Atraeré a todos
Desde la Cruz Jesucristo atrae las miradas, la fe, y el sentido de la vida

Frontan de altar románico
La Semana Santa convoca los fieles a mirar a Jesucristo con ojos nuevos porque revivimos los misterios de la Redención, prueba suprema del amor de Dios por los hombres.
Un largo recorrido
Jesucristo ha recorrido un largo camino hasta llegar a la Cruz, ha vivido treinta años, ha predicado y curado cuerpos y almas, se ha quedado en la Hostia Santa para atraer a la humanidad al amor sin medida. Entra en Jerusalén con la humildad del borrico, reúne a los apóstoles para celebrar la Pascua y termina clavado en la cruz, que desde entonces se escribirá con mayúscula, la Santa Cruz, porque todo lo que toca Jesús queda divinizado. Dios ha puesto sus manos en el pan, en el dolor y sobre todo en los apóstoles: con su participación en el Sacerdocio de Jesucristo podrán extender la Buena Nueva por el mundo entero.
«Y yo, cuando sea levantado de la tierra atraeré a todos hacia mí». Unas miradas hostiles entonces, unas miradas amorosas de su Madre María y algunas mujeres, y unas miradas de unos pocos hombres comprueban el cumplimiento de sus palabras. Y hay mucho más porque desde entonces hombres y mujeres comprenderán el sentido del dolor, de la Redención, del Amor de Dios. Y también desde entonces la creación entera mostrará su belleza originaria y participará del proyecto divino de salvación. Porque el corazón de los discípulos unidos a la Cruz puede reconducir todo a Dios.
Tenía razón Juan Pablo II al escribir: "El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente. Por esto precisamente, Cristo Redentor (...), revela plenamente el hombre al mismo hombre. Tal es -si se puede expresar así- la dimensión humana del misterio de la Redención." "En verdad, ese profundo estupor respecto al valor y a la dignidad el hombre se llama Evangelio, es decir Buena Nueva. Se llama también cristianismo". Juan Pablo II, RH,1.
En busca de esperanza
La historia humana es el desarrollo de la esperanza de los hombres, pueblos y culturas para entender el mundo, convivir en paz y ofrecer una vida llena de sentido. Sin esperanza y sin Dios los hombres sufren y hacer sufrir, mientras que con esperanza se pueden supera los males que aquejan a la humanidad. El papa Francisco ha convocado el Año Jubilar de la esperanza para el presente año 2025 .
Desde el alborear de los tiempos los hombres se han preguntado por el origen del mundo, de la naturaleza tan sorprendente, y sobre todo sobre el origen y sentido de la vida de los hombres. Por lo mismo las preguntas universales giran alrededor de la violencia, las guerras, los abusos, las desgracias, y en definitiva del mal.
Para el judaísmo y el cristianismo, el mal no tiene origen en Dios sino en la libertad de los hombres creados a imagen de Dios, de ahí que pueden elegir hacer el bien -y a ello exhorta Yahvé y sus profetas-, o hacer el mal en rebelión contra Él, como de hecho ocurrió en el exordio de la historia humana. Yahvé es único y bueno que ha apostado definitivamente por el hombre. No somos pues juguetes de unos dioses míticos y caprichosos enzarzados en sus guerras, que van y vienen, originando tragedias entre los humanos como si fueran marionetas según desarrollaron especialmente las mitologías griega y romana.
Sabemos que Dios no se desentendió de la creación buena ni del pecado de los hombres sino que prometió con misericordia la liberación radical respetando la libertad de los hombres. Una explicación que quizá no convence a muchos aunque es bastante coherente y explicativa de la historia con sus luces y sus sombras. Por eso millones de hombres y mujeres creen en Jesucristo como Salvador del mundo.
¿Por qué?
El pueblo judío ha expresado su relación con Yahvé mediante los salmos compuestos a lo largo de siglos, que guardan las tradiciones en torno a la Alianza. Son a la vez oración y canto, acción de gracias y quejas, religión y sabiduría humana: se puede decir que ha configurado la vida del pueblo elegido y de cada uno de sus miembros.
Por ejemplo, el salmo 2 manifiesta sorpresa porque los hombres no responden a esa oferta de Alianza y se apartan de la senda del bien. «¿Por qué se amotinan las naciones, y los pueblos planean un fracaso?». Estamos ante el gran misterio del mal porque el pueblo sabe que Dios es bueno y la creación es buena, todo ha salido de las manos de Dios, y ese Dios deja hacer porque ha apostado por el hombre libre, de modo que su providencia no frena el mal desde su origen. Sabe que Yahvé es único, absoluto, providente y deja hacer porque confía en los hombres. Al final la salvación es obra de Dios y de la libertad personal, mientras que la condenación se la ha trabajado cada uno. Por tanto, la reclamación carece de sentido y no es justa precisamente porque somos libres y no marionetas.
Incluso este salmo advierte a los poderosos para que rectifiquen y caminen por la senda del bien «Y ahora, reyes, sed sensatos; escarmentad, los que regís la tierra» pues sigue actuando la Providencia divina y al final serán «¡Dichosos los que se refugian en él!». Es decir, el mal es obra de los hombres y el Dios vivo y verdadero juzga a cada uno según sus obras; no es una naturaleza anónima, ni un principio racional para entender el mundo, ni un mito inventado por los hombres. De hecho actúa en la historia, es Providente y busca siempre el bien de los hombres.
Este salmo afirma además la intervención de Dios en la historia: «Voy a proclamar el decreto del Señor; él me ha dicho “Tú eres mi hijo: yo te he engendrado hoy”». Con la encarnación del Hijo de Dios aquella Alianza alcanza su pleno sentido como proclama la fe cristiana en Jesucristo, Dios y hombre verdadero al que hacen referencia implícita los ciento cincuenta salmos, de los que estos primeros son el prólogo de la imponente historia de la esperanza que Dios ofrece a la libertad de todos los hombres.
Esperanza con María
En la Carta de convocación del Jubileo en el año 2025 el papa Francisco ofrece al mundo la esperanza que tanto la necesita. Al comienzo de esta proclamación afirma: «En el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana. Sin embargo, la imprevisibilidad del futuro hace surgir sentimientos a menudo contrapuestos: de la confianza al temor, de la serenidad al desaliento, de la certeza a la duda. Encontramos con frecuencia personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad. Que el Jubileo sea para todos ocasión de reavivar la esperanza. La Palabra de Dios nos ayuda a encontrar sus razones. Dejémonos conducir por lo que el apóstol Pablo escribió precisamente a los cristianos de Roma».
Jesús Ortiz López