Presidió la Eucaristía en la parroquia de Santa Ana, confiada a la orden de los Agustinos
El Papa celebra misa en la «frontera» del Vaticano: «Quien sirve a Dios se hace libre de la riqueza»

"La Providencia de Dios alcanza tanto a los pobres materiales como a quienes sufren miseria espiritual o moral", dijo.
El Papa León XIV presidió esta mañana la Eucaristía en la parroquia de Santa Ana, confiada desde 1929 a la orden de los Agustinos. Concelebraron con él, el nuevo prior de los agustinos, padre Joseph Farrell y el párroco padre Mario Millardi.
En su homilía, León XIV subrayó la necesidad de una elección clara y coherente en la vida cristiana: optar entre Dios o la riqueza. Frente al riesgo de que los bienes materiales ocupen el lugar de Dios en el corazón, el Santo Padre invitó a vivir un auténtico estilo de vida marcado por la confianza, la fraternidad y el bien común.
El Pontífice recordó que la Iglesia de Santa Ana se encuentra "en la frontera", en la entrada al Vaticano, un lugar de paso para trabajadores, peregrinos y visitantes. En ese contexto, exhortó a que sea un espacio de puertas abiertas al encuentro, la oración y la caridad.
Puedes ver aquí la misa completa.
Comentando el Evangelio de san Lucas, el Papa explicó que la riqueza puede convertirse en un falso salvador, capaz de esclavizar el corazón humano. "Quien sirve a Dios se hace libre de la riqueza, pero quien sirve a la riqueza queda esclavo de ella", advirtió. Al mismo tiempo, señaló que la Providencia de Dios alcanza tanto a los pobres materiales como a quienes sufren miseria espiritual o moral.
El Santo Padre destacó que la conversión comienza en el corazón, con la apertura de las manos para dar y de la mente para construir una sociedad más justa. Recordó además la exhortación de san Pablo a orar por todos, especialmente por las autoridades, para que no caigan en la tentación de usar la riqueza como instrumento de violencia o de opresión.
Angelus dominical
Desde la ventana del Palacio Apostólico, en su catequesis antes del rezo del ángelus, León XIV explicó el pasaje evangélico del 'administrador infiel' y recordó a los fieles que, como él, "un día seremos llamados a rendir cuentas".
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Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!
La palabra que escuchamos hoy en el Evangelio (Lc 16,1-13) nos hace reflexionar sobre el uso de los bienes materiales y, más en general, sobre cómo estamos administrando el bien más valioso de todos, que es nuestra propia vida.
En el relato vemos que un administrador es llamado por su señor a “rendir cuentas”. Se trata de una imagen que nos comunica algo muy importante: nosotros no somos dueños de nuestra vida ni de los bienes que disfrutamos; todo nos ha sido dado como don por el Señor y Él ha confiado este patrimonio a nuestro cuidado, a nuestra libertad y responsabilidad. Un día seremos llamados a rendir cuentas de cómo hemos administrado nuestra vida, nuestros bienes y los recursos de la tierra, a Dios y a los hombres, a la sociedad y sobre todo a quienes vendrán después de nosotros.
El administrador de la parábola ha buscado simplemente su propio beneficio y, cuando llega el día en el que debe rendir cuentas y le quitan la administración, debe pensar qué hacer para su futuro. En esta difícil situación, él comprende que el valor más importante no es la acumulación de los bienes materiales, porque las riquezas de este mundo pasan; y, entonces, se le ocurre una idea brillante: llama a sus deudores y “recorta” sus deudas, renunciando por tanto a la parte que le hubiera tocado a él. De esta manera, pierde la riqueza material, pero gana amigos, que estarán dispuestos a ayudarlo y sostenerlo.
Reflexionando sobre este relato, Jesús nos exhorta: «Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que este les falte, ellos los reciban en las moradas eternas» (v. 9). El administrador de la parábola, en efecto, aun en la gestión de la riqueza deshonesta de este mundo, encuentra un modo para tener amigos, saliendo de la soledad del propio egoísmo; mucho más nosotros, que somos discípulos y vivimos en la luz del Evangelio, debemos usar los bienes del mundo y nuestra misma vida pensando en la riqueza verdadera, que es la amistad con el Señor y con los hermanos.
Queridos hermanos, la parábola nos invita a preguntarnos: ¿cómo estamos administrando los bienes materiales, los recursos de la tierra y la vida que Dios nos ha dado? Podemos seguir el criterio del egoísmo, poniendo la riqueza en primer lugar y pensando sólo en nosotros mismos; pero esto nos aísla de los demás y esparce el veneno de una competición que a menudo provoca conflictos. O bien podemos reconocer que hemos de administrar todo lo que tenemos como don de Dios, y usarlo como instrumento para compartir, para crear redes de amistad y solidaridad, para edificar el bien, para construir un mundo más justo, más equitativo y más fraterno.
Pidamos a la Virgen Santa que interceda por nosotros y nos ayude a administrar bien todo aquello que el Señor nos confía, con justicia y responsabilidad.