Como continuación a la pregunta que con motivo de la visita del Papa a la castigada tierra libanesa me planteaba hace ya unos días “¿estuvo Jesús en el Líbano?” , les propongo hoy a Vds. una nueva cuestión de similar interés: y en Siria… ¿estuvo Jesús en Siria? Pues bien, la respuesta es una vez más afirmativa. Ese andarín infatigable que fue Jesús de Nazaret y con él sus compañeros de fatigas, los apóstoles y otros muchos discípulos, entre los muchos lugares en los que estuvieron incluyeron también lugares que forman parte hoy del territorio del país que conocemos como Siria. Concretamente uno: Cesarea de Filipo, donde tenía su capital Herodes Filipo, en el emplazamiento que recibe hoy el nombre de Banias.
Cesarea de Filipo en un mapa bíblicoBanias (Cesarea de Filipo) en un mapa actual
Cosa que aconteció en una ocasión citada por el Evangelio, -puede que también en alguna otra que se la haya escapado a esos cronistas leales y francos que son los evangelistas- la cual fue sumamente prolífica en eventos, algunos de la máxima importancia. El primero de ellos en el orden de narración, y quizás el más importante, aquél en el que Mateo nos explica, precisamente, que se halla en Siria, y en el que Jesús instituye la Iglesia: “Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o uno de los profetas.» Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.» Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.» Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que él era el Cristo” (Mt. 16, 13-20).
Así imaginó Cesarea de Filipo el Perugino. Entrega de las llaves a Pedro. Capilla Sixtina.
El segundo, el anuncio a sus discípulos de la pasión que le espera:
“Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día. Tomándole aparte Pedro, se puso a reprenderle diciendo: «¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!» Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!” (Mt. 16, 21-23).