Religión en Libertad

El hijo del escritor Yuli Daniel y la deportada Larisa Bogoraz

Disidente e hijo de disidentes, estudia la represión a los disidentes en Rusia hoy: «Es una lotería»

Aleksandr Daniel recibió el Nobel de la Paz de 2022 por su organización Memorial; desde San Petersburgo se permite críticas audaces

Aleksander Daniel, de la organización Memorial, en 2015 en San Petersburgo; investiga las represiones soviéticas

Aleksander Daniel, de la organización Memorial, en 2015 en San Petersburgo; investiga las represiones soviéticastatiana kosínova / wikimedia

Helena Faccia
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Leone Grotti, en la revista Tempi, habla con Aleksandr Daniel, historiador del movimiento disidente y cofundador en Rusia del grupo Memorial. Hijo de disidentes bajo el régimen soviético, vive en Moscú intentando que no se pierdan las historias y enseñanzas de esa época.

Recuerda, dice Grotti, "un viaje de ocho horas en tren desde Moscú hasta la estación de Potma y, desde allí, en una línea de vía estrecha, a las profundidades de los bosques de Mordovia, hasta el pueblo de Javas, la 'capital' del campo de trabajo correccional, conocido bajo Stalin como Campo Especial n.º 3 o Dubravlag. Contrariamente a la opinión generalizada en Occidente y también en Rusia, este campo no fue en absoluto cerrado después de la era estalinista. Bajo Nikita Jrushchov y Leonid Brezhnev ya no se llamaba lager, pero mantuvo varias secciones para presos políticos y siguió funcionando, triturando vidas y destruyendo destinos".

El joven Aleksandr, de 14 años, emprendió este viaje junto a su madre (Larisa Bogoraz, también arrestada después por motivos políticos y exiliada) para visitar a su padre, el conocido disidente Yuli Daniel. El escritor soviético había sido encarcelado en 1966 junto con su amigo Andrei Siniavski: la culpa de ambos consistía en haber escrito obras satíricas críticas con la sociedad soviética y que habían sido publicadas en el extranjero bajo seudónimo.

Aleksandr Daniel aún no ha olvidado el monótono balanceo de los vagones y los barracones anónimos, sin rostro, rodeados de alambre de púas. "El campo estaba dividido en dos partes", cuenta a Tempi en una sala del teatro Franco Parenti de Milán, tras la clase de introducción con la que, el 3 de noviembre, inauguró el primer congreso internacional dedicado a la figura del conocido disidente Anatoli Márchenko. "Por un lado estaban los barracones, por el otro, el lugar al que enviaban a los condenados a trabajar. En medio había un pasillo cercado con alambre de púas y una fila interminable de prisioneros que pasaban de un lado a otro".

Daniel, como muchos otros familiares de presos políticos, observaba aquella lenta procesión humana, intentando divisar a su padre. "Recuerdo que un día un hombre se separó de la columna y gritó a nuestra acompañante: "Natasha, ¿no me reconoces?". Estaba terriblemente delgado, vestido con harapos, una persona completamente diferente al profesor de la facultad de historia de la Universidad Estatal de Moscú que esa mujer conocía". El hombre llevaba ya nueve años en el campo y, como les ocurría a muchos otros, en una época en la que parecía que lo peor ya había pasado, muy pocos se habían preguntado dónde había sido recluido el condenado tras el juicio. "El mundo más allá de la alambrada, simplemente, no existía".

Es precisamente a ese mundo al que Aleksandr Daniel, como historiador, ha dedicado su vida: estudiando el movimiento disidente, el samizdat y participando en la fundación de Memorial, un centro de investigación creado en 1989 para conservar la memoria de las represiones soviéticas y galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 2022. El 28 de diciembre de 2021, el Tribunal Supremo de Rusia "liquidó" la asociación internacional Memorial por "distorsionar la historia de la Unión Soviética", "crear una imagen falsa de la URSS como Estado terrorista" y "criticar a los órganos de poder"

Sin embargo, algunas sedes siguen funcionando en Rusia, aunque varias de ellas han sido declaradas "agentes extranjeros". Hoy, a sus 74 años, Aleksandr Daniel sigue trabajando en una de estas sedes, en San Petersburgo, en un ambiente cada vez más hostil hacia quienes tratan de preservar la memoria de los crímenes del Estado, pasados y presentes.

- ¿Qué piensan realmente los rusos de la invasión de Ucrania por parte de Rusia?

- Es difícil decirlo, no hay datos fiables y yo no soy especialista en opinión pública. Se cree que alrededor del 80 % de la población apoya la guerra, pero no estoy seguro. Hay que entender qué significa "apoyar la guerra". No creo que tanta gente desee que el conflicto continúe, aunque quizá muchos no estén dispuestos a aceptar una derrota. Y, en general, no hay que creer todo lo que escriben los periódicos.

- ¿Por qué?

- En vísperas de la revolución de 1917, la prensa estaba llena de artículos patrióticos. 'El pueblo apoya a Nicolás II', aseguraban. Pero miles de personas salieron a las calles para protestar contra el zar. No siempre se puede confiar en las noticias. A juzgar por los medios independientes y los materiales recopilados por mis colegas de Memorial, diría que en Rusia existe un amplio movimiento de protesta contra la guerra.

- La guerra provoca destrucción y muerte en Ucrania. ¿Cuáles son sus consecuencias en Rusia?

- Me temo que esta guerra provocará la muerte de Rusia, la desintegración de su cultura y sus valores. Este peligro no comenzó con la invasión de Ucrania, sino que ya estaba presente a principios del siglo XXI. Hace unos años se realizó una encuesta en el país para saber quién era, según la gente, el personaje ruso más influyente de la historia. Lo más terrible para mí no es que Stalin ocupara el segundo lugar, sino que Pushkin estuviera al final de la lista. Es como si en Italia Benito Mussolini ocupara el segundo lugar y Dante Alighieri uno de los últimos.

- ¿Y quién encabezaba la lista?

- Aleksander Nevski, un héroe nacional del siglo XIII, famoso por sus épicas hazañas militares.

- ¿La popularidad de un personaje como Stalin es también la razón por la que Memorial Internacional fue suprimida en Rusia?

No sé por qué cerraron Memorial, pero creo que la razón misma por la que se creó la asociación representa un peligro para la ideología de Vladimir Putin. Mucha gente piensa que Putin no tiene ideología, pero están muy equivocados: sí que la tiene.

- ¿Y cuál es?

- Es sencillo: Rusia fue un gran país en el pasado y hoy, gracias a Putin, ha vuelto a ser grande. Y la quintaesencia de esta Rusia, ni que decir tiene, es la fuerza. Está claro que una organización que documenta los crímenes cometidos en el pasado y aún hoy por el Estado, cuestiona esta ideología y socava la imagen de Rusia como gran país.

- ¿Es este el motivo por el que Putin siempre ha mostrado un gran respeto hacia Stalin?

- Nunca ha negado los crímenes que cometió, sino que, en realidad, se ha centrado simplemente en su imagen de vencedor. A Lenin, por ejemplo, lo criticó mucho más.

- ¿Se repite la historia en Rusia?

- No exactamente. Hay una diferencia entre los regímenes comunistas anteriores y la situación actual. El comunismo distorsionaba la realidad, pero al menos su retórica era (o intentaba ser) racional, basada en el sueño de un "futuro radiante". Pero lo que está sucediendo ahora es completamente irracional; por lo que sé, se parece mucho más al fascismo: la gente piensa igual que los alemanes bajo Hitler.

- ¿Por qué Putin no acepta un compromiso con Ucrania? Donald Trump ha accedido a sus demandas en varias ocasiones.

- En primer lugar, porque quiere parecer un hombre fuerte y, para ello, debe ganar esta guerra. Si aceptara un compromiso, aunque obtuviera parte del territorio, pero no todo, parecería un perdedor o un débil, y eso es inaceptable para él. Además, su ideología de una Rusia grande y fuerte implica el renacimiento del Imperio ruso, del que Ucrania, al igual que otros países, formaba parte. Por último, creo que Putin simplemente se ha vuelto loco: está obsesionado con sus objetivos y está dispuesto a alcanzarlos cueste lo que cueste.

- Los países bálticos y Polonia están convencidos de que Putin no se detendrá y que, tras Ucrania, atacará Europa. Otros miembros de la Unión, en cambio, se muestran escépticos. ¿Quién tiene razón?

- No tengo una bola de cristal. Nadie la tiene. Es cierto que el sur de Europa está más lejos de Rusia que los países bálticos; además, nunca ha vivido bajo el control de un régimen ruso. Quizás por eso teme menos a Rusia.

- ¿Hace bien Trump en buscar un compromiso con Putin sobre Ucrania?

- Tengo algunas dudas. El objetivo de Trump de detener la guerra (si es que realmente ese es su objetivo) es lo correcto, porque es lo que todos quieren. Pero solo Ucrania puede decidir cuándo el precio a pagar por la paz se convierte en demasiado alto. Trump no debería decidir por Kiev.

- Se nota que no le cae muy bien el magnate.

- Sí, así es. Se está comportando de forma autoritaria, casi como un dictador. Es horrible ver a una de las democracias más antiguas y grandes del mundo al borde del colapso. Las instituciones estadounidenses están siendo atacadas, el país se está convirtiendo en un Estado sin ley.

- Muchos intelectuales consideran que no solo el Gobierno de Putin, sino todos los rusos son responsables de la guerra en Ucrania. ¿Es así?

- No hay responsabilidad colectiva sin responsabilidad personal. Cada uno decide por sí mismo si acepta o no la responsabilidad de algo. Hay una diferencia entre culpa y responsabilidad: uno puede sentirse culpable por lo que ha sucedido y, sin embargo, eludir la responsabilidad. La culpa implica simplemente remordimiento; la responsabilidad implica acción. Y actuar es muy difícil en la Rusia actual.

- Sin embargo, usted ha decidido asumir una gran responsabilidad. Seguir viviendo en Rusia y expresar ciertas opiniones hoy en día en su país puede acarrear duras condenas.

- Verá, no hay forma de saber qué va a pasar. Las represiones actuales, como muchas otras cosas, carecen de lógica. Son como una lotería: no está claro por qué se castiga a unos y a otros no.

- ¿La valiente historia de sus padres ha influido en su comportamiento y en su trabajo?

- No creo que mi decisión de trabajar en Memorial esté relacionada con la historia de mi familia; siempre me ha interesado el pasado de mi país. Ni la vida de mis padres ni el destino de los disidentes soviéticos han influido directamente en mi trabajo: simplemente estoy haciendo lo que haría cualquier persona normal en Rusia con un mínimo de sentido común. Mi biografía no tiene nada que ver.

- ¿Qué necesita Rusia hoy en día?

- Pienso sobre todo en tres cosas, que no solo se aplican a mi país: en estos tiempos oscuros, debemos defender la justicia, no discriminar a nadie y mostrar misericordia hacia todos.

- ¿Por qué es importante en Rusia seguir cultivando la memoria de lo que ocurrió en el pasado?

- No sé hasta qué punto es importante en general, pero para mí lo es. En Memorial nos centramos no solo en los crímenes de Estado, sino también en cómo se puede sobrevivir frente a esta máquina que lo aplasta todo bajo sus orugas. No me interesa tanto el sufrimiento, como la capacidad de las personas para mantener la humanidad y la dignidad en las pruebas más difíciles.

- ¿Qué le enseñaron los grandes disidentes rusos del pasado?

- Muchas cosas. Pero si tuviera que elegir una, una enseñanza que respiré en casa gracias a mis padres y al círculo de sus amigos disidentes, diría que la importancia del sentido del humor, la capacidad de no tomarse a uno mismo demasiado en serio. Era algo que Vaclav Havel también solía decir a menudo.

- ¿No es difícil mantener el sentido del humor cuando, como en su caso, se tienen a ambos padres encerrados en un gulag?

Al principio, esta situación me enfadaba. Es una injusticia. Sin embargo, me permitió crecer libre. Y siempre he sido muy celoso de mi libertad.

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