Lunes, 29 de abril de 2024

Religión en Libertad

La fiesta de Halloween: ¿paganismo o cristianismo?


Las parroquias católicas promueven la fiesta como una forma de presentar la muerte y la vida eterna a los niños, con festivales donde los adultos se disfrazan de santos en vez de brujas y vampiros

por Marta Alejandro

Opinión

Para las familias con niños en EE UU, la primera semana de noviembre se asocia con dolores de estómagos entre los más pequeños y con padres tratando de decidir cómo reducir discretamente el exceso de golosinas en la casa después de la fiesta de Halloween.

Desde el extranjero y por lo que se ve en el cine y la televisión, esta celebración de la fiesta de Halloween se considera de aceptación universal en el país. Una vez más, en un lugar tan grande y con gente de origen tan distinto, la realidad es diferente. Pero un aspecto que sorprende a los recién llegados es que la fiesta causa polémica entre el grupo considerado mayoritario: las familias cristianas de origen europeo.

Con la llegada del otoño, los comercios empiezan a promocionar las decoraciones, dulces y disfraces de Halloween, los supermercados ponen en la puerta montañas de calabazas, y las organizaciones caritativas de todo tipo gestionan “huertas de calabazas” como parte de campañas de recaudación de fondos cada pocas esquinas de la ciudad.

Sin embargo, si se presta un poco de atención, uno puede observar que en la mayoría de las iglesias protestantes, independiente de la denominación, cuando se promociona una celebración relacionada con Halloween, los carteles normalmente lo llaman “Festival de Otoño” o algo igualmente impreciso. Mis hijas fueron a la guardería y al preescolar en centros patrocinados por iglesias evangélicas, metodistas y luteranas, y ahí fue cuando observé por primera vez que la celebración de Halloween no era tan aceptada en EE UU como la televisión me había hecho creer.

Al mismo tiempo, observaba que los colegios parroquiales católicos no tenían ningún problema en poner en el tablón de anuncios de la fachada “Happy Halloween”. Después de quince años, finalmente recibí una explicación en la información para los padres de las clases de religión dominicales de nuestra parroquia. En un artículo de Page McKeen Zyromski, publicado en el boletín para padres “Catholic Update” y titulado “Cómo podemos redimir la fiesta de Halloween”, Zyromski explica el origen, la esencia de la fiesta, y las diferentes aptitudes frente a la celebración entre cristianos y la cultura secular.

Nadie puede negar que la fiesta se ha convertido en una celebración secular, gracias a que durante esos días se insiste en asociarla a los festivales de cosecha celebrados después del equinoccio de otoño durante la era precristiana. Hoy pocos se acuerdan de que también se trata de la víspera de Todos los Santos.

Hoy en día, la queja protestante, y no solo de religiones que repudian todo tipo de celebraciones como los Testigos de Jehová, sino de cristianos tan alérgicos a criticar las últimas modas populares como los luteranos de origen sueco y los episcopalianos, es que la fiesta de Halloween glorifica la maldad, con la prominencia que se da en ella a las imágenes grotescas de vampiros y brujas. A veces, esa queja se torna hacia el resto de los cristianos, y se preguntan por qué los colegios católicos insisten en celebrar tal barbaridad. En ese contexto, el artículo de Page Zyromski es una guía excelente a cómo celebrar Halloween como católico.

Primero, es importante conocer el origen de la palabra Halloween: Hallow-e’en es el término en inglés antiguo para la víspera de Todos los Santos; e’en es la abreviatura de eve o víspera, Hallow es Holly, es decir Santo. Y, ¿qué hay de cierto en que la fiesta celebra un festival pagano? Zyromski explica que hasta el siglo IX, el día de Todos los Santos se celebraba en mayo, después de la Resurrección de Cristo, pero que en el año 835, la Iglesia cambió la fiesta al 1 de noviembre “para cristianizar la costumbre pagana de recordar a los muertos, y de llevar la luz y la esperanza a los miedos humanos más básicos”.

¿Y las calabazas con la cara cortada y una vela dentro? La leyenda de “Jack O’Lantern” (Jack y el farol) es una fábula irlandesa que intenta enseñar a los niños el peligro de engañar a Dios y al diablo. Jack es un muchacho listo pero perezoso, que nunca hace lo que promete y que muere después de engañar al diablo tres veces. Cuando se presente frente a San Pedro y luego frente al diablo, ninguno le deja entrar, y al final el diablo le condena a errar por el mundo con una calabaza hueca y una brasa dentro como única forma de iluminación. Al igual, la tradición de pedir golosinas no puede ser más cristiana: los niños iban de casa en casa pidiendo perdón por las pequeñas fechorías del año, y como muestra de reconciliación, los vecinos les regalaban un dulce.

Las parroquias católicas promueven la fiesta como una forma de presentar la muerte y la vida eterna a los niños, con festivales donde los adultos se disfrazan de santos en vez de brujas y vampiros, y enseñan a los niños lo que hicieron durante sus vidas que les llevó a los altares. ¿Y el rechazo protestante? Con la reforma luterana, las iglesias resultantes rechazan el concepto de la intercesión de los santos (y no solo el rezo frente a sus estatuas) y cambian la celebración del primero de noviembre del día de Todos los Santos al día de la Reforma.
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