Pedro

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Pedro. El Señor llamó a Simón, un pescador al que convirtió en pescador de hombres. Un hombre impulsivo y con carácter que el Espíritu lleno de valentía. Un hombre con miedo que con el poder de Dios proclamó con coraje que Jesús está vivo. Pero Pedro es un hombre pecador, y lleno de debilidades que se dejó tocar por el amor de Dios. Pedro abandono al Maestro, le negó. Negó aquel a quien más amaba y que había transformado su vida. Dijo que no le conocía. Se vio sometido al pecado, pero se levantó. Pedro se dejó tocar por Jesús. Y aquel hombre que negó a su Señor, lloró su pecado, miro a Cristo, y se pudo poner en pie. Las heridas del Señor pudieron curar su falta de fe.
Pedro puede volver a reconocer que Jesús es el Hijo de Dios, y tras la resurrección lo proclama con pasión. Se deja abrazar y amar por su Dios que le confirma la misión de guiar a los suyos. Y en esa primitiva Iglesia será la voz que anuncie a todos que Jesús el Hijo de Dios se ha levantado de la muerte, y vive para darnos el perdón y una vida nueva. Pedro por la presencia del Espíritu sale con pasión, poder y garra a decir que Jesús ha muerto por ti y por mí, que está vivo. Y su resurrección puede cambiar tu historia, la mía y la de toda la humanidad.
Por eso cuando pienso en Pedro estos días, hago memoria de la figura del Papa. Rezamos por el que nos ha dejado, para que pueda ver el rostro del Dios que le ha dado la vida, y pedimos por el próximo que va a guiar la Iglesia, para que se deje iluminar por la unción del Espíritu Santo. Pero de nuevo cuando pienso en el Papa, pongo mis ojos en Pedro. Doy gracias a Dios por que la Iglesia se apoya en hombres frágiles, que incluso han podido negar al Señor y darle la espalda, pero que envueltos por la presencia del Espíritu han dejado que su existencia sea y traiga para todos la novedad del anuncio del mensaje de Jesús. Alabo a Dios porque como Pedro, la Iglesia es llevada por hombres que pecan, pero que siempre se levantan. Pongo la mirada en Dios, cuyo amor es incondicional, siempre gratuito y no cambia por muy grave que haya sido nuestro pecado. Mayor es su misericordia. Y su mirada de amor sobre cada uno es para siempre y desde toda la eternidad nos está esperando.
Así, cuando rezo por el próximo Papa, y hago memoria de todos los que nos han guiado, miro a Pedro. Pido a Dios, que como Pedro el próximo pontífice que rija la Iglesia, sea hombre que siendo pecador se deje tocar y enamorar por su Maestro, para que guie a la Iglesia con el poder del Espíritu, y la caridad y la esperanza sean la norma de su vida. Rezo por un Papa que sea testigo de la verdad. Alabo a Dios por poder tener un hombre que como Pedro cuida de la Iglesia, y conoce nuestras debilidades porque él ha pasado por lo mismo.
Deseo un Papa que sea padre, que nos quiera, que conozca la historia del hombre de hoy, y sepa discernir los signos de los tiempos. Quiero un Papa incardinado en la historia del hombre. Un Papa cercano que habla con autoridad porque se deja llevar del amor de Dios.
Un Papa que su vida se ha dejado transformar por el poder del Espíritu, y se ha enamorado de él. Necesitamos un hombre de Dios que con su mirada transforme los corazones, sane heridas, y nos ponga con su Magisterio y su existencia en el mismo corazón de Dios y de la Iglesia.
Necesitamos un Papa santo, que en su debilidad pueda abrazar la nuestra.
Belén Sotos Rodriguez