Lunes, 29 de abril de 2024

Religión en Libertad

Picnics y campañas de manutención en EEUU


por Marta Alejandro

Opinión

Una de las peculiaridades de la vida en EE UU, un país famoso por su tecnología, es el papel de las tradiciones en la vida diaria. Si le preguntas a un estadounidense cuando comienza y termina el verano, no te dirá el 21 de junio y el 20 de septiembre; la respuesta será Memorial Day, la fiesta estatal a finales de mayo en la que se recuerdan a los soldados caídos durante servicio activo, a Labor Day, el día del trabajo, a principios de septiembre.
 
Esas dos fiestas, junto con el Día de la Independencia, se celebran con picnics en familia, visitas a lagos, playa y piscinas, fuegos artificiales, y viajes. Curiosamente, en un país abiertamente religioso, la rutina de la vida se señala con actos y celebraciones estatales. De marcado carácter patriótico, estas fiestas se celebran con desfiles y ferias que a veces recuerdan a las vírgenes de agosto y fiestas patronales en España. Excepto Navidad y Pascua, ninguna fiesta religiosa en EE UU se celebra con tanta pompa como las estatales.
 
El paso del tiempo tampoco ha alterado esto. Excepto por la forma de vestir y la prevalencia de ordenadores portátiles y teléfonos móviles en vez carros con balas de paja, poca diferencia se encuentra entre las descripciones que hizo Mark Twin de estas celebraciones veraniegas en sus libros del final del siglo XIX y lo que se observaría hoy.
 
Con el final del verano se cierra otra tradición muy distintapara los católicos estadounidenses: el último pago de las campañas de contribución financiera a la iglesia, conocidas como Bishop’s/Archbishop’s/Cardenal’s Appeal. El término se traduce como la solicitud o el ruego del obispo, arzobispo o cardenal, lo que corresponda, y consiste en la campaña anual durante la cual la Iglesia Católica pide a los feligreses que contribuyan monetariamente a sus diócesis. Hay que recordar que las iglesias en EE UU se autofinancian, y si es cierto que, como cualquier otra organización sin ánimo de lucropuede solicitar subvenciones, la principal responsabilidad de mantenerlas es de los fieles.
 
La campaña se inicia en abril durante la Semana de Promoción con una carta de cada obispo a los feligreses inscritos en las parroquias, la cual incluye un folleto que describe para qué se usa el dinero. A principios de mayo, durante la Semana de Compromiso, los párrocos mencionan la campaña en la misa del domingo, y recuerdan a los parroquianos que envíen sus tarjetas de compromiso porque parte de esas contribuciones se envía directamente a la parroquia. En la Semana de Seguimiento, se hace el último aviso público en las misas para que aquellas personas que no hayan enviado su tarjeta no dejen de hacerlo. Finalmente, cada persona envía su tarjeta de compromiso con un pago inicial y la promesa de pagar cuatro pagos adicionales entre mayo y agosto. La diócesis confirma la recepción de la tarjeta con otra carta persona y manda un recordatorio mensual para el pago prometido.
 
En un mundo donde pocas cosas, excepto los “juguetes” de la vida moderna (teléfonos, ordenadores, televisiones, coches…), se pagan de forma voluntaria, la financiación de la Iglesia Católica estadounidense se deja a la voluntad del feligrés. En realidad, esto no es algo especial de los católicos. EE UU es famoso porque desde museos y bibliotecas, a escuelas y parques, todos ellos reciben contribuciones grandes y pequeñas de fundaciones, familias e individuos. Las galerías del Metropolitan Museum de Nueva York no se llaman Henry J. Heinz II o André Mertens porque los gestores del museo le tuvieran un cariño especial a esas personas, sino porque dichass salas se construyeron con sus contribuciones millonarias. Lo mismo ocurre con el atrio de cuatro plantas del nuevo Hospital de Niños de Denver, The Boettcher Atrium.
 
Por eso, cuando se repite la retórica de los promotores de los Estados del Bienestar sobre si los ricos contribuyen lo “justo” o no, uno no debe olvidar que muchas veces el no sentirse coaccionado a contribuir obligatoriamente, promueve la contribución voluntaria. Las sucesivas ampliaciones y renovaciones de la famosa Catedral de San Patricio en Nueva York no hubieran sido posibles sin las aportaciones generosas de muchos de los acaudalados feligreses de la ciudad. Clendenin J. Ryan, nieto del magnate del tabaco y el transporte Thomas Fortune Ryan, donó el gran rosetón de la catedral. Thomas Ryan, a su vez, pagó el coste total de la construcción de la Catedral del Sagrado Corazón en Richmond, Virginia.
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