia el santuario. Su prioridad fue proteger tanto el edificio -reconstruído a lo largo de los últimos meses con la mayor inversión de la historia- como su valiosa imagen de la Virgen del Acebo. "Evacuamos a la Santina y la metimos en el coche para, llegado el momento, poder huir con ella a salvo", cuenta.
Aunque el fuego se detuvo antes de alcanzar la estructura principal, el párroco confiesa que lo más difícil no fue el calor, sino la asfixia. "Lo peor era el humo", repitió varias veces, como si las palabras pudieran disipar aún el recuerdo de la humareda espesa, que no los abandonó en la jornada de ayer, con varios focos aún humeantes.
Gracias a la rápida intervención de todos, el santuario y su virgen se encuentran a salvo. La ermita, enclavada en un paraje de gran valor histórico y devocional, respira tranquila una noche más, mientras su párroco vuelve a su rutina.