Lunes, 29 de abril de 2024

Religión en Libertad

Santos estadounidenses


Es posible que la Madre Cabrini no sea demasiado famosa fuera del país, pero para los católicos estadounidenses, especialmente los de origen italiano, la Madre Cabrini es su «Madre Teresa de Calcuta».

por Marta Alejandro

Opinión

Con la celebración del Día de Todos los Santos este domingo, la iglesia católica estadounidense tenía más motivos para estar de fiesta que en el pasado. El 11 de octubre, el Papa Benedicto XVI canonizó al padre Damian de Molokai, con gran celebración en Roma y entre los católicos de Hawai.
 
El Padre Damian, conocido como el «apóstol de los leprosos», dejó a los 23 años su Bélgica natal para servir como misionero en Hawai. Durante la ceremonia de canonización, el Papa Benedicto dijo: «No sin miedo y aversión, el Padre Damián decidió ir a la isla de Molokai para servir a los leprosos que vivían allí, abandonados por todos. Se expuso a la enfermedad que sufrían. Con ellos, se sentía en casa. El sirviente de la Palabra se convirtió en un sirviente en sufrimiento, leproso con los leprosos, durante los últimos cuatro años de su vida». Su trabajo con los leprosos en Hawai dejo tal huella que, en 1959, mucho antes de su canonización, cuando el territorio de Hawai fue declarado estado de la Unión y todos los estados pudieron colocar dos estatuas de personajes importantes locales en el edificio del Capitolio de Washington DC, Hawai eligió al padre Damian como uno de ellos. Las fotos de la multitud en la Plaza de San Pedro en Roma, durante la ceremonia de canonización, mostraban un mar de las camisas tradicionales de flores hawaianas.
 
Probablemente, para nosotros los españoles, el hecho de tener un santo local más no es algo tan sobresaliente. De hecho, el mismo día que se canonizó al padre Damian, fueron elevados a los altares dos españoles: el Hermano Rafael Arnaríz y el Padre Francisco Coll y Guitard. Pero hay que mencionar que el Padre Damian, es solo el noveno santo estadounidense, por otra parte algo muy normal si se tiene en cuenta que EEUU solamente ha existido 233 años como país. Y entre esos nueve santos, solo dos de ellos, santa Elizabeth Ann Seton y santa Katherine Drexel, nacieron en el mismo país, y el resto fueron inmigrantes.
 
Si la escasez de santos locales puede considerarse una desventaja, he experimentado cómo la relativa modernidad de estos santos estadounidenses es una ventaja en otros sentidos. Como residente de la zona oeste del área metropolitana de Denver, vivo a quince minutos de la Ermita de la Madre Cabrini, situada en las estribaciones de las Montañas Rocosas, y he escuchado las historias que cuentan algunos residentes «históricos» del área, oídas a sus padres y sus abuelos, sobre los años que pasó la Madre Cabrini en Denver, y la labor que hizo a favor de las personas más necesitadas.
 
Es posible que la Madre Cabrini no sea demasiado famosa fuera del país, pero para los católicos estadounidenses, especialmente los de origen italiano, la Madre Cabrini es su «Madre Teresa de Calcuta». La fundadora del Instituto de las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús, nació en Italia en 1985, emigró a EEUU en 1889 para ayudar a los inmigrantes, en principio italianos pero luego de todas las nacionalidades, y murió en Chicago en 1917. Su labor en el país se extendió de Nueva York a Los Ángeles, pasando por Nueva Orleans, Nueva Jersey, Chicago, Denver, Seattle y Filadelfia, donde abrió hospitales para inmigrantes y escuelas parroquiales. La Madre Cabrini fue la primera ciudadana estadounidense canonizada, en 1946, y en 1950 fue proclamada por el Papa Pío XII patrona de los inmigrantes.
 
Su ermita está al pie de una ladera rocosa, en donde la Madre Cabrini hizo brotar agua de una roca al poner su bordón de marcha sobre la misma. La religiosa había comprado la parcela con el fin de establecer un campamento para niños inmigrantes, pero el terreno carecía de una forma sencilla de abastecerse de agua. Cada año, para los niños de siete años de la clase de preparación de la primera comunión de mi parroquia, no hay regalo más grande que oír la historia allí, justo delante del manantial, contada por la directora del programa de religión, que además les dice que cuando su propia madre tenía siete años como ellos, iba con su abuela a cocinar la sopa de los pobres ¡junto a la Madre Cabrini! ¿Y quien dice que hoy en día la iglesia no puede competir con la cultura popular? La expresión en la cara a esos niños era como si alguien les estuviera diciendo que su madre había cocinado con un personaje de un cuento de hadas.
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