Se ofreció como vientre de alquiler altruista, pero no vivió un cuento de hadas sino una «pesadilla»
Su prima Marje, hace 12 años, se presentó en su casa para hacerle una petición inusual

Marie-Anne no aceptó a la ligera llevar en su vientre a una hija que no era suya.
Marie-Anne Isabelle sabía poco o nada sobre la maternidad subrogada cuando su prima Marje, hace 12 años, se presentó en su casa para hacerle una petición decididamente inusual: "¿Quieres llevar en tu vientre a mi hija?". Marie-Anne tenía 39 años en 2013 y estaba contenta con su vida, emocionalmente satisfecha gracias a su pareja y a sus dos hijos de 6 y 10 años. Tampoco necesitaba dinero y, de todos modos, nunca se lo habría pedido a Marje: para ella era más que una hermana y, cuando su prima descubrió que tenía cáncer de útero y que necesitaba una histerectomía para sobrevivir, Marie-Anne sufrió mucho, sabiendo lo mucho que Marje deseaba tener un hijo. Lo cuenta Leone Grotti en Tempi.
Marie-Anne había leído algo sobre mujeres indias explotadas para dar a luz bebés en beneficio de parejas ricas occidentales y asiáticas. Pero Marje la tranquilizó de inmediato, diciéndole que en su caso todo sería diferente. No solo porque en el Reino Unido la única maternidad subrogada legal es la altruista, que no implica intercambio de dinero entre el cliente y la gestante, ni explotación, al menos en teoría, sino también porque, le garantizó su prima, Marie-Anne podría estar cerca de la niña, convirtiéndose en su madrina y permaneciendo para siempre como una figura importante y presente en su vida.
"Quería ayudar a mi prima, así que creí en la imagen que se tiene de la gestación subrogada en nuestro mundo moderno de cuento de hadas: un maravilloso regalo de amor, una experiencia positiva. Quería a mi prima y por eso acepté. No pensé que esta decisión arruinaría mi vida".
"No podría vivir sin verla"
Marie-Anne es una de las pocas madres subrogadas que ha aceptado contar públicamente su historia: muchas mujeres se arrepienten, pero al haber firmado contratos leoninos que incluyen cláusulas de confidencialidad, no pueden exponerse. A otras, sobre todo en el Reino Unido, los jueces les imponen una orden restrictiva que les prohíbe comunicarse con los periódicos. Otras son amenazadas o sienten vergüenza.
Marie-Anne, en cambio, ha decidido denunciar que "en la maternidad subrogada los únicos ganadores son los explotadores, mientras que las gestantes y los niños salen perdiendo" y que "se trata de un negocio que debería prohibirse en todo el mundo".
El 4 de octubre, la mujer, junto con otras tres chicas, prestó su dramático testimonio en el Senado de París con la ayuda de la asociación francesa Ciams y la inglesa Stop Surrogacy Now UK. Luego aceptó repasar su historia con Tempi:
A pesar de estar bien dispuesta hacia su prima y contar con el apoyo de toda la familia, Marie-Anne no aceptó a la ligera llevar en su vientre a una hija que no era suya y le puso una condición precisa a Marje: "Le dije que estaba de acuerdo, que lo haría por ella, pero le precisé que quería tener relación con la niña después del nacimiento. De hecho, la miré directamente a los ojos y le dije: 'Recuerda que no podría vivir sin verla'".
Prisionera en mi propio cuerpo
Marie-Anne obtuvo las garantías que necesitaba y se sometió a la fecundación in vitro. Antes de la histerectomía, su prima había congelado unos embriones producidos con sus óvulos y el esperma de su marido. Con la implantación de los dos embriones, uno de los cuales sobrevivió, comenzó el calvario para Marie-Anne: "La inseminación fue invasiva, dolorosa y agotadora. Tenía que hacerme análisis de sangre y inyecciones especiales continuamente para no correr el riesgo de perder al bebé. Me hice tantas que desarrollé una fobia a las agujas".
Los nueve meses de gestación también fueron difíciles, y no solo porque durante los tres primeros tuvo "fuertes dolores y náuseas" que la obligaron a quedarse en casa sin poder ir a trabajar. "Durante el embarazo de mis dos hijos tenía el control total de mi cuerpo y yo decidía qué comer y qué hacer", continúa Marie-Anne. "La gestación subrogada, en cambio, fue una pesadilla. Desde el primer minuto, mi prima empezó a controlarme: me llamaba continuamente para preguntarme cómo estaba, me decía qué comer, era como si quisiera apoderarse de mi cuerpo, como si esa niña no fuera mía, sino suya. Viví nueve meses bajo presión. Mi prima no tenía el control del embarazo, así que intentó ejercerlo sobre mí para que viviera la vida que ella quería. Por primera vez, sentí que era prisionera de mi propio cuerpo".
El lúgubre aparcamiento del hospital
Marie-Anne asegura que "nunca se sintió realmente la madre de esa niña, quizá porque no tenía ningún vínculo biológico con ella". Pero durante los nueve meses de embarazo "inevitablemente desarrollé un apego y, aunque en aquel momento no quería tener un tercer hijo y sabía que nunca me la quedaría, no estaba preparada para separarme de ella para siempre. Y sigo sin estarlo ahora, diez años después".

Durante los tres primeros tuvo fuertes dolores.
Marie-Anne se dio cuenta enseguida de que algo no iba bien. La relación con su prima Marje, que antes era maravillosa, empeoró rápidamente. Ella "estaba cada vez más obsesionada con el control y me trataba con hostilidad. No sé por qué, pero estoy bastante segura de que estaba celosa porque yo llevaba a su hija en mi vientre y porque le recordaba en todo momento que ella no podía hacerlo".
Fue cuando Marje le dijo que no era "feliz" y que, si hubiera tenido dinero, habría pagado a otra persona, una desconocida, para que diera a luz a la niña en su lugar, cuando Marie-Anne comprendió que "querían deshacerse de mí". Sin embargo, no podía imaginar cómo iba a suceder.
"Durante el embarazo pensé muchas veces en cómo me separaría de la niña: lo haría ya en la cama del hospital, en un ambiente tranquilo, con un ramo de flores en la mesita de noche, confiando a esa criatura al cuidado amoroso de mi prima". Pero no había tenido en cuenta la legislación inglesa, que considera a la parturienta como la única madre legal, al menos hasta que declare explícita y voluntariamente que abandona al niño en favor de la familia comitente.
Al no haberse completado aún los trámites legales ante un juez, el hospital, a pesar de saber que se trataba de una maternidad subrogada, no permitió hipócritamente que Marie-Anne confiara la niña a su prima. El traspaso tuvo lugar en un lugar muy poco romántico, sin flores y sin música de fondo: en el lúgubre aparcamiento del hospital.
"Nunca olvidaré ese momento. Salí del hospital con la niña en brazos y, junto a la entrada, prácticamente en medio de la calle, mi prima cogió a la pequeña, me dijo 'Hasta pronto' y se marchó. Yo me quedé allí aturdida y no podía dejar de repetirme: 'Esto no es justo'. Debido a esa situación, desarrollé una fobia a los hospitales y, aún hoy, no soy capaz de entrar en ellos".
"Acabé en un manicomio"
Era mayo de 2014 cuando nació Sienna. Marie-Anne se vio en casa, de baja por maternidad, con mil pensamientos dando vueltas en su cabeza y dos hijos a los que cuidar y atender. Pero era a la pequeña a quien quería ver constantemente. Y su prima cada vez se dejaba ver menos. "Tenía altibajos desde el punto de vista físico y emocional. Fingía estar feliz delante de mis hijos, quería recuperar el tiempo perdido con ellos. Pero no lo conseguía: no me encontraba bien. Solo quería volver a abrazar a Sienna, pero Marje no me dejaba verla".
Los contactos se redujeron casi a cero y, en lugar de la niña, Marie-Anne se encontró con todos los documentos previstos por la ley para completar el trámite y de los que nadie le había hablado nunca. De hecho, la madre subrogada debe dar su consentimiento ante un juez firmando el formulario A101A para la cesión de los derechos parentales a través de una Orden Parental. "Me había pasado nueve meses repitiéndome que no era la madre. Y luego me encontré con estos documentos que afirmaban que era la madre. Sin embargo, mi prima ya no me dejaba ver a la niña. Como resultado, acabé en el hospital por problemas psiquiátricos y Marje intentó aprovecharse de ello alegando ante el juez que no era necesario que firmara esos documentos porque era incapaz de entender y actuar con discernimiento".
Marie-Anne no quería obtener la custodia de la pequeña Sienna, estaba dispuesta a ceder sus derechos parentales: solo deseaba que el juez le reconociera por escrito que tenía derecho a ver a la niña, al menos de vez en cuando. Pero esto era imposible "porque la maternidad subrogada, para ser altruista, debe ser completamente libre. Por tanto, no podía poner condiciones".
Tras un año de juicio, Marje prometió que le permitiría establecer una relación con Sienna y Marie-Anne cedió, firmando todos los documentos. Pero su prima no cumplió su promesa y ya son diez años los que la madre subrogada lleva sin ver a la pequeña que dio a luz. "Estoy consternada, me han utilizado como una máquina de fabricar bebés, me han tratado como un objeto, una alternativa barata a la maternidad subrogada comercial. Es repugnante, no pensaba que la ley no protegiera de ninguna manera mis derechos. Yo llevé a Sienna en mi vientre durante nueve meses, ¿cómo pueden pretender que no tenga más contacto con ella?".
Por esa niña a la que ya no puede ver, Marie-Anne ha sufrido y sigue sufriendo. "Me diagnosticaron un trastorno por estrés postraumático y tuve que someterme a sesiones de EMDR [Eye Movement Desensitization and Reprocessing, Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares]. Debido a mis problemas, rompí la relación con mi pareja y, durante un breve periodo de tiempo, los asistentes sociales me quitaron a mis hijos, aunque luego me devolvieron la custodia", cuenta. "Trabajaba como profesora de primaria y tuve que dejar mi empleo, porque ya no puedo ocuparme de niños". Para sus hijos también ha sido duro: "Uno de ellos ha desarrollado una forma de autismo y parte de sus problemas están sin duda relacionados con esta situación".
Los derechos del niño
Después de haber experimentado la maternidad subrogada, en su forma teóricamente más aceptable, Marie-Anne cambió completamente de opinión sobre esta práctica: "Siento una gran simpatía por quienes no pueden tener hijos, de lo contrario nunca me habría sometido a todo esto. Pero un niño nunca debería ser un proyecto. Hay quien dice que la subrogación emancipa a las mujeres, pero cuando tu cuerpo es explotado por otra persona, ¿dónde está el empoderamiento? Sigo pensando que las mujeres pueden usar su cuerpo como quieran, pero no a costa de su salud. Los derechos de las mujeres son importantes, pero también hay que equilibrarlos con los del niño".
Y precisamente para que nadie más tenga que pasar por una 'pesadilla' similar, Marie-Anne pide hoy la abolición universal de la maternidad subrogada: "Yo realmente quería hacer algo bueno, pero me explotaron. Sin embargo, la ley nunca debería haber permitido algo así. La gestación subrogada es un engaño, no es segura para nadie. Se dicen muchas cosas bonitas, pero todo es falso. La realidad es simplemente diferente de los cuentos de hadas que quieren hacernos creer y la gente debe entenderlo. Por eso he decidido hablar".
Marie-Anne sigue intentando reconstruir su vida. Ha cambiado de trabajo, cuida de sus dos hijos y el año que viene se casará con su nueva pareja. Pero su mente sigue volviendo a aquel lúgubre aparcamiento de un hospital, cuando tuvo que entregar a la pequeña Sienna a otros brazos, que la traicionaron: "Estoy intentando aceptar el hecho de que, probablemente, nunca volveré a verla. No es fácil. Solo quería ayudar a otra familia, pero al hacerlo destruí la mía".