Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

Sin padres, los chicos a menudo caen en las bandas

Los hermanos de Lasalle saben la causa de la violencia en los barrios de Chicago: las familias rotas

En EEUU, la criminalidad y la violencia van ligadas a las bandas, que se nutren de niños de familias rotas
En EEUU, la criminalidad y la violencia van ligadas a las bandas, que se nutren de niños de familias rotas
Abolir la bandera confederada, poner límites a la posesión de armas, lanzar programas educativos contra las discriminaciones raciales… son muchas las recetas del gobierno federal americano, sobre todo desde que está Barack Obama para reducir el nivel de violencia que, en las ciudades americanas, a pesar de una sensible mejoría, sigue siendo alto, alcanzando niveles inquietantes.

En Chicago, en el sur, en el límite con una de las áreas más inestables (Englewood), nos hemos reunido con la comunidad local de los hermanos educadores de Lasalle (www.dls.org), presentes con sus escuelas en la ciudad desde finales del siglo XIX.

Su sede, en el barrio de Bronzeville, aparece como una imagen idílica a nuestros ojos. Jardines cuidados, calles limpias y casitas con ventanas a la inglesa rodean la gran escuela de Lasalle y el cercano IIT, el instituto politécnico de Chicago.

Los inmensos rascacielos del casco antiguo (“Loop”) se recortan en el horizonte, hacia el norte, e iluminan la noche con sus miles de luces.



Pero el infierno social está a solo cuatro calles de distancia de este pequeño paraíso. Ante la violencia endémica de la ciudad, tienen una visión mucho más realista de los tópicos habituales de lo políticamente correcto. Y propuestas mucho más concretas.

"Aquí, en Chicago, algunos barrios son muy inestables, no sólo a causa de la pobreza, sino también por la destrucción de las familias –nos explica el hermano Kevin, retirado tras 45 años ejerciendo la enseñanza en las escuelas de Lasalle–; son muchas las familias que se separan, dejando a los hijos sin puntos de referencia, a la búsqueda de un sentido de pertenencia cualquiera y que suelen encontrar en las bandas".

-¿A qué edad empiezan la carrera criminal?
-Niños de 8, 10 ó 12 años empiezan a crecer en un banda, a la que consideran su verdadera familia. Por este motivo los cabecillas los explotan, utilizándolos para traficar con droga, hacer de vigías y otras tareas de este tipo. Cuando crecen, si sobreviven, pueden convertirse a su vez en cabecillas.

»Cuando dos bandas se convierten en rivales o intentan unirse, inician las luchas de poder. Es entonces cuando hacen su aparición las pistolas y empiezan los tiroteos. Esta es la principal causa de violencia, por lo menos aquí en Chicago: luchas entre los miembros de las bandas.

»Pero no nos tenemos que hacer demasiadas ilusiones: incluso mientras hablamos ahora, aquí, alguien puede aparecer delante de esa ventana –nos indica el gran ventanal que da a la avenida Indiana– y empezar a dispararnos. O alguien puede entrar por la puerta y dispararme mientras estoy aquí, sentado en el sofá. En cualquiera de estos casos yo sería inocente, pero quedaría implicado de igual modo en sus guerras. De hecho, muchos de estos conflictos acaban difundiéndose e implicando a niños y adultos inocentes.



-¿Cuál es el origen principal de la violencia?
-La causa principal es la desintegración de la familia. Las causas de la crisis de la familia son numerosas, pero hay que decir que muchos no se toman en serio el matrimonio, con el resultado que se separan pronto, tras el nacimiento de los primeros hijos.

»Y hay muchas madres jovencísimas, que no se ocupan de sus hijos. ¿Quién se ocupa de ellos? ¿Quién los sostiene? Hay chicas de 20 años que ya tienen dos o tres niños y nadie las sostiene. Para mantenerse, la joven madre va a trabajar y es entonces la abuela la que se ocupa de los nietos. Pero las abuelas no siempre están a la altura o no tienen el tiempo necesario para ocuparse de ellos, por lo que los niños acaban en las calles, siendo a menudo reclutados por las bandas o convirtiéndose en sus víctimas.

»Cuando los abuelos fallecen, la situación empeora, porque entonces quedan vivos una multitud de niños hijos de otros niños, todos abandonados a sí mismos. Nuestro barrio está habitado por personas muy responsables, pero a pocas calles de distancia está Englewood, un barrio totalmente desintegrado, sobre todo después del fracaso urbanístico Sección 8.

»En las nuevas casas de tipo popular las bandas empezaron a dispararse las unas contra las otras, arrastrando en sus luchas a muchos inocentes. Las casas fueron derribadas, pero la violencia se ha quedado y se ha difundido..

-¿Qué pueden hacer ustedes, hermanos educadores, para hacer frente a una situación como ésta?
-Nos conocen como hermanos educadores de las escuelas cristianas, existimos desde hace 320 años y llegamos a América hace casi un siglo y medio, abriendo escuelas para los obreros y sus hijos. Antes trabajábamos en las escuelas de las grandes parroquias católicas; hoy sobre todo en los institutos y universidades.


Jóvenes del Instituto Lasalle en una colecta solidaria

»Estamos comprometidos principalmente con la educación de los jóvenes de las clases trabajadoras y de todos los que quieren mejorar sus condiciones de vida, dándoles una educación cristiana, humana. Pero tenemos un gran problema: ni el Estado ni el gobierno federal contribuyen económicamente, por lo que tenemos que hacer pagar una cuota que en esta escuela, en este barrio, suma un importe de 10.000 dólares al año. Esto significa que tenemos que llevar adelante iniciativas para recoger fondos para los estudiantes que no pueden permitirse la cuota entera.

»Damos una beca de 1.000 dólares a cada estudiante. Y hemos empezado a gestionar, junto a los jesuitas, también escuelas preparatorias para los grados superiores, en las que los estudiantes pagan una cuota mínima, 50 dólares al mes.

»Las hemos abierto en Damen, un barrio cuya población es mayoritariamente mexicana. Son estudiantes que podrían frecuentar las escuelas públicas, pero a menudo éstas no son buenas por lo que se dirigen a nosotros. Son escuelas pequeñas, para un número limitado de chicos y chicas.

»Dirigimos también nueve universidades en todos los Estados Unidos, de las cuales una aquí en Chicago, la Louis University, con 6.500 estudiantes. Es una universidad frecuentada también por muchos estudiantes cuyas familias tienen salarios bajos, por lo que les garantizamos las becas. Muchos de los estudiantes que frecuentan nuestros institutos completan su ciclo educativo en la Louis University.

-¿En qué medida contribuye la educación que ustedes proporcionan a cambiar la vida de los estudiantes y sus familias?
-Les da la oportunidad de desarrollar capacidades humanas en las relaciones con los otros jóvenes y capacidades profesionales, como enfermería, economía y, en la Louis University, también ingeniería aeronáutica. La nuestra es una educación muy práctica que permite a todos los estudiantes encontrar trabajo una vez diplomados o licenciados, lo que les permitirá ayudar a sus futuras familias.

»Naturalmente, el problema social es mucho más grande que nosotros. Lo que podemos hacer lo hacemos, dando nuestra pequeña contribución, mejorando las condiciones de vida de nuestros estudiantes. Muchos chicos y chicas tiene a sus espaldas familias que luchan para pagarles la cuota escolar, porque saben que vienen a estudiar en un ambiente seguro.


Alumnos de Lasalle se gradúan en Chicago

»He asistido personalmente a muchas historias de afirmación de jóvenes con situaciones difíciles a sus espaldas y óptimos resultados en la escuela. Además, en nuestras dos escuelas de Chicago tenemos un ambiente escolar muy bien integrado: un tercio de mexicanos, un tercio de anglosajones y un tercio de negros. En los últimos años se ha añadido también un 15% de chinos.

-¿Y cómo se integran las distintas religiones, además de las distintas etnias?
-Actualmente, nuestra población estudiantil está constituida por un 50% de católicos mientras que la otra mitad son de otras religiones o no pertenecen a ninguna. Nosotros no discriminamos a nadie, aceptamos a todos, pero todos deben frecuentar las horas de religión durante los cuatro años y deben prestar servicio en los hospitales u otras actividades sociales, en las horas después del colegio o el sábado, para ayudar al prójimo de manera organizada. No hay problemas de integración religiosa o de discriminación.

(Publicado originariamente en La Nuova Bussola Quotidiana, traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)
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