Martes, 19 de marzo de 2024

Religión en Libertad

Se publica en español «Diario en prisión», las reflexiones escritas en su cautiverio

Los primeros días «espartanos» del cardenal Pell en prisión: asesinos, cánticos islámicos y sin luz

Cardenal Pell.
El cardenal Pell ha publicado el diario escrito durante su condena en prisión de 404 días.

José María Carrera / ReL

El 29 de junio de 2017, el cardenal George Pell –entonces prefecto de la Secretaría para la Economía del Vaticano­–, fue acusado por la policía australiana de cometer abusos sexuales. La “contundencia y claridad” en su rechazo a las acusaciones no evitó el juicio al cardenal, que se saldó inicialmente con un veredicto de culpabilidad en 2018.

Tras ser enviado a prisión preventiva y condenado a seis años de cárcel, Pell mantenía su inocencia: “La idea de los abusos sexuales me resulta abominable”. Con el aplomo y firmeza de quien se sabe en la verdad, apeló desde prisión en marzo de 2020 y el Tribunal Supremo Australiano anuló las sentencias por unanimidad. George Pell fue puesto en libertad tras una injusta condena de 404 días, que ha narrado en su Diario en prisión (Palabra), que acaba de publicarse en español

"Iré a la cárcel"

El 27 de febrero el cardenal Pell se despertó pronto, antes de que sonase la alarma a las 6 de la mañana. Celebró la misa votiva de Nuestra Señora, a quien se había encomendado, y marchó al tribunal acompañado de algunos familiares, amigos y uno de sus abogados, Paul Galbally.

“Mientras esperaba, supe que Paul tenía malas noticias. Me lo confirmó cuando me dijo que no creía que el recurso ante la audiencia fuese a prosperar. Esperé a escuchar la opinión de Robert Richter –otro de sus abogados y consejero de la reina– y después accedí”, menciona el cardenal. “Por la tarde, iré a la cárcel”.

Dos rosarios, un breviario y una tetera

“Dos guardias me han cacheado con sumo respeto", escribió tras su ingreso en la prisión de Victoria. "Uno de ellos me dijo que estuvo presente en la sala y que me considera inocente. Parece que hasta David Marr –autor de la crítica biografía del cardenal The Prince: faith, abuse and George Pell– ha reconocido que cree que en este caso soy inocente”.

“Desde el primer día me han dejado conservar el breviario, y alguien ha puesto un par de rosarios en mi celda, ya que el mío me lo confiscaron, como casi todas mis pertenencias”.

Entre ellas, el reloj. “Trato de deducir la hora observando la luz que atraviesa los cristales de la ventana. La mejora en la valoración de mi estado mental, que ya era bueno desde el principio, ha supuesto que me entreguen una pequeña tetera eléctrica y una televisión”.

Plástico opaco, manchas de pintura y sin silla: “Este es mi hogar”

En su celda había "una gran ventana de barrotes y cristal o plástico opaco, sin persiana ni cortina, así que puede verse cómo avanzan el día y la noche, pero añoro el sol y el paisaje urbano y el campo. En esta prisión provisional no hay un solo cristal transparente”.

“La cama y el retrete son muy bajos, y en mi celda no hay silla, por lo que me duelen las articulaciones en la pierna, sobre todo de la izquierda”, añadía en sus diarios.

Pidió una silla más alta, pero el director le explicó “que no quería que que le acusasen "de entregarme una más cómoda. Yo le he respondido que solo quiero una más alta. Han puesto tres sillas de plástico, una encima de la otra”.

Tendría que esperar más de una semana para conseguir una escoba. “He barrido mi pequeña celda. Quedan salpicaduras de pintura en el suelo, no hay cortinas y el retrete está al descubierto, a menos de un metro de donde escribo, pero de momento, este es mi hogar”.

Diario en prisión: el cardenal Pell recurre la sentencia.

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Un lugar de castigo: falta de luz y condiciones espartanas

La silla no fue ni la única ni la mayor de sus preocupaciones. “La cárcel es un lugar de castigo”, menciona. “Las solicitudes tardan en responderse y los malentendidos son habituales. Un par de días de retraso es lo normal, y las condiciones espartanas de la celda y la ocultación de la luz son parte de sus esquemas”.

Durante el turno de llamadas, el cardenal intentó llamar en varias ocasiones a su hermano, pero el teléfono sonaba como si estuviese descolgado. “Terminé por preguntar si habían apuntado bien su número en la lista. Faltaba un número, y el jefe me había prometido arreglarlo, pero no ha cambiado nada”.

Otra situación semejante fue cuando una tarde pidió material para afeitarse. “Hay que afeitarse por la mañana”, le respondieron, asegurando que por aquella vez, harían una excepción. “No la han hecho, y no llegaron los útiles”, escribía.

Entre asesinos, adictos y cánticos musulmanes

Uno de sus vecinos de celda era James Gargasoulas, “el asesino de la calle Bourke”. Fue el autor de un atropello múltiple y deliberado que quitó la vida a 6 personas y dejó 27 heridos. “O está loco, o se esfuerza por aparentarlo”, recoge el cardenal. “No estoy seguro de qué religión profesa, porque dice que es un dios o un mesías”.

“Otros internos de la unidad de vigilancia están con abstinencia de hielo (metanfetamina de cristal) y desde luego los hay con problemas psiquiátricos”. Mientras, “los cantos de oración de los musulmanes han comenzado a colarse en mi celda. Mi seguridad es la principal preocupación” del personal de prisiones. “Y la mía”, añade.

Aferrado a la fe y su rutina de oración

“Bastantes personas, hasta el personal de la cárcel, me ha dicho que mi fe será de gran ayuda en estos momentos. Mi primera reacción habría sido contestarles con brusquedad que eso ya lo sabía, pero sé que lo han dicho con buenas intenciones, y son sinceros”.

Al cardenal le resultaba extraño no celebrar la Misa todos los días, incluso menciona en varias ocasiones la dificultad de concentrarse en la propia oración. “He empezado a hacer una rutina, comenzando con la Liturgia de las Horas y con un rato de oración más tarde”, relató el tercer día en prisión.

El primer domingo sin misa

Recuerda especialmente el 3 de marzo de 2019, su primer domingo en prisión. Aquel día fue “el primer domingo en décadas en el que, exceptuando la enfermedad, no he asistido ni celebrado misa, desde hace más de 70 años.  Ni si quiera he podido comulgar”.

“La hermana Mary –de capellanía– me ha traído la Comunión y hemos tenido un momento de celebración de la palabra con las lecturas del domingo. Echo de menos la Misa, y he agradecido mucho la Eucaristía. En capellanía hacen un buen trabajo, y la hermana Mary dice que los presos, de los que según ella el 35% se consideran católicos, agradecen su labor”.

Días de reflexión: de los escándalos al cambio climático

El tiempo que pasó en prisión le permitió desarrollar extensas reflexiones de actualidad. Desde los matrimonios homosexuales, el celibato sacerdotal o los escándalos sexuales, hasta el cambio climático o el “fundamental papel de los fieles en esta época oscura”.

La fidelidad a Cristo y sus enseñanzas sigue siendo indispensable para que el catolicismo dé frutos y para el renacer religioso. Por eso son tan peligrosas las interpretaciones 'aprobadas' de la Amoris Laetitia en Argentina y Malta. Van en contra de las enseñanzas de Jesús sobre el adulterio”.

Atrapado en una lucha

“No cabe duda de que mi conservadurismo social y mi postura a favor de la ética judeocristiana ha suscitado la hostilidad del público, y más entre los secularistas militantes. Creo en la Providencia de Dios; nunca elegí esta situación y he hecho lo posible por evitarla, pero aquí estoy, y debo esforzarme por cumplir Su voluntad”.

Estoy atrapado en una lucha entre el bien y el espíritu del mal, que últimamente he sentido con mayor intensidad”, aseguraba el cardenal.

Pudo sentir la presencia del mal

“Una amiga, profesional y académica veterana, estaba en la audiencia cuando el jurado emitió su veredicto de culpabilidad. Es una creyente sincera, católica, pero no muy mística, y afirmó que pudo sentir la presencia del mal entre el jurado. Fue el peor momento de su vida”, recordaba.

Sus diez primeros días en prisión concluyeron con el dictamen de la sentencia que le condenaría a 3 años y 8 meses de prisión. “Oír la sentencia será desagradable”, escribió antes de conocer el desenlace, “y he elegido hacerlo de pie, aunque el juez me ofrezca la opción de sentarme. Quiero rezar por él, y decirme mientras lo miro que también él sabrá que la sentencia es injusta”.

Más de un año después, el 7 de abril de 2020, el Tribunal Supremo de Australia votó por unanimidad revocar su sentencia. El cardenal Pell, libre de cargos, fue excarcelado.

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