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Entrar en la Pasión

Entrar en la Pasión  

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Vivir la Semana Santa compaginando la participación en las celebraciones litúrgicas con la asistencia a las procesiones por las calles nos abre la puerta a lo más importante, la oración, ya sea en silencio ante el Monumento o la Cruz o recitando los salmos de la Liturgia de las Horas. Todo ayuda a entrar en la Pasión de Cristo. Cristo nos muestra un camino: es duro, amargo, doloroso. Pero todo tiene un sentido, una meta, un fin: la Pascua, la resurrección, la vida eterna. No podemos llegar a ella sin pasar por la Cruz que Cristo toma sobre sí para cargar en ella los pecados de toda la humanidad. Sufre en el cuerpo y en el alma por todo lo que se le viene encima, pero va a adelante, se cae y se levanta, llega al Calvario, muere y es puesto en el sepulcro. Y… ¡resucita al tercer día! Pero no adelantemos acontecimientos. Vayamos a la dolorosa Pasión de nuestro Señor Jesucristo.

Muchas veces hemos hablado de los místicos del Carmelo Descalzo y de otros santos que nos ayudan a acercarnos a Dios en nuestra oración. La lectura espiritual es clave en este camino. Sin ella no podemos avanzar. Es nuestro alimento principal. Hacer lectura espiritual y luego callar ante un sagrario o una cruz es lo que nos encamina de manera directa a entrar en diálogo vivo con Cristo. Santa Teresa no se cansa de repetirnos que miremos a Cristo crucificado, que todo se nos hará mucho más fácil, o que si estamos tristes y angustiados le acompañemos en el Huerto de los olivos, o si sufrimos lo contemplemos atado a la columna mientras es flagelado. Todo esto nos mete de lleno en la Pasión de Cristo. Y no sólo en las fechas de Semana Santa, sino cualquier día podemos y debemos entrar en comunión con Cristo unidos a su Pasión. Contemplar su humanidad nos ayuda a acercarnos a la divinidad. Cristo es Dios y hombre a la vez. Y sufre la Pasión por todos nosotros. Todo lo ofrece al Padre para nuestra salvación.

Podríamos seguir con Santa Teresa, pero lo que quiero ahora es volver la mirada a los Santos Padres, esos santos de los primeros siglos que tienen tan cerca la vida de Cristo. Además son los que fundamentan la Tradición de la Iglesia con sus escritos en los que comentan la Sagrada Escritura llevándonos hasta el corazón de Cristo. Escriben después de orar y hacer suya la Palabra. Han recibido una herencia preciosa, el testimonio de los primeros cristianos que han conocido a los apóstoles. No se lo quedan para ellos. Lo que reciben lo dan. Homilías, comentarios bíblicos, tratados,… ponen siempre su mirada en Cristo. Y de fondo siempre está la humanidad de Cristo en su Pasión. Cristo sufre la Pasión y eso es lo que debe hacer cambiar nuestra vida al darnos cuenta de lo que es la Pasión de Cristo y todo lo que de ella mana.

Hay muchos para escoger. Hoy ponemos la mirada en dos de los grandes, San Jerónimo y San Juan Crisóstomo. Cada uno de ellos representa una tradición, el primero la latina y el segundo la griega. Los dos nacen casi el mismo año. Hablamos de mediados del siglo IV. Han pasados los siglos y sus escritos siguen vivos y dando vida a todo el que se acerca a ellos. ¿Entramos ya? ¡Pues vamos!

Esta mañana de Viernes Santo, mientras confesaba en la iglesia, termino de leer la parte dedicada a la Pasión de Cristo del Comentario al Evangelio de Mateo que escribe San Jerónimo. Es un gozo leerlo desde el principio hasta el final. Es entrar en este evangelio y descubrir un sinfín de secretos que una lectura superficial no es capaz de ver. Hay que leer el evangelio y el comentario que hace San Jerónimo. Entonces uno se queda mudo cuando llega el momento en que Cristo es vestido por los soldados romanos después de la flagelación. Todo se ve de otro cuando uno entra en la mística del evangelio:

“Los soldados hacen esto para burlarse de él: despojándolo de sus vestidos anteriores lo revisten de un manto rojo que figuraba el vestido bordado de púrpura que usaban los antiguos reyes, por diadema le ponen una corona de espinas, por cetro real le dan una caña y la adoran como si fuera un rey. Pero nosotros entendamos todo esto en sentido místico. En el manto rojo Jesús lleva sobre sí las obras sangrientas de los gentiles, con la corona de espinas nos libera de la antigua maldición [la maldición de la tierra que produce cardos y espinas como consecuencia del pecado de Adán], con la caña mata los animales venenosos; o bien, tiene la caña en la mano para escribir el sacrilegio de los judíos” (Comentario al Evangelio de Mateo, p. 308).

¿Quién se había puesto a orar todo lo que significa espiritualmente este momento de la Pasión de Cristo? ¿Cuántas veces lo hemos leído sin dar importancia a estos detalles? ¿Cómo entramos en el sentido del evangelio? ¿Queremos profundizar en nuestra vida espiritual? ¡Gustemos la mística! ¡Leamos los escritos de los Santos Padres! ¡Hagamos silencio en el corazón!

Y esto no es todo. Antes de participar en la celebración de la Pasión del Señor releo y rezo con calma la segunda lectura del Oficio de lecturas. Es una catequesis de San Juan Crisóstomo. No tiene desperdicio. De principio a fin es pura mística, es unión viva con Cristo para hacernos ver el valor de la Sangre de Cristo. La mística se hace palabra cuando leemos palabras encendidas en amor de Dios como éstas de San Juan Crisóstomo:

“Con un mismo alimento hemos nacido y nos alimentamos. De la misma manera que la mujer se siente impulsada por su misma naturaleza a alimentar con su propia sangre y con la leche a aquel a quien ha dado a luz, así también Cristo alimenta siempre con su sangre a aquellos a quienes él mismo ha hecho renacer” (Catequesis 3,19).

Una cosa es leerlo, otra entenderlo y otra vivirlo en primera persona. ¡Y otra muy distinta escucharlo de viva voz a su autor! ¿Somos capaces de viajar al siglo IV, callarnos y escuchar al obispo de Constantinopla cómo prepara a los catecúmenos para el bautismo y lo que supone la vida nueva en Cristo? ¡Somos alimentados con la Sangre de Cristo! ¡Renacemos del costado abierto de Cristo en la Cruz! ¡Esa Sangre nos lava, nos alimenta y nos da la vida eterna! ¡Es la Sangre de Cristo! ¡La Sangre que comulgamos cada vez que participamos en la celebración eucarística!

Contamos con muchos más textos de los Santos Padres, pero basta por hoy. Es lo que nos puede ayudar a vivir mejor estos días de Semana Santa y siempre que queramos dar un paso más en nuestro camino de fe; leamos sus obras con asiduidad, calma y atención. Nuestra vida será muy distinta porque la vida mística que en ellas encontramos será una ayuda importante para saber que nada más grande hay en este mundo que contemplar la vida de Cristo, leer la Sagrada Escritura, orar, callar y amar a Dios y dejarnos amar por Él como lo hacen los Santos Padres cada vez que nos hablan de la mística de la Pasión.

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