Sábado, 27 de abril de 2024

Religión en Libertad

Paul y Margaret descubrieron en la encíclica lo que ya habían vivido en su matrimonio

Del condón a los métodos naturales, nunca la píldora: leyendo «Humanae Vitae» volvieron a la Iglesia

Del condón a los métodos naturales, nunca la píldora: leyendo «Humanae Vitae» volvieron a la Iglesia
Los protagonistas de esta historia comprendieron que la «Humanae Vitae» no proponía una especie de «anticoncepción católica», sino un modelo de vida matrimonial y familiar que ofrecía felicidad y crecimiento mutuo.

C.L. / ReL

“Cuando leí hace poco sobre el nuevo asalto desde dentro de la Iglesia a la encíclica del Beato Pablo VI en 1968 sobre la anticoncepción, me inquietó profundamente. Humanae Vitae dijo la verdad sobre la anticoncepción y todos sus impactos negativos sobre las personas y la sociedad. Y fue precisamente porque leímos Humanae Vitae por lo que mi esposa Margaret y yo volvimos a la Iglesia después de casi veinte años alejados de ella”.

Es Paul Turano quien habla, en un reciente testimonio en el National Catholic Register. Margaret y él habían sido educados como católicos, fueron a colegios religiosos y asistieron a algún retiro para jóvenes. Pero a la altura de 1980, cuando se conocieron en los estudios superiores, las cosas habían cambiado: “Esencialmente, habíamos dejado la Iglesia”.

Las dudas

Aún les quedaba, sin embargo, el rescoldo suficiente para casarse por la Iglesia. Asistieron un fin de semana a un cursillo prematrimonial, y allí les hablaron de los métodos naturales de planificación familiar. “¡Esto es lo que vamos a hacer!”, pensó al principio Margaret, porque una cosa sí tenía clara: durante la enseñanza media la habían bombardeado con información sobre la píldora anticonceptiva, y no estaba dispuesta a atiborrarse de pastillas para alterar los equilibrios hormonales de un cuerpo sano.

Sin embargo, la explicación que le dieron en el cursillo sobre los métodos naturales le resultó confusa e incomprensible. “Seré totalmente sincero con ustedes: ¡me sentí aliviado!”, confiesa Paul: “Se basan en la abstinencia para evitar la concepción, y yo no estaba nada interesado en la abstinencia. ¡Estaba a punto de casarme…! Así que, cuando nos casamos en 1982, para evitar el embarazo comenzamos a usar métodos de barrera [preservativos], los cuales, sinceramente, eran más bien una barrera para la intimidad”.

El hartazgo

Al cabo de dos años, a Margaret le diagnosticaron una endometriosis. Los médicos le sugirieron un tratamiento hormonal con anticonceptivos. Pero ella había leído también que a las mujeres en edad fértil con endometriosis les resulta beneficioso quedarse embarazadas. El doctor respondió: “Sí, pero usted no quiere eso”.

“Pues bien, sí quiso”, recuerda Paul: “Dejamos de usar preservativos, y tres semanas después estaba embarazada. Tras nacer nuestro primer hijo, Margaret le dio el pecho y no tuvo la regla durante 14 meses. Cuando se dio cuenta de que durante todo ese tiempo no había sido fértil, y nosotros habíamos seguido utilizando barreras para impedir un nuevo embarazo, se sintió mal. Me dijo: ‘No haré eso nunca más’ Me pareció bien, así que volvimos a pensar en los métodos naturales”.

La búsqueda

Encontraron dos cursos: uno de Planned Parenthood, la multinacional abortista, y otro de la Iglesia. Margaret prefería la primera opción. “No voy a volver a la Iglesia. Dejé la Iglesia por la anticoncepción”, le dijo a su comadrona cuando le consultó. Pero su comadrona le dijo que las clases de métodos naturales de la Iglesia estaban obligadas a ser más eficaces que las de Planned Parenthood, porque no tenían el aborto como escapatoria. El argumento convenció a Margaret.

Fueron, pues, a las clases de la parroquia. “Terminamos practicando los métodos naturales el resto de nuestros años de fertilidad, y los encontramos muy eficaces. Los cuatro embarazos que tuvimos en ese tiempo fueron planeados”, dice Paul.

El descubrimiento

Sucedió algo más. Llevaban ocho años usándolos, cuando un día su antigua instructora de métodos naturales mencionó Humanae Vitae. Nunca habían oído hablar de ella, a pesar de su educación católica.

“Tenéis que leerla juntos”, les invitó.

La conversión

Siguieron el consejo y quedaron sorprendidos: “Basándonos en nuestra propia vida y nuestras propias observaciones, sabíamos que Humanae Vitae tenía razón. ¡No necesitas ser un teólogo para darte cuenta! Recuerdo a Margaret afirmando enfáticamente: ‘¡Ésta es la verdad y éstas son las únicas personas que la dicen! ¡Somos católicos!’ Así que volvimos a la Iglesia…”

Las razones

Paul rechaza que los métodos naturales sean una especie de anticoncepción católica, porque “la anticoncepción facilita la muerte del amor, mientras que los métodos naturales facilitan el amor necesario para construir un matrimonio y educar a los hijos. Por haber usado anticonceptivos, conozco sus efectos negativos sobre el amor. Cuando le quitas al sexo su parte reproductiva, es demasiado fácil caer en la trampa de mirar a tu esposa simplemente como un medio para resolver tus tensiones sexuales. Es deshumanizante. Mata el amor”.

Por el contrario, la abstinencia para espaciar los hijos obliga a los esposos cada mes a tomar decisiones juntos teniéndose en cuenta mutuamente: “Tienes que hablar sobre los problemas y dificultades de la abstinencia y buscar juntos opciones y soluciones. A través de ese proceso de colaboración en las dificultades de la vida conyugal, buscando lo mejor para cada miembro de tu familia, el amor crece en el matrimonio y se construye el matrimonio”.

La implicación

Una vez que comprobaron los buenos efectos sobre su matrimonio de los métodos naturales, Paul y Margaret quisieron compartirlos. En 1999 obtuvieron su certificación como instructores, y desde entonces ayudan a otras parejas en la diócesis de San Francisco.

“Margaret y yo volvimos a la Iglesia católica porque Humanae Vitae decía la verdad”, concluye Paul su relato: “Viviendo nuestra vida según sus preceptos, hemos evitado los daños de la anticoncepción y nuestro amor ha crecido mientras navegábamos entre los desafíos de la vida matrimonial. ¡Humanae Vitae tiene razón!”

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