Catedral de Van en Esfahan
En mi reciente viaje por esas tierras me ha parecido percibir poco fervor religioso entre las personas más jóvenes, que no aceptan de buen grado la estrecha relación entre poder político y tradición islámica. Me llamó la atención que la inmensa mayoría de las mujeres en el vuelo de vuelta, que hizo escala en Estambul, se quitaron el velo al poco de aterrizar. Ciertamente los maridajes entre lo político y lo religioso acaban por perjudicar a la religión, que se deshace de su contenido más hondo.
No puedo hacer afirmar mucho sobre el respeto efectivo en el país a la libertad religiosa de las minorias, porque no he observado elementos ni a favor ni en contra de ella. Sí es evidente que se trata realmente de minorías, que apenas suman entre todos un 1% de la población del país. Para mi ése ha sido quizá el aspecto menos atrayente del viaje, ya que Irán ha sido el país de los que he visitado en el que me ha resultado más difícil asistir a la santa Misa. De hecho, ha sido tan difícil como que no he conseguido hacerlo ningún día de los cinco que estuve. Mi primera decepción fue comprobar que no había iglesias católicas en ninguna de las dos ciudades que iba a visitar: Esfahan y Shiraz, pese a estar entre los cinco núcleos más poblados del país. Escribí a la nunciatura de la Santa Sede en Teherán unas semanas antes de mi viaje y me confirmaron que no había iglesias católicas al sur de la capital. Lo intenté, no obstante con otras comunidades cristianas, en concreto los armenios, que fueron deportados a Esfahan a inicios del s. XVII desde la Armenia que se disputaban Turquía y el imperio Safavida. Allí construyeron la preciosa catedral de Van y algunas otras iglesias en el distrito de Jolfa, al sur del rio Zayandeh. Allí también hay un museo que recoge varias obras de arte de la comunidad armenia en el lugar, textos de la Sagrada Escritura en diversos idiomas locales. Tuve ocasión de visitar esa catedral y otra iglesia dedicada a Ntra. Sra. de Belén, que estaba en reparación. En Shiraz tuve menos suerte, y aunque lo intenté en varias ocasiones por teléfono y en tres presencialmente no conseguí enterarme a qué hora era la misa dominical. No sé si es debido a la escasa actividad o el miedo (el guía que me enseñó la ciudad, me comentó que tenían algo de desconfianza, quizá por haber sufrido persecución en décadas pasadas).