Religión en Libertad

La reina que transformó el gusto artístico de Carlos III

María Amalia de Sajonia, figura clave en el estilo ilustrado en España y promotora del belén navideño

Detalle del retrato de María Amalia de Sajonia por Antonio Rafael Mengs. | Museo Nacional del Prado

Detalle del retrato de María Amalia de Sajonia por Antonio Rafael Mengs. | Museo Nacional del Prado

Creado:

Actualizado:

Gema Lendoiro, historiadora y periodista, licenciada en Historia por la Universidad de Navarra y máster en Periodismo por la Universidad de La Coruña, es una experta en la historia de España y su relación con la leyenda negra

Actualmente, está terminando su tesis doctoral acerca de la narrativa en la prensa española sobre la leyenda negra enfocada en el siglo XVI y la conquista de América. En un artículo reciente publicado en The Objective, titulado "María Amalia de Sajonia: la reina que transformó nuestra Navidad", Lendoiro explora la fascinante vida y legado de María Amalia de Sajonia, una reina sajona que se convirtió en esposa de Carlos III y jugó un papel fundamental en la renovación artística y cultural de España. Nacida en 1724 en Dresde, María Amalia se casó con Carlos III en 1738 y se convirtió en una figura clave en la corte napolitana y más tarde en la corte española. 

En esta entrevista, Lendoiro profundiza en el tema y analiza la influencia de María Amalia en la corte española del siglo XVIII y su contribución a la formación de la identidad nacional.

Gema Lendoiro

Gema Lendoiro

-¿Cómo cree que la influencia de María Amalia de Sajonia en la corte española se refleja en la arquitectura y el arte de la época, más allá del belén navideño?

-La influencia de María Amalia de Sajonia en la corte española fue mucho más profunda de lo que habitualmente se reconoce, y se manifestó de forma clara en la arquitectura, las artes decorativas y el gusto cortesano del siglo XVIII. Su llegada supuso un puente cultural entre la tradición centroeuropea, la sensibilidad italiana que ella había cultivado en Nápoles y la estética española del momento.

»Educada en la refinada corte de Dresde, María Amalia introdujo en España un gusto moderno, más ligero y más atento a la armonía visual que el barroco tardío que aún predominaba. Su apoyo decidido a las manufacturas reales —especialmente a la porcelana de Capodimonte, que después inspiraría la Real Fábrica del Buen Retiro— contribuyó a renovar por completo las artes decorativas de la monarquía. También alentó la música cortesana, la jardinería de influencia francesa y la adopción de un ceremonial más sobrio y elegante, muy distinto del aparato rígido de épocas anteriores.

»Aunque su muerte temprana limitó su capacidad de transformar la arquitectura española, sí dejó una huella clara en el estilo y en las prioridades culturales de Carlos III. Muchos de los proyectos que él impulsó posteriormente en Madrid —desde la reorganización urbana hasta la promoción de instituciones artísticas— se comprenden mejor si se tiene en cuenta la sensibilidad estética que el matrimonio desarrolló juntos durante su etapa napolitana.

»Fue una gran transmisora de una sensibilidad ilustrada y europea que marcó el inicio del cambio cultural del reinado, un cambio que después Carlos III llevaría a su máxima expresión. Su influencia no fue solo privada o doméstica: ayudó a modelar una nueva imagen de la monarquía, más moderna, más culta y más consciente de su papel en la renovación artística del país.

María Amalia Walburga, hija del Duque de Sajonia, Federico Augusto II: con apenas 13 años, se casó con el futuro Rey de España Carlos III

María Amalia Walburga, hija del Duque de Sajonia, Federico Augusto II: con apenas 13 años, se casó con el futuro Rey de España Carlos III

-¿Qué papel jugó la reina María Amalia en la formación del gusto artístico de Carlos III, y cómo se manifestó esto en las decisiones del rey?

-Desempeñó un papel determinante en la formación del gusto artístico de Carlos III, y lo hizo desde una base que marcó profundamente al rey: una relación matrimonial insólitamente afectuosa para su tiempo. 

»A diferencia de la mayoría de uniones dinásticas del siglo XVIII, y de todas las épocas hasta las actuales generaciones de reyes, la suya no fue solo una alianza política, sino un vínculo de verdadero amor y respeto mutuo. Ese clima emocional hizo que Carlos III no solo apreciara a su esposa, sino que valorara sinceramente sus criterios culturales y estéticos.

Desde su matrimonio en 1738  hasta el fallecimiento de la reina al año de trasladarse a la nueva corte española en 1760, se profesaron un amor incondicional.

Desde su matrimonio en 1738 hasta el fallecimiento de la reina al año de trasladarse a la nueva corte española en 1760, se profesaron un amor incondicional.

»Educada en Dresde y formada en una de las cortes más refinadas de Europa, María Amalia poseía un gusto artístico extraordinario. Durante su etapa en Nápoles, introdujo a Carlos en la música operística, en la arquitectura de influencia centroeuropea y en las artes decorativas más avanzadas del continente. Fue ella quien lo acercó a un estilo más luminoso, más ordenado y más elegante, alejado de los excesos del barroco tardío. Este aprendizaje conjunto, vivido además en un matrimonio armonioso, dejó una huella profunda en el futuro monarca.

»Tras la muerte temprana de María Amalia, ese legado se convirtió para Carlos III en una guía estética y casi moral. Muchas de sus decisiones políticas y culturales en España —desde el impulso de la arquitectura neoclásica hasta la protección de instituciones artísticas y científicas— reflejan la sensibilidad que había cultivado junto a su esposa. La modernización urbana de Madrid, la fundación de museos y academias o la promoción de un estilo artístico sobrio y racional llevan implícita la impronta de ese periodo compartido.

»En definitiva, María Amalia no solo fue consorte: fue maestra, inspiración y compañera. Su influencia en el gusto de Carlos III se explica no solo por su formación cultural, sino por la calidad excepcional de una relación conyugal que, en una época de matrimonios de conveniencia, se convirtió en un verdadero proyecto de vida común.

Retrato de María Amalia de Sajonia como reina de Nápoles en 1745 (Giuseppe Bonito).

Retrato de María Amalia de Sajonia como reina de Nápoles en 1745 (Giuseppe Bonito).

-¿Cómo se compara la influencia de María Amalia en la cultura española con la de otras reinas extranjeras que se casaron con monarcas españoles?

-Comparar a María Amalia de Sajonia con el conjunto de reinas extranjeras que llegaron a España es un ejercicio complejo, porque sus perfiles y circunstancias fueron muy diversos. A lo largo de la historia, no todas las consortes poseyeron una formación cultural elevada, ni todas mostraron interés por el arte, ni todos los monarcas estaban especialmente inclinados a fomentar la vida intelectual. 

»En realidad, la influencia cultural de una reina dependió siempre de tres factores: su educación, su personalidad y la relación concreta que mantuvo con su marido.

»En el caso de los Austrias, por ejemplo, encontramos reinas muy discretas y otras de presencia más marcada, pero el gran impulsor cultural de la dinastía fue el propio Felipe II. Él, más que sus consortes, dejó la huella artística más profunda gracias a su visión arquitectónica y espiritual, culminada en El Escorial. Esto muestra que no siempre fue la reina quien orientó el gusto de la corte.

»Entre los Borbones, la situación también fue variada. Algunas reinas tuvieron un papel cultural limitado, mientras que otras ejercieron una influencia decisiva. El mejor ejemplo es Isabel de Farnesio, madre de Carlos III: una personalidad poderosa, cultísima, apasionada por el arte y la política, que marcó profundamente la corte española durante décadas. Su energía y ambición configuraron una etapa cultural muy activa, aunque también muy distinta a la sensibilidad posterior de su hijo.

»En este panorama diverso, la figura de María Amalia de Sajonia destaca por una razón específica: no solo estaba muy bien formada y poseía un gusto refinado, sino que ejerció esa influencia en un marco de profundo amor y respeto conyugal. Su relación con Carlos III era excepcional para la época. Esa cercanía emocional permitió que sus criterios estéticos fueran acogidos por el rey no como imposición, sino como inspiración. 

»Y esa transmisión afectiva se tradujo en decisiones culturales concretas, primero en Nápoles y más tarde, de forma indirecta, en España.

»Si Felipe II encarnó el gran mecenazgo de los Austrias y Carlos III el de los Borbones, puede afirmarse que María Amalia fue una de las pocas consortes cuya voz estética contribuyó de forma real a moldear el gusto de un monarca español. Su influencia no fue la de la reina poderosa que impone un rumbo, como Isabel de Farnesio, sino la de la compañera culta que, desde la armonía matrimonial, ayuda a despertar una sensibilidad artística que luego el rey desarrollará plenamente. 

»En ese sentido, María Amalia ocupa un lugar muy singular entre las reinas extranjeras: discreta, elegante, culta y, al mismo tiempo, decisiva en la formación íntima del monarca más ilustrado del siglo XVIII. Y, por cierto, muy poco conocida. 

»En España tenemos una pésima costumbre: no conocemos apenas nuestra historia y de lo poco que sabemos, todo está sesgado e interpretado con narrativas ideológicas que son contrarias a la historia como ciencia que es.

»En esa línea de continuidad histórica, no es extraño que hoy España cuente también con una consorte que ejerce su papel con una profesionalidad impecable. La reina Letizia, con su sólida formación y su gran capacidad de trabajo, desempeña un papel decisivo en el apoyo a Felipe VI y en la proyección pública de la Corona. Su compromiso, discreción y sentido del deber dialogan con esa tradición de consortes que, sin ocupar el centro del poder, contribuyen de forma sustancial a la estabilidad y al prestigio de la institución. 

»Al igual que ocurrió en otras etapas históricas, la fortaleza de la institución se beneficia de una consorte plenamente comprometida con su responsabilidad pública y la historia le dará un papel decisivo con el paso del tiempo.

La Cripta Real del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, en España, conocida también como el Panteón de Reyes - URNA 14: María Amalia de Sajonia, reina de España (24/11/1724 - 27/9/1760)

La Cripta Real del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, en España, conocida también como el Panteón de Reyes - URNA 14: María Amalia de Sajonia, reina de España (24/11/1724 - 27/9/1760)

-¿Qué impacto tuvo la muerte prematura de María Amalia en la historia de España, y cómo se habría desarrollado su legado si hubiera vivido más tiempo?

-La muerte prematura de María Amalia de Sajonia —apenas con 35 años y solo unos meses después de llegar a Madrid como reina consorte— tuvo un impacto profundo tanto en la vida personal de Carlos III como en la historia de España. Su ausencia dejó un vacío emocional inmenso en el rey, que quedó profundamente desolado. 

»Ese golpe marcó su carácter de manera duradera: Carlos III se volvió más reservado, más austero y más concentrado en el deber que en la vida cortesana. Esa sobriedad, que caracterizó su reinado en España, probablemente habría sido muy distinta si su esposa hubiera vivido.

»En términos culturales, la pérdida de María Amalia interrumpió un proyecto artístico y estético que ambos venían desarrollando desde Nápoles. Ella, con su refinada educación en Dresde y su sensibilidad centroeuropea, había moldeado el gusto musical, arquitectónico y decorativo de Carlos. Su presencia aportaba calidez, elegancia y un sentido moderno de la cultura. Aunque llegó a Madrid como reina consorte, la enfermedad la privó de tiempo para trasladar ese impulso a la corte española. 

»Si hubiera vivido más años, es muy probable que Madrid hubiese experimentado un florecimiento cultural mayor, más musical, más europeizado y más coherente con las corrientes ilustradas que ella encarnaba.

»Carlos III mantuvo durante su reinado muchos de los criterios estéticos que aprendió junto a su esposa, pero lo hizo ya sin la figura que completaba ese equilibrio entre sensibilidad y estructura. María Amalia era la voz artística; Carlos, el ejecutor político. Juntos representaban una combinación especialmente fecunda para una monarquía en pleno tránsito hacia la modernidad ilustrada.

»Desde un punto de vista institucional, España perdió la oportunidad de contar con una reina culta, discreta, profundamente respetada y capaz de reforzar la dimensión moral y cultural de la Corona. Su temprana muerte no solo truncó un matrimonio excepcional por su armonía y afecto, sino que privó al país de un legado cultural que, de haber madurado, probablemente habría dejado una huella duradera en la vida cortesana y en la identidad artística del reinado.

@PatrimNacional

@PatrimNacional

-¿Cómo se relaciona la introducción del belén navideño en España con la tradición católica y la Contrarreforma?

-La introducción del belén en la corte española a través de María Amalia de Sajonia no está directamente vinculada al espíritu de la Contrarreforma, porque para el siglo XVIII ese movimiento había quedado ya muy atrás. La Contrarreforma fue un fenómeno del siglo XVI, decisivo para reafirmar la identidad católica frente a la Reforma protestante, y su influencia más intensa se dio durante los Austrias. Dos siglos después, en tiempos de Carlos III, el mapa religioso europeo estaba plenamente consolidado: cada país vivía su propia tradición confesional y la confrontación doctrinal ya no tenía el mismo protagonismo.

»Por eso, el belén que María Amalia trajo a España no debe interpretarse como una herramienta contrarreformista, sino como una manifestación de la piedad doméstica y del gusto cultural que ella había conocido en Dresde y especialmente en Nápoles, donde los pesebres eran verdaderas obras de arte. Su difusión en España fue, ante todo, un gesto de espiritualidad familiar y una expresión estética profundamente católica, que encajaba perfectamente con la sensibilidad religiosa del siglo XVIII, más afectiva y más orientada a la devoción cotidiana.

»Lo relevante no es su relación con la Contrarreforma, sino su capacidad para transformar la vivencia navideña de los españoles. Gracias a María Amalia, el belén pasó de ser una práctica ocasional a convertirse en un símbolo esencial del hogar católico, uniendo arte, fe y tradición popular. Esa es la herencia que perdura: no un eco de los debates doctrinales del siglo XVI, sino la incorporación de una expresión cultural que hoy forma parte de la identidad espiritual de millones de familias.

Belén navideño sencillo en una casa de una familia española

Belén navideño sencillo en una casa de una familia española

-¿Qué simbolismo cree que tiene el belén navideño en la cultura española, y cómo se ha evolucionado su significado a lo largo del tiempo?

-Sin duda ocupa un lugar singular en la cultura española porque condensa varios niveles de significado

»En primer lugar, es un símbolo profundamente cristiano: representa la Encarnación y hace visible, en el espacio doméstico, el misterio central de la fe. Permite contemplar el nacimiento de Cristo no como una abstracción teológica, sino como una escena cercana, familiar y humana. Por eso ha sido tan querido en la espiritualidad popular.

»En segundo lugar, el belén se convirtió con el tiempo en un elemento cultural que trasciende lo estrictamente religioso. Ha funcionado como un lenguaje común que une a generaciones, territorios y sensibilidades distintas. 

»En España, montar el belén es un acto que conecta la fe con la memoria familiar, el arte con la identidad y la tradición con la celebración. Es un rito doméstico que ha sobrevivido incluso en los momentos de mayor secularización. Casi todos guardamos recuerdos muy profundos de nuestra infancia ayudando a ponerlo en casa de los abuelos, en la de los padres, y ahora los que lo somos se lo vamos inculcando a nuestros hijos. Algunos con fe y otros sin tanta proyección teológica, pero sí con un enorme significado familiar de unión, esperanza y tradición. Ya es una costumbre muy española. Y muy bonita, por cierto.

»En cualquier caso, su significado ha evolucionado. En sus orígenes estaba ligado a la devoción franciscana y a la catequesis visual. Más tarde, en el siglo XVIII, alcanzó una dimensión artística extraordinaria —especialmente en Nápoles y en la corte española gracias a María Amalia de Sajonia— y se convirtió en un símbolo de buen gusto y refinamiento. 

»En los siglos XIX y XX pasó a formar parte del imaginario popular, incorporando figuras locales, paisajes costumbristas y escenas que reflejaban la vida cotidiana española. Esa mezcla entre lo sagrado y lo cercano explica su enorme arraigo.

»Hoy, el belén sigue siendo un signo identitario: recuerda el origen cristiano de las fiestas navideñas, reivindica la importancia de la familia como lugar donde se transmite la fe y ofrece un espacio de contemplación en medio de una cultura cada vez más acelerada. Su permanencia demuestra que, cuando una tradición une espiritualidad, belleza y memoria compartida, es capaz de sobrevivir a cualquier cambio social. 

»Ahora que vivimos tiempos tan líquidos, el espacio de la Sagrada Familia transmite una pureza y un mensaje potentísimo y muy sólido de esperanza, de amor y de pureza encarnada en un bebé. Nos recuerda que en la vida nada es fácil como no lo fue para ellos aquella noche donde en un espacio tan humilde se había dado algo tan grande. Es un mensaje tan potente que lleva muy vivo desde hace dos milenios.

Infante Carlos y Amalia de Sajonia (detalle del cuadro 'La familia de Felipe V', de Van Loo, en el Museo del Prado)

Infante Carlos y Amalia de Sajonia (detalle del cuadro 'La familia de Felipe V', de Van Loo, en el Museo del Prado)

-¿Cómo se puede aplicar la lección de María Amalia de Sajonia a la comprensión de la historia de España y la importancia de las influencias culturales extranjeras en la formación de la identidad nacional?

-Nuestra identidad no ha sido nunca un proceso cerrado ni autosuficiente, sino el resultado de una interacción continua con influencias culturales extranjeras que, lejos de diluirnos, han contribuido a enriquecernos.

»Su llegada a la corte española es un ejemplo perfecto de esta dinámica. María Amalia trajo consigo una formación centroeuropea exquisita, una sensibilidad musical y artística muy avanzada para su tiempo y un modo de entender la vida cortesana más refinado y más europeo. Nada de eso sustituyó lo español; al contrario, lo complementó y lo hizo crecer. Su impronta demuestra que la identidad nacional se fortalece cuando es capaz de incorporar elementos valiosos procedentes de otros contextos, integrándolos sin perder su esencia.

»La lección es clara: España ha sido grande cuando ha sabido abrirse y, al mismo tiempo, mantener un sentido profundo de sí misma. Así ocurrió durante la monarquía hispánica, en los siglos de intercambio con América, en la llegada de dinastías europeas como los Borbones, y también en episodios más discretos como el paso de una reina culta y sensible por la corte de Madrid. Ninguna nación se explica solo desde dentro; todas crecen mediante préstamos culturales, afinidades, diálogos y tensiones creativas. Y eso siempre enriquece, qué duda cabe.

»En este sentido, María Amalia de Sajonia nos ayuda a comprender que la historia de España no es la de una tradición aislada ni la de una cultura impermeable, sino la de un país que ha sabido combinar raíces muy hondas con una extraordinaria capacidad para incorporar influencias externas. Su legado —aunque truncado por una muerte temprana— nos recuerda que la apertura, cuando es inteligente y serena, no debilita la identidad, sino que la convierte en una realidad más rica, más matizada y más humana.

La familia de Felipe V, primeros Borbones de España, por Louis-Michel Van Loo (Francia, 1743). A la derecha, Carlos, de pie, rey de Nápoles (futuro Carlos III), y su esposa María Amalia de Sajonia.

La familia de Felipe V, primeros Borbones de España, por Louis-Michel Van Loo (Francia, 1743). A la derecha, Carlos, de pie, rey de Nápoles (futuro Carlos III), y su esposa María Amalia de Sajonia.

Comentarios

Suscríbete

y recibe nuestras noticias directamente

tracking