Jueves, 18 de abril de 2024

Religión en Libertad

Haro Tecglen confesó a Hermann Tertsch el horror que le producía la aceptación social del aborto

C.L. / ReL

A la izquierda, Eduardo Haro Tecglen; a la derecha, Hermann Tertsch. Dos periodistas que coincidieron muchos años en «El País».
A la izquierda, Eduardo Haro Tecglen; a la derecha, Hermann Tertsch. Dos periodistas que coincidieron muchos años en «El País».

A pesar de los años transcurridos desde su muerte, la figura de Eduardo Haro Tecglen (1924-2005) continúa siendo recordada como una de las plumas más virulentas de la izquierda en la historia moderna del periodismo español. Durante más de un cuarto de siglo contó con una columna diaria en El País, del que fue editorialista, y desde sus páginas defendió incluso el estalinismo.

En su ámbito ideológico, sin embargo, muchos le reprochaban haber medrado durante el régimen de Franco y escrito artículos en honor de José Antonio Primo de Rivera (1903-1936), fundador de la Falange, asesinado al inicio de la guerra civil. También de crear entre los militantes rojos un rosario de víctimas de su "malevolencia" y su "miedo" (son calificativos del comunista Gregorio Morán, quien afirma que "fue un cobarde toda su vida") en el ejercicio de sus responsabilidades en medios antifranquistas como Triunfo.

En un artículo publicado este viernes en ABC, Hermann Tertsch recuerda un ejemplo de esa actitud. Cuando fue nombrado en 1993 subdirector y jefe de opinión de El País, Haro quedó "aterrado", según le confesó Javier Pradera (1934-2011), también editorialista en el diario de Prisa: "Piensa que vas a hacer con él lo que él haría contigo". "Llegó a mi recién estrenado despacho", evoca Tertsch, "para intentar convencerme con humildad impostada de que en realidad pensaba igual que yo en muchas cosas y quizás yo había entendido mal algunas de las más vitriólicas invectivas que me había lanzado en años anteriores".

"Sin embargo", continúa, "con todo aquello que yo detestaba de Haro Tecglen que era mucho y se mantuvo como su columna diaria, cuando le recuerdo tantos años después de su muerte siempre evoco una revelación suya de profunda calidad humana. Son unas pocas palabras redentoras que alteraron por completo el juicio definitivo sobre él. Siempre que me hablan de Haro Tecglen, por lo general de sus barrabasadas y su proverbial falsedad existencial, yo siempre recuerdo su mejor faceta, una reflexión de nobleza y profundidad que ha quedado en mi memoria como el gesto luminoso de un hombre por lo demás profundamente desgraciado".

Y se refiere a su posición ante el aborto, que le escuchó "más de una vez": "Decía Haro Tecglen que, en caso de que nuestra civilización siguiera avanzando, llegaría con seguridad a un momento en que miraría hacia atrás con horror e incomprensión, como hoy hace con los sacrificios humanos, el canibalismo, la esclavitud o la tortura, al hecho de que en estos tiempos la humanidad más avanzada considere asumible, aceptable y moralmente intachable matar a sus propios hijos antes de nacer. Sin que esto implicara posición alguna sobre una despenalización que sin duda aprobaba, auguraba que llegaría el día en que se impusieran formas que hicieran impracticable esta monstruosidad que hoy se pretende un derecho".

Tertsch trae a colación estas palabras de Haro tras referirse Pedro Sánchez a la victoria provida en el Senado argentino como "un paso atrás". Y avanza su propia opinión: "Los senadores argentinos... no se han sometido a la disciplina ideológica del Zeitgeist que libera de toda reflexión ulterior. La de quienes pretenden que el ser humano que crece en el seno de su madre es un mero apéndice del cuerpo de la misma que puede cortarse como una uña o un quiste. El encanallamiento progresivo de la sociedad occidental, su infantilización hacia la irreflexión y la frivolización hacen poco probable que se cumpla pronto la visión de Haro. Hoy te pueden encarcelar por un puntapié a una gallina pero descuartizar o succionar fetos de 14 o más semanas es un derecho inalienable. Sin embargo, pese a la colosal maquinaria que nos repite que somos unos insectos, que el universo es un terrarium y que solo nos queda la comodidad y el orgasmo como consuelo, hay muchos humanos convencidos de que cada individuo es único y sagrado. Y de que esa matanza permanente de tantos humanos indefensos ha de ser algún día evitable".

Pincha aquí para leer el artículo de Hermann Tertsch en su integridad.

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