Última oración y foto

Casa natal del Beato Pedro José de los Sagrados Corazones
El tiempo pasa, pero el recuerdo permanece. No se puede olvidar el origen, el hogar familiar, el lugar donde una familia se gesta y comienza una vida nueva. Algo de esto ha tenido lugar en un escondido pueblo de Soria que raya al Norte con La Rioja. Me refiero a Valdeprado. Aquí nace en 1861 Pedro Jiménez Vallejo, quien, con el paso de los años, toma el hábito de la Virgen del Carmen con el nombre de Pedro José de los Sagrados Corazones y termina sus días en este mundo asesinado por odio a la fe el 31 de julio de 1936 en Toledo. Junto a él son asesinados otros 15 carmelitas descalzos en dicha ciudad. Pero volvamos ahora a su pueblo, a su familia, a sus vecinos.
Hace unos años, en 2019, en diálogo con la familia, muy numerosa y repartida por diversos lugares, decidimos recordar al familiar mártir, beatificado en 2007 en Roma, con una misa en su pueblo y colocando una placa en la casa natal. Era la puerta para reunirnos cada año en Valdeprado el domingo más cercano al 31 de julio para recordar su martirio y dar gracias a Dios por su vida e intercesión. Todo se apaga con la pandemia y este verano hemos vuelto a retomar el encuentro familiar. Los preparativos dan paso al gran día, el domingo 10 agosto. Poco a poco los coches van llegando al pueblo, algunos, los menos, ya están porque pasan el verano en este lugar bien abrigado por las montañas.
La hora esperada llega, las 12 del mediodía; convoca a familiares y vecinos del pueblo para la celebración de la santa misa. Todos vivimos el sacrificio de la eucaristía con gran unción para unirnos a tantos mártires, pero sobre todo al nacido en este pueblo, muy cerca de la iglesia. La fe, la entrega, la providencia, el ser hijos de Dios, el peregrinar por este mundo, el buscar la vida del cielo,… todo esto está de fondo en los corazones que elevan la oración al Padre en la misa que honra a un hijo del pueblo y familiar de muchos de los presentes.
Terminada la misa vamos en sencilla procesión hasta la casa natal del Beato Pedro José. Una vez allí comprobamos con gran dolor y tristeza la amenaza de ruina que se cierne sobre la casa. El tejado ya está hundido y las grietas por las paredes son alarmantes. Hay que derribarla pronto para evitar problemas con las casas contiguas y peligros con cualquier vecino que pase cerca. Antes de entrar en este diálogo rezamos unidos la siguiente oración que repartimos con una estampa del beato:
“Beato Pedro José y compañeros mártires: llenadnos de amor a Dios y a los hermanos y de la alegría de servir a la Iglesia sin reservas y concedednos la gracia especial que esperamos confiadamente de la generosidad divina. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén”.
Luego nos ponemos cerca de la fachada para hacernos una foto de recuerdo. Una foto histórica antes de que la casa natal del Beato Pedro José desaparezca para siempre. Da pena, cuesta asumirlo, pero no se puede hacer nada. La ruina domina la casa… Todo pasa, pero lo que no pasa es el amor de una familia que busca siempre la vida del cielo, como “el tío santo”, así lo llaman con gran cariño sus descendientes.
Pero… ¡de pronto llega una luz, una alegría, una sorpresa! Hablan los dueños de la casa. Tienen un proyecto precioso para cuando sólo quede el solar del edificio. Todos les damos las gracias por esa decisión. Es lo mejor que podía pasar. ¿De qué se trata? Pues eso lo dejamos en secreto para los que no estuvieron en Valdeprado el domingo. Cuando todo llegue a su fin, volveremos a hablar de Valdeprado, del Beato Pedro José y de su familia y vecinos.
Mientras tanto nos queda seguir esperando que llegue ese día, y creciendo en fe; todo en familia, en amor sincero y fraterno, como se hace realidad al compartir gozosamente una exquisita paella preparada por algunos de los familiares y acompañada con ensalada salida de las huertas de Valdeprado y fruta de otros lugares. Todo muestra que esto va muy en serio, que la devoción al Beato Pedro José está muy viva y nos ayuda a todos desde el cielo. Es algo muy especial poder hablar con alguien que lleva la misma sangre que un mártir. Esa sangre que corre junto al convento de Toledo donde es fusilado “el tío santo”, es la misma que corre ahora por las venas de tantos de los presentes…
¿Qué hay más grande que esto? ¡La eucaristía! ¡Y en Valdeprado se ha unido todo en un domingo de agosto! Recordar a los mártires es abrir una ventana en el cielo y saber que siempre hay una ayuda que nos hace seguir adelante con la fe que es capaz de todo, hasta de dar la vida sabiendo que nos espera el cielo. Es la mejor enseñanza que nos deja este maestro de escuela, luego sacerdote diocesano y finalmente carmelita descalzo, el Beato Pedro José de los Sagrados Corazones.
¡Recemos a los mártires!
¡Conozcamos sus vidas!
¡Vivamos en esperanza!
Todo esto y mucho más es lo que brota de mi corazón y del de dos chicos que me han acompañado en este día al aceptar la invitación que les hago. Han hecho de acólitos en la misa, y todos los han acogido con gran agradecimiento y cariño; son ya, parte de la familia del “tío santo”. Les invitan a venir el próximo año y con esa alegría que caracteriza a un muchacho entusiasmado la respuesta es un Síii muy grande, muy largo y muy alto. Así están tres corazones, los de dos acólitos y el de un fraile, que son incapaces de volver a su tierra sin visitar por última vez la casa natal del mártir. La contemplan en silencio, dan muchas gracias a Dios por todo lo vivido juntos en este lugar de Castilla y antes de dejarla atrás al montar en el coche, hacen la última oración y foto.