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Ante el riesgo de impugnación del cónclave, los cardenales estudian modificar la norma que lo regula

El número de cardenales electores viola claramente lo dispuesto por la constitución Universi Dominici Gregis.

El número de cardenales electores viola claramente lo dispuesto por la constitución Universi Dominici Gregis.Vatican media

Redacción REL
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C.L.

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Actualmente hay en la Iglesia 135 cardenales menores de 80 años, que son los que tienen derecho a participar en el próximo cónclave. 

Pero la constitución Universi Dominici Gregis "sobre la vacante de la Sede Apostólica y la elección del Romano Pontífice", promulgada en 1996 por Juan Pablo II para regular, entre otras cosas, el funcionamiento del cónclave, es absolutamente clara:  establece que "el número máximo de cardenales electores no debe superar los 120". Esta cifra ya había sido fijada por Pablo VI en 1975 en la constitución Romano Pontifici Eligendo, en la que estableció también el límite de edad. 

La constitución establece en su artículo 76 que "si la elección se hubiera realizado de modo distinto a como ha sido prescrito en la presente Constitución o no se hubieran observado las condiciones establecidas en la misma, la elección es por eso mismo nula e inválida, sin que se requiera ninguna declaración al respecto y, por tanto, no da ningún derecho a la persona elegida".

Como en el viejo adagio: se obedece... pero no se cumple

Que el número de cardenales electores supere el límite legal no es nuevo. Curiosamente, el primero en pasar por alto esta disposición fue el propio Papa Karol Wojtyla, quien en el consistorio del 21 de febrero de 1998 llevó el número de cardenales electores a 122. 

Un exceso, sin embargo pequeño y momentáneo, pues dos cardenales padecían avanzados cánceres y uno falleció a los pocos días por una obstrucción intestinal: el cardenal arzobispo de Buenos Aires, Antonio Quarracino, de 74 años, a quien sucedió automáticamente el obispo coadjutor, Jorge Mario Bergoglio. De modo que un mes después del consistorio el número de electores era ya de 199.

Nada que ver con lo que pasó en el de 22 de febrero de 2001, donde Juan Pablo II elevó el número de cardenales electores a 135, como ahora. Tenía 81 años y no había un temor inminente por su vida, con lo cual apostó por una reducción cronológica natural del colegio cardenalicio.

Falta un año para ser 'legales'

Los Papas, pues, han sido laxos con la norma. Lo peculiar de la situación actual es que el estado de salud de Francisco ya no era bueno cuando en el último consistorio, el 7 de diciembre de 2024, con el tope ya alcanzado, creó una veintena y dejó el número de cardenales electores en 140, destacando además por su juventud, con una edad media de 62,5 años. Desde entonces, cinco han llegado a octogenarios, perdiendo la posibilidad de elegir a su sucesor.

En estos momentos, si no hay fallecimientos entre los cardenales electores, el número de 120 solo se alcanzará cuando cumplan 80 años los 15 que tienen ahora 79, de los cuales el último y más joven será el cardenal arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, quien cumplió el 21 de abril.

Ahora bien, si tenemos en cuenta que lo más probable es que el cardenal Angelo Becciu acabe siendo considerado cardenal elector, nos encontraríamos con que hasta el 22 de mayo de 2026, en que cumple 80 años el mayor de los que tienen ahora 78, que es el cardenal Francesco Montenegro, arzobispo emérito de Agrigento (Italia), no se alcanzaría la cifra que 'legalizaría' el cónclave.

¿Supone esto que Francisco, en octubre de 2024 -cuando anunció el consistorio de diciembre-, contaba con vivir casi dos años más, sin poner en riesgo la legalidad del cónclave? 

No necesariamente. Más bien supone que contaba, como sus predecesores, que en caso de que la muerte le llegase con el número sobrepasado, las congregaciones generales harían lo que van a hacer próximamente: modificar la norma para adaptarla a la realidad. 

Francisco, como sus predecesores, prefirió correr ese riesgo legal, que tiene solución, para no sacrificar la internacionalización del colegio cardenalicio, que es la tendencia postconciliar que ha doblado y a veces triplicado el número de cardenales electores que eran normales hasta mediados del siglo XX. Además, por supuesto, de ganar margen de maniobra para configurar un colegio según sus criterios respectivos.

Los cónclaves donde fueron elegidos, ya bajo la norma de los 120, los cuatro últimos Papas, se hicieron con 111 purpurados (Juan Pablo I y Juan Pablo II) y con 115 (Benedicto XVI y Francisco).

Riesgo de impugnación

Ahora se hará, sin duda, con 135 o 136 (si Becciu es incorporado), porque los miembros de las congregaciones generales ya están estudiando la modificación del artículo 33 de la constitución Universi Dominici Gregis. Si el cónclave se celebrase sin haberla modificado, podría ser impugnado, ya sea por cardenales opuestos al que salga elegido, ya sea por cardenales no electores u obispos. 

Ya es más complejo cómo y ante quién se haría la impugnación, pero independientemente de su valor jurídico, tendría una indudable fuerza moral y una segura repercusión mediática

El prestigio de la propia Santa Sede y del Vaticano como institución de relevancia internacional quedaría muy comprometido si se elige Papa contra las normas del máximo rango que regulan la elección.

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