Religión en Libertad

Sus primeras declaraciones y nombramientos parecen tender especialmente hacia la comunión eclesial 

¿Podrá León XIV devolver la unidad a la Iglesia? 5 focos urgentes, de la curia a la misa tradicional

El Papa León XIV, durante la toma de posesión de la Cátedra Romana del Obispo de Roma este 25 de mayo.

El Papa León XIV, durante la toma de posesión de la Cátedra Romana del Obispo de Roma este 25 de mayo.

José María Carrera Hurtado
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Si algo comenzó marcando el pontificado de León XIV incluso antes de ser elegido fue el de la unidad de la Iglesia. Ya desde el precónclave se dio un encarnizado debate entre quienes consideraban que pensar en la unidad como prioridad era “el camino equivocado” -cardenal Czerny-, y quienes, por otro lado, llamaban a “abandonar cualquier consideración personal” y elegir “el Papa que la Iglesia y el mundo necesitan en este momento de la historia tan difícil y complejo” -Battista Re-.

Sin embargo, por las filtraciones de los votos y bloques durante el cónclave se desprende que el cardenal Prevost, Papa León XIV, representó finalmente la victoria de la opción de la unidad. Algo que se plasmó no solo en los “mucho más de 100 votos” -sobre 133- para el estadounidense, según el cardenal Tsarahazana, sino también en los análisis inmediatamente posteriores a su elección, considerándole “un Papa para la unidad de la Iglesia”.

La cuestión no es baladí, ya que uno de los elementos que ha marcado a la Iglesia durante los últimos años ha sido una polarización sin precedentes en lo doctrinal, litúrgico e incluso pastoral o ante escándalos y polémicas.

Ya en su primer y breve saludo y bendición urbi et orbi en San Pedro, León XIV asumió especialmente la misión de devolver la unidad a la Iglesia, haciendo referencia a ello hasta en 7 ocasiones. Llamado que reiteró insistentemente durante la misa de inicio del pontificado del pasado 18 de mayo, por citar solo algunos ejemplos.

Indagando en los múltiples escenarios que se presentan ante León XIV respecto a la búsqueda de unidad, el analista Jonathan Liedl destaca en National Catholic Register cinco ámbitos de especial urgencia:

Sinodalidad: cohesión frente a la "angustia, ira y traición"

Ya durante la apertura de la segunda Asamblea del Sínodo de la Sinodalidad en octubre de 2024, el predicador Timothy Radcliffe admitió en una de sus meditaciones que no era ningún secreto que Fiducia Supplicans “provocó angustia e ira entre muchos obispos de todo el mundo”, y que incluso “algunos miembros de este Sínodo se sintieron traicionados. A menudo resulta que son los clérigos los más desconfiados del camino sinodal y los que más se resisten a él”, expresó en el mismo sínodo.

Desde sus primeras palabras como pontífice ante los miles de fieles en San Pedro, León XIV reiteró su compromiso con la sinodalidad impulsada por Francisco, si bien esta parece tener un significado distinto para el pontífice y, en buena parte, está definido por la unidad. El Sínodo, dijo el cardenal Prevost, “está produciendo en sus participantes y en los que siguen el proceso una invitación a una conversión, a un reconocimiento de la importancia de ser Iglesia, escuchando, dialogando, promoviendo una experiencia nueva en lo que es caminar unidos”.

Ese “caminar unidos”, sin embargo, no parece ser la impresión que la Iglesia universal tiene sobre el Sínodo de la sinodalidad. Para Liedl, este será uno de los campos principales en que el pontífice podrá hacer gala de esa reiterada comunión eclesial, pues “si quiere que más católicos apoyen el sínodo, tendrá que abordar las preocupaciones de que haya sido excesivamente influenciado por un pequeño grupo cuyo objetivo es introducir cambios significativos en la doctrina”.

“Tanto los participantes como los observadores han expresado su preocupación por el hecho de que las opiniones teológicas que han guiado el proceso no son representativas de toda la amplitud de la teología católica actual, incluso en cuestiones controvertidas como la descentralización de la autoridad doctrinal y la corresponsabilidad de los ordenados y los laicos”, observa Liedl.

Hacer justicia con Rupnik y centralizar la postura frente a los abusos

Para Liedl, es difícil plantear una acción “más obvia” de cara a la unidad y cohesión eclesial que garantizar que Marko Rupnik, el exjesuita y artista acusado de abusar sexualmente de decenas de religiosas a su cuidado espiritual, sea llevado ante la justicia.

Son muchos los que consideran que el Papa Francisco protegió a Rupnik, a quien conocía personalmente, lo que conmocionó a católicos de todos los ámbitos de la Iglesia y frustró a las víctimas de abusos. Un apoyo que inicialmente se mostró impidiendo que el Dicasterio para la Doctrina de la Fe levantara la prescripción de Rupnik en 2022, permitiendo que el sacerdote siguiera recibiendo honores y encargos artísticos incluso después de que las acusaciones de abuso se hicieran públicas.

Tras una importante reacción pública, Francisco levantó finalmente la prescripción en octubre de 2023 y actualmente el juicio está en curso, aunque las víctimas han expresado su frustración por la lentitud del proceso, aún sin un tribunal designado formalmente.

“Siendo experto en Derecho Canónico, el Papa León XIV podría informar a los líderes del Doctrina de la fe sobre la prioridad del juicio del Padre Rupnik, restringir su libertad de movimiento y ministerio mientras se juzga su caso”, así como aplicar otras medidas que podrían contribuir a transmitir la imagen de una postura cohesionada frente a los abusos de los que se acusa a Rupnik hasta que se esclarezca una sentencia.

Traditionis custodes: de revocarlo a obviarlo y no aplicarlo

En no pocos medios se ha considerado la reacción vaticana ante la celebración del “usus antiquior” de la misa o misa tradicional como una de las piedras de toque en torno a la unidad de la Iglesia. El rechazo del Papa Francisco a esta liturgia no era un secreto: uno de los documentos más polémicos de su pontificado derogó en la práctica el Summorum Pontificum con el que Benedicto XVI reconocía que dicho rito “nunca fue abrogado”, dificultando o impidiendo su celebración en muchas partes del mundo y por nuevos sacerdotes. Francisco admitió hacerlo buscando “promover la concordia y la unidad de la Iglesia”, pero pasados cuatro años de su publicación, la polarización al respecto no ha hecho sino aumentar, destacando la incomprensión de los fieles del rito latino ante una prohibición por motivos que les son ajenos.

Actualmente, algunos obispos han impedido por completo su celebración. Otros limitan la misa a algún día al mes, creyendo de que permitirla cada domingo fomentaría la división. Y un tercer grupo de obispos la permiten sin restricción alguna y también sin rasgos de hostilidad aparente por los fieles. Muchos se preguntan si esa división u hostilidad no crecerá precisamente por una prohibición total o parcial impuesta a un rito concreto, como si este fomentase la división por sí mismo, mientras que se permiten otros sin impedimento alguno, como el mozárabe o el ucraniano entre decenas de otros ritos vigentes.

En opinión de Liedl, León XIV tiene un amplio elenco de opciones a seguir, pero aventura que, si reconciliarse con los fieles de la liturgia llamada tradicional es para él una prioridad, podría revocar Traditionis Custodes y revalidar Summorum Pontificum, o bien permitir que no se aplique el documento de Francisco y autorizar a obispos y sacerdotes recién ordenados a su celebración. Por de pronto, hay quien interpreta la postura de León XIV como respetuosa con la liturgia tradicional, a raíz de declaraciones y entrevistas previas en las que advierte de “la necesidad de recuperar el sentido del misterio” en la liturgia, muy presente en el rito tradicional.

La elevación de cardenales ortodoxos, especialmente en EEUU

Aunque más local, la cuestión de los cardenales estadounidenses es otro aspecto que León XIV podría abordar de cara a fortalecer la unidad en la Iglesia. Especialmente por su propia procedencia de Estados Unidos, el pontífice conoce la fuerte polarización que se da entre los purpurados norteamericanos, destacando los llamados “progresistas”. Entre ellos se encuentran los elevados al cardenalato por el Papa Francisco, Blase Cupich (Chicago), Joseph Tobin (Newark), Wilton Gregory (Washington, retirado) y Robert McElroy (Washington).

Liedl considera “especialmente impactante” la elección del cardenal McElroy en 2021, cuando era obispo de la diócesis de San Diego -con 1,3 millones de católicos-, mientras que se mantenía a otros de mayor responsabilidad y rango como José Gómez, de Los Ángeles, al frente de 4 millones de fieles residentes en uno de los estados más progresistas del “muro azul” de los Estados Unidos.

Lo cierto es que una elevación de Gómez como cardenal podría contribuir a una unidad desde la ortodoxia que el mismo arzobispo ha reclamado desde puestos de gobierno como presidente de la Conferencia de episcopal de Estados Unidos (USCCB) hasta 2022.

Precisamente ese fue su llamado en uno de sus últimos discursos de apertura como presidente de la USCCB. Fue en primavera de 2021, cuando Gómez recordó que “sólo una Iglesia unida puede sanar las heridas y desafiar las injusticias que vemos hoy con mayor claridad”.

“Debemos cuidarnos de la tentación de pensar en la Iglesia en términos simplemente políticos”, dijo el obispo al recordar que “la unidad en la Iglesia no significa conformidad de opiniones ni acuerdo automático entre obispos”.

Los apóstoles discutían apasionadamente. Discrepaban sobre estrategias y métodos pastorales. Pero nunca sobre la verdad del Evangelio. Solo una Iglesia unida puede sanar las heridas y desafiar las injusticias que vemos con mayor claridad ahora a raíz de esta pandemia. El poder de nuestra visión católica fluye de nuestra profunda conciencia de la unidad de la vida, desde la concepción hasta la muerte natural, y la unidad de la familia humana, cada persona un hijo de Dios”.

Unificar y fortalecer la curia

Otro de los campos que pueden reforzar la unidad en la Iglesia es el del posicionamiento estratégico de cargos en la curia romana, lo que comenzó este lunes con su primer gran nombramiento del cardenal Baldassare Reina como canciller del Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia, sucediendo al reformista italiano Vincenzo Paglia.

 Un nombramiento de gran relevancia en lo simbólico, pues hay quienes lo consideran una vuelta a los orígenes del Instituto, un deseo de sanar las divisiones y de reafirmar la identidad del organismo frente a un cuestionado liderazgo de Paglia. Durante su periodo al frente del Instituto, se cesó a los académicos Melina y Noriega, se dieron pasos fácilmente interpretables como gestos de cercanía a las posturas de Joe Biden favorables al aborto y se asumió una “nueva teología pastoral” tendente a una menor claridad doctrinal y ortodoxia, entre otros aspectos y nombramientos. Con el Cardenal Reina, el Vaticano parece tendente a una postura más ortodoxa y clara.

Liedl observa “muchas otras oportunidades” que posiblemente se barajen en el Vaticano respecto a la curia. Entre ellas, aventura el también cuestionado Dicasterio para la Doctrina de la Fe bajo la prefectura de Víctor Manuel Fernández, polémico por su preparación para el cargo o por varias controversias entre las que destaca la promulgación de Fiducia

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