Sábado, 05 de octubre de 2024

Religión en Libertad

Obispo y exluterano, anima al monacato -y a la Iglesia- a «no rendirse a la mentalidad del mundo»

El obispo Erik Varden.
El obispo Erik Varden pronunció un exhaustivo análisis de la crisis del monacato y un contundente aliento a la Iglesia para evitar la complacencia durante el capítulo general de su anterior Orden Cisterciense.

J.M.C.

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El pasado 2 de septiembre, la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia celebró en Asís su Capítulo General, que se prolongará hasta el 23 de este mes.

El Abad General de la Orden, Dom Bernardus Peeters, se dirigió al actual obispo de Trondheim (Noruega) y anterior Abad del cisterciense Mount Saint Bernard (Coalville, Inglaterra), Erik Varden para que interviniese en la inauguración del capítulo.

Las palabras de Varden, criado en una familia luterana y posteriormente ateo antes de su conversión han tenido una especial resonancia en el desarrollo del capítulo: a partir de un discurso que ha girado en torno al creciente conformismo y complacencia en órdenes religiosas, monasterios y conventos, ha concluido pronunciando un auténtico análisis de los motivos que han llevado a la pérdida de "toda noción de transcendencia" en todos los ámbitos.

"Vivimos en un mundo centrado en sí mismo. No quiero decir que la maldad y el egoísmo de nuestra época sean mayores que antes; solamente que [el mundo] se ha distanciado tanto de toda noción de transcendencia. La única referencia disponible en cuestiones existenciales es la subjetividad. Esta no es sólo una tendencia de la sociedad secular. La encontramos también presente en la Iglesia", mencionó.

La rendición ante la mentalidad del mundo

En este sentido, se refirió la "la época postconciliar", donde "los esfuerzos de adaptación fueron inmensos" y "mucho de lo que se llevó a cabo fue excelente". Sin embargo, continuó, "me pregunto si hemos sido suficientemente conscientes de una forma insidiosa de inculturación que consiste en rendirse a la mentalidad de un mundo para el cual el término `Dios´ ha dejado de tener significado".

También se refirió al riesgo de que la vida monástica "transforme sus noviciados en enfermerías", con cada vez menos vocaciones y centradas la "precariedad".

"La generalización de una mentalidad como esta cierra al monasterio sobre sí mismo. Así, se convierte casi en un monumento triunfante de una extinción anunciada, un temprano mausoleo, en apariencia testigo de una gloria pasada, pero que no es sino la petrificación de la resignación presente",  sentenció.

También se refirió a la creciente demanda de cambios en el magisterio como solución al "enfrentamiento entre la Iglesia y el mundo contemporáneo". Una solución que el obispo de Trondheim considera "errónea" y que, por el contrario, la encuentra en las "realidades evidentes para los fundadores del Císter" pero "incomprensibles" para la época actual.

"Somos hijos de este tiempo. Es algo de lo que debemos ser conscientes y recordar siempre. Ellos veían la Regla como un don divino por el cual se elevarían por encima de sí mismos, para comenzar a alcanzar la estatura de Cristo y ofrecer a Dios una oblación agradable. No se dejaron llevar por la exuberancia juvenil que cree que ya lo sabe todo", subrayó.

Una vida complaciente y una Iglesia "a nuestra medida"

Profundizando en este aspecto, Varden denunció que "la dictadura del relativismo" enunciada por Benedicto XVI ha "reconfigurado" la mentalidad contemporánea "a la manera de los regímenes dictatoriales".

Asimismo, denunció que en lugar de elevarse "a través de un arduo esfuerzo hacia normas que trascienden", se ha "bajado el nivel de esas normas para hacerlas a nuestra medida: `Adoptamos un lenguaje complaciente, decimos que estamos siendo `sensatos´ y `maduros´ al ejercitar la `libertad´ y la `responsabilidad´ para hacer la vida más `humana´", bajo el riesgo de "una pérdida de aspiración y, con ella, de atracción".

"En vez de movernos dentro de la vida monástica como una realidad que conlleva la promesa de elevarnos y transfigurarnos, tendemos en cambio a plantar nuestras carpas en la llanura para desarrollar allí un modo de vida confortable", advirtió.

Varden, consciente de que "el cansancio" puede ser también el causante de esta mentalidad, incidió en la exigencia de un modo de vida teocéntrico como única capacidad de "revitalizar" la vida monástica, religiosa y espiritual.

"Tenemos que alejar nuestra mirada de nosotros mismos para evitar la tentación de pensar que un monasterio existe para el beneficio de su comunidad. Un monasterio no es un fin en sí mismo. Está llamado a ser un signo de la belleza y la verdad transcendentes de Dios en el amor. Nuestra patria es el Cielo", sentenció.

El anteriormente monje y abad concluyó animando a vivir "en un mundo atravesado por la incertidumbre y la duda. Tenemos como misión hacer de nuestra vocación un sursum corda encarnado: ¡Que Jesús viva en nosotros para proclamar el poder vivificante de su cruz!".

Luterano, ateo y obispo… gracias a Mahler

Como contamos en Religión en Libertad, Varden, nacido en 1974 en una familia agnóstica de raíces luteranas tuvo una infancia marcada por "un ambiente profundamente secularizado”. No fue hasta los 15 años cuando un músico, Mahler, le presentaría a través de su Segunda Sinfonía la fe y el mensaje de la Resurrección.

"Fue como si mi corazón de repente se abriera a una certeza casi instintiva de que Dios realmente existe. Era algo que me superaba. Una nueva conciencia. Un momento de despertar. Una herida en el corazón”, señala Erik Varden.

Cuando la música terminó –agrega- “quedé paralizado”.  Pensó que sería mejor pensar sobre aquel increíble momento a la mañana siguiente y si lo que había sentido se difuminaba. Pero la certeza se mantuvo y la herida seguía abierta. Fue entonces cuando decidió lanzarse a explorar sobre la fe.

A raíz de aquella experiencia, comenzó a explorar la religión en una iglesia anglicana y descubrió que los monasterios cristianos de los que había leído en las novelas que tanto le gustaban todavía existían y tenían vida.

Erik Varden decidió hacer un retiro de una semana en el monasterio cisterciense de la Isla de Caldey, y supuso para su vida de un punto de no retorno. Él mismo explica que allí encontró "un tipo de vida que correspondía a mi vocación" y decidió convertirse en católico. Tras pasar a formar parte oficialmente de la Iglesia Católica, visitó la abadía de Mount Saint Bernard y pronto supo que el viaje que inició no tenía marcha atrás: "A través de la música de Mahler, Dios me ha tocado y me ha inspirado con un gran deseo de conocerlo y mi vida se ha convertido en un intento de responder a esta gracia".

Tras ser elegido Abad del monasterio, el Papa Francisco le nombró obispo de Trondheim el 1 de octubre de 2019.

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