El problemón del «progre» Trzaskowski para Polonia

El alcalde de Varsovia, en una marcha pro-LGTBI en 2022.
Este próximo domingo 18 de mayo, los polacos están llamados a las urnas para elegir a su nuevo presidente (jefe de Estado) durante el próximo lustro. Tanto dentro como fuera de las fronteras polacas, hay cierta intriga e inquietud ante estos comicios. Las apuestas son varias y no pocos aconsejan cautela ante los sondeos, pero hay una cosa que es evidente: el conservador Andrzej Duda dejará de ser inquilino de cierto palacio del casco antiguo de Varsovia.
De cara a la primera vuelta, ni la izquierda ni la derecha se han puesto de acuerdo en listas unificadas para concentrar el voto (la coalición arcoíris está muy fragmentada por el lado más radical), si bien es cierto que en la más que probable segunda vuelta puedan desatar la típica histeria antifascista y anticonservadora (lo mismo que se ha visto en Francia y, sin éxito, en Estados Unidos).
De acuerdo con el promedio de los sondeos, los candidatos más votados serían los siguientes:
- Rafal Trzaskowski: Alcalde de Varsovia y líder fáctico de la Plataforma Cívica, que es la entidad socia del Partido Popular en Polonia.
- Karol Nawrocki: Candidato "independiente" que dirige el Instituto de la Memoria Nacional y ha sido nominado por Ley y Justicia (PiS).
- Slawomir Mentzen: Economista, emprendedor, presidente de Nueva Esperanza, la facción más paleolibertaria de la Confederación, la coalición de la dereita dura con componentes tradicionalistas, nacionalistas y monárquicos.
El orden será previsiblemente, salvo sorpresa, el mismo que en esa lista anterior. De ahí que factores como la falta de consenso por la anti-izquierda estén impidiendo darle alguna oportunidad más adicional a un candidato que podría ser muy respetuoso con las esencias patrióticas y católicas del país.

Mitin de campaña de Slawomir Mentzen, en Lublin, el 23 de marzo.
No se debe de renunciar a la esperanza, pero lo factible ahora mismo es hablar del presidenciable en cuestión. Mentzen no solo destaca por su compromiso con la libertad económica, sino por su férrea, aguerrida y elocuente defensa del derecho a la vida del nasciturus y apuesta por la fortaleza de las familias frente al dirigismo educativo, las trabas a la propiedad y el expolio fiscal.
De ahí que haya una dualidad rival algo menos convincente, ya que el socialismo patriótico de Kaczynski y la ausencia de carisma personal e ideológico del candidato pueden desmotivar a muchos a votar frente al mal mayor (cuya facultad más trascendente es el derecho de veto). Igualmente es cierto que hay quienes participan en la segunda vuelta para "votar contra otro" sin más.
La cuestión es que hay una probabilidad nada baja de que un perfecto representante de un club LGTBI sea el próximo presidente de la República de Polonia, con un nivel de compromiso, a esos efectos, superior al que se pudiera apreciar en figuras del wokismo como Pedro Sánchez, Barack Obama, Emmanuel Macron y Olaf Schölz. Y nada de esto tiene que ver con su vida privada, que no vendría al caso.
El socio de Feijóo y Ayuso en Polonia ha sido una de las figuras más homosexualistas de la Plataforma Cívica, un partido muy escorado a la izquierda, al que prácticamente no votan los conservadores polacos (cosa contraria a la que aún ocurre con el PP en España). De hecho, pese a intentos puntuales de moderación estratégica en campaña, su implicación institucional con la causa en Varsovia ha sido altísima.
La colaboración institucional del consistorio con las anuales Marchas por la Igualdad han sido bastante notorias, aparte de haberse hecho factible la aparición de cierta propaganda por la capital polaca. De hecho, pocos meses después de su llegada a la alcaldía, muchas familias varsovianas elevaron la voz de alarma ante la introducción de contenidos feministas, transgeneristas y homosexualistas en las escuelas locales.
De hecho, sueña con la legalización del matrimonio civil para parejas homosexuales y con ser el primero en oficiar una de esas "bodas" (tras ello vendría la adopción LGTBI, problemática para la estabilidad familiar y emocional, en conformidad con el Informe Rekers). Eso precisamente es una de las varias advertencias de una campaña del Instituto Ordo Iuris cuyo eslógan sugiere que Polonia no ha de caer en ninguna trampa.
Mientras que no tiene reparos en convertir el trapo totalitario en un símbolo oficial ni parece escandalizarse ante los riesgos del descontrol fronterizo (muy bien conocidos por sus vecinos germánicos) para la cristiandad polaca y la libertad de las mujeres y los homosexuales, está muy molesto con la Cruz de Cristo. Las oficinas municipales no pueden tener ningún símbolo de este tipo.
De manera no sorprendente, está involucrado en uno de los grandes caballos de batalla de la progresía polaca, con la colaboración de los eurosoviéticos, de los globalistas y de ciertos grupos de presión antioccidentales aunque digan defender la "sociedad abierta". Cabe referirse a la absoluta despenalización del exterminio de no nacidos en Polonia.
De hecho, se compromete a sancionar una ley a tales efectos y amenazaba en su momento con desafiar al parlamento polaco, en el que la coalición progre es incapaz de sumar mayoría pro-muerte gracias a ciertos componentes democristianos del Partido Campesino Polaco (PSL), asociados al centrista Szymon Holownia.
Es más, no parece preocuparle una filtración del Ministerio de Defensa Nacional (2023) según la cual, en caso de agresión rusa o fenomenología similar, la región oriental de Polonia (la llamada "Polonia B") quedaría completamente desprotegida a efectos logísticos y militares. Pero nada de esto sería baladí.
Si bien la sociología de Polonia es considerablemente patriótica y conservadora, esto es mucho más notorio en sus voivodatos más orientales, tanto a efectos de sentido del voto (apoyo a la Confederación y suma de bloques) como de involucración en la vida religiosa (precisamente, aquellas zonas que, en su momento, no se sometieron a la huella del prusianismo). Se trata de las regiones a las que pertenecen las urbes de Lublin, Kielce, Bialystok, Cracovia y Rzeszow.
De ahí que, entre unas cosas y otras (si bien se está a tiempo), existe una probabilidad notoria de que otro de los "poderes" del Estado polaco queden en manos de un progre homosexualista y anticrístico, enemigo de la sociedad orgánica, la vida, la familia y la libertad religiosa bien entendida (sin entrar en los porqués accidentales y no tan accidentales).
En cualquier caso, que Dios bendiga a Polonia y que la llamada "Virgen Negra" y San Juan Pablo II intercedan por el bien de la "segunda patria" de quien escribe estas líneas.