Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

Reconocida la virtud heroica de esta gerundense

Empezó ayudando a algunos enfermos y hoy su obra está en 13 países: María Gay hacia los altares

En los colegios de las religiosas de San José de Gerona se transmite el legado de su fundadora
En los colegios de las religiosas de San José de Gerona se transmite el legado de su fundadora

ReL

El Papa Francisco autorizó el pasado martes 10 de diciembre el reconocimiento de las virtudes heroicas de diez cristianos. Una de ellos es la gerundense María Rosa Teresa Gay Tibau, fundadora de las Religiosas de San José de Gerona (www.irsjg.org).

Cuando María empezó a cuidar enfermos en 1851 probablemente no podía imaginar que dejaría un legado tan fecundo: las religiosas de San José de Gerona cuentan hoy con casi 60 comunidades presentes en 13 países (España, Francia, Italia, Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Argentina, México, Guinea Ecuatorial, Rwanda, Camerún y Republica Democrática del Congo), una red que mantiene 5 clínicas, 6 residencias y 2 colegios.

Bajo el poder napoleónico
María nació hace dos siglos (24 de octubre de 1813) en Llagostera, pequeña localidad en la provincia de Gerona. Entonces Llagostera se hallaba ocupada y oprimida por las tropas napoleónicas que habían robado las cosechas, quemado el juzgado y algunas masías, e intentado destruir la iglesia parroquial. El pueblo quedó desierto porque sus habitantes tuvieron que huir por las montañas o a otros lugares para salvar la vida.

Huérfana de padre
Derrotados los franceses en 1814 los vecinos pudieron volver a sus casas, pero se encontraron en la miseria.

Una de estas familias era la de María Gay Tibau, quien para más contrariedad quedaba huérfana de padre en 1815, antes de que naciera su hermano. Su madre se tuvo que ocupar del cuidado de sus dos hijos: María y Pedro.

En la familia se vivía una piedad sincera y profunda. María recibió las enseñanzas del catecismo de mano del párroco. Su vida transcurrió con sencillez y silencio al lado de su madre y de su hermano. Cuando tuvo edad para ello, ayudó a su madre en las tareas domésticas y cotidianas.

Ayuda a una familia
En el verano de 1850 su madre enfermó gravemente y fue trasladada al hospital de Gerona. María la atendió con diligencia y cariño, pero no pudo impedir su muerte en octubre.

Fue entonces cuando ella se instala en Gerona y decide ir a vivir con la familia Ros Llausas; ayuda a Concepción Llausas en el cuidado y educación de sus cinco hijos.

En 1851, con 38 años, entra a formar parte de la Tercera Orden Dominica, donde profesó como Terciaria. Durante muchos años compaginó su trabajo doméstico con el servicio a los enfermos, que acudían a la casa del doctor Amerio Ros.

Después se enrola en la Cofradía de la Purísima Sangre, donde trabajará para los enfermos durante otros 20 años.

Entonces va madurando en su interior el plan de Dios para ella: fundar un instituto religioso dedicado al servicio a los enfermos. Este proyecto fue impulsado por los habitantes de Gerona que solicitaban sus servicios.




Carmen Esteve, su colaboradora
En los inicios de esta empresa se le unieron mujeres jóvenes; entre ellas, Carmen Esteve Andoca, que se convierte en su primera colaboradora.

En 1870 ponen en marcha el Instituto de las Hermanas de San José. La calidad de sus servicios a los enfermos pronto se hizo célebre en Gerona y muchas jóvenes se unen a la Congregación. María y sus seguidoras recorrían día y noche las calles de Gerona para atender a los enfermos.

En 1872 el obispo de Gerona, Constantino Bonet, les entrega un reglamento interno.

Persecución religiosa en España
En esos tiempos estaban prohibidas en España algunas asociaciones religiosas y se perseguía y encarcelaba a algunos sacerdotes.

María Gay y varias compañeras hicieron su profesión en la Tercera Orden de San Francisco para salvar la asociación. En 1880 el nuevo obispo de Gerona, Tomás Sivilla, les permite inaugurar el noviciado, donde María Gay actuaba de madre y maestra espiritual de todas.

María Teresa Gay Tibau murió el 18 de marzo de 1884. Su vida y su obra apostólica se enmarca en una oleada de santas catalanas del siglo XIX, muchas de las cuales fueron verdaderas pioneras en campos donde la mujer tenía entonces poca presencia: ellas revolucionaron la educación de las niñas, la atención a los más pobres y la asistencia médica. 
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