Posibilidades de los políticos anti-aborto en las elecciones EEUU

El verano en EEUU es temporada de elecciones primarias en los distintos partidos de cara a las elecciones de noviembre al Congreso y el Senado federales, y para gobernadores y cargos locales de los estados.

 

Es también un buen momento para preguntarse: ¿qué posibilidades tienen los candidatos que se oponen al aborto en el panorama electoral del país? Esta es una pregunta sin fácil respuesta.

 

Durante dichas primarias muchos de los candidatos que ganaron, especialmente las mujeres, reciben el calificativo de «provida», como Carly Fiorina, antigua directora ejecutiva (CEO) de Hewlett Packard, quien ganó las primarias por el Partido Republicano para el Senado de EEUU por California, Sharron Angler, ganadora de las primarias republicanas para senadora por Nevada, y la muy popular Nikki Haley, (nacida Nimrata Randhawa de padres indios de religión sikh) que obtuvo la candidatura para gobernadora de Carolina del Sur por el Partido Republicano. Esta candidatas opuestas al aborto se suman a la popular Sarah Palin, candidata a la vicepresidencia durante las pasadas elecciones presidenciales, quien hizo de su oposición al aborto uno de los puntos de sus campañas.

 

A la hora de analizar si estos candidatos tienen posibilidades reales y la acogida del público en general y el electorado cristiano en particular hay que tener en cuenta que, para bien y para mal, en EEUU hay una gran complejidad y diversidad de posiciones en la sociedad, la política, la religión y la historia.  

 

Primero hay que mencionar que estos candidatos demuestran una gran valentía al declarar su oposición al aborto: en el momento en que lo hacen, tienen en su contra todo el aparato organizado de la oposición de izquierda más radical. Dicha oposición explota todos los puntos débiles (reales y percibidos) que dichos candidatos puedan tener mientras toda la prensa nacional los repite a coro. Por ello, si para cualquier candidato estadounidense es muy importante presentar un frente «con sustancia», lo es aún más importante para los candidatos antiaborto.

 

Las campañas políticas en EEUU requieren capacidad de aguante, como descubrió Nikki Haley durante las primarias. En mayo, días antes de su victoria, saltó a las noticias unas declaraciones de un antiguo consejero político, quien afirmaba que había tenido un lío de faldas con ella. Por supuesto, Haley lo negó rotundamente. Uno se pregunta: si así se las gastan los aliados, ¿cómo se las gastarán los enemigos? Y es que en esas campañas se juegan muchos futuros políticos y profesionales y los aliados de hoy pueden ser enemigos mañana. Y los pesos pesados también se ponen los guantes de boxeo. Días antes de las elecciones, el senador republicano Jake Knotts, adversario político y aliado del opositor de Haley, declaró que «el país ya tiene a uno con turbante en la Casa Blanca, no necesitamos a otra con turbante en la mansión del gobernador» (refiriéndose al origen indio de la candidata). Se podría comparar con las puñaladas por la espalda que se dieron los entrenadores y federativos italianos y franceses una vez que sus equipos de fútbol fueron eliminados del mundial.

 

Esto explica la situación a la que se tuvo que enfrentar Sarah Palin, con las declaraciones negativas en su contra que los gestores de la campaña de McCain se apresuraron a hacer una vez perdidas las elecciones. Pero también hay que preguntarse, si bien es cierto que los supuestos aliados no dudaron en airear sus trapos sucios, ¿eran las debilidades de Palin reales o imaginarias? Aunque no se puede dudar de la popularidad de la antigua gobernadora de Alaska en su estado, gran parte de sus campañas políticas se basaron en un populismo conservador muy difundido en EEUU que busca el beneficio local a base de subvenciones federales que contribuyen al déficit, y su falta de conocimientos en política y estrategia internacional son obvios cada vez que intenta hablar del tema. Para dificultar más las cosas, cada vez que se la ha criticado, ha recurrido a la fácil excusa de que se la critica porque es mujer.

 

A esto hay que añadir otro punto: el difícil pasado histórico de EEUU en temas de raza y moralidad, que hace que los candidatos defiendan posturas opuestas desde el punto de vista moral. Charles Chaput, arzobispo de Denver y autor del libro Render Unto the Cesar, en el cual analiza cuál debería ser la actitud de los católicos frente a cuestiones políticas de consecuencias morales, demuestra que el apoyo a los candidatos antiaborto no es algo sencillo. Aunque monseñor Chaput no duda en enfatizar la necesidad de promover y apoyar posturas antiaborto, se ha ganado el reproche de políticos republicanos por criticar de cara a las elecciones otras posturas populares en dicho partido, como la defensa de la pena de muerte y de leyes contra la inmigración ilegal que resultan en la ruptura de familias y la expulsión de niños que son ciudadanos estadounidenses, y que a veces terminan en países donde sufren situaciones de explotación sexual o violencia.

 

Otro pasado difícil de apoyo a posturas morales cuestionables son las leyes Jim Crow en los Estados del Sur que permitieron que la segregación, el acoso e incluso el asesinato de la población negra durase hasta 1964, y la prácticas «eugenésicas» por profesionales médicos y autoridades locales al principio del siglo XX; bajo dichas prácticas, se produjo la esterilización, separación y aislamiento, e incluso infanticidio de personas con discapacidades físicas y mentales, al mejor estilo de la Alemania nazi. Dicho pasado explica por qué una sociedad con tal nivel de práctica religiosa como la estadounidense mire masivamente hacia el otro lado cuando se trata del aborto.