Enrique Shaw, o la justicia social según la Doctrina Social de la Iglesia
La Santa Sede ha dado el primer paso para la beatificación del militar y empresario argentino.

Enrique Shaw, marino militar y empresario, asumió sus responsabilidades como dirigente social como aplicación de su fe católica intensamente vivida.
El 18 de diciembre de 2025 se promulgaron los decretos del Dicasterio para las Causas de los Santos entre los que se reconoce “el milagro atribuido a la intercesión del venerable Siervo de Dios Enrique Ernesto Shaw, fiel laico y padre de familia, nacido el 26 de febrero de 1921 en París (Francia) y fallecido el 27 de agosto de 1962 en Buenos Aires (Argentina)”.
Como puede verse, se trata del paso anterior a la próxima beatificación de quien fue uno de los socios fundadores de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa en la Argentina.
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En la vida de Enrique Shaw podrían destacarse varias facetas -entre las que no debe olvidarse su condición de oficial de la Armada Argentina- y hechos que ilustran la fibra de una vida santa vinculada a una profunda vida espiritual nutrida en la adoración a la Eucaristía, en la devoción a la Virgen y en el amor a la Iglesia. Nada de la actividad social y apostólica que desarrolló Enrique Shaw podría explicarse, por otra parte, sin una vida familiar ejemplar y fecunda en varios hijos que educó cristianamente con su esposa Cecilia Bunge.
Lo cierto es que su actividad como dirigente empresario tiene un lugar destacado en el “mapa” de su existencia al punto que lo convierte en un arquetipo de coherencia entre su fe católica y su vida individual y social. Debe destacarse un detalle que podría pasar desapercibido: Enrique Shaw no se conformó con ser empresario. Fue, sobre todo, dirigente empresario. Ejerciendo el derecho de agremiación, se ocupó del bien común del sector socio-económico del que formaba parte. Se podría haber conformado con un carrera exitosa -era por demás apto en el ejercicio de su profesión-. Pero fue más allá. Se trató, en éste como en otros casos, de una manifestación de su vocación social.
Enrique Shaw, a su vez, fue un dirigente de empresa singular. Desde joven -era un sistemático lector en sus largos viajes en los buques de la Armada Argentina- fue consciente de la importancia de la formación doctrinal. Se conservan, en este sentido, sus Cuadernos, en los cuales tomaba nota de los títulos de los libros que leía. De algunos de ellos, a su vez, dejaba sentado sus impresiones.
Hombre con vocación por el bien común, enseguida advirtió la importancia de estudiar la Doctrina Social de la Iglesia. De este modo, cuando Enrique Shaw se convirtió en empresario, ya contaba con un plus diferencial que supo poner al servicio tanto de sus colegas como de los obreros. En resumen, lo hizo en favor de la empresa como comunidad de vida y no solamente como mera unidad de trabajo.
En esta breve nota me interesa, finalmente, llamar la atención sobre un tema que, por mal entendido, suele ser insensatamente combatido. Se trata de la justicia social. Fuera de precisiones y de distinciones que podrían hacerse, lo cierto es que ella se justifica por la búsqueda del bien común político. Podría definirse a la misma, en resumen, como la justicia del bien común. Y debe recordarse que, de la práctica de la justicia social, son responsables todos los miembros de la sociedad.
Enrique Shaw, entonces, fue un hombre que bregó por la justicia social conforme a las enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia. Pocas veces podría encontrarse a una persona más desinteresada en su propio bien individual que él. Podría haberse conformado -pero no tenía madera para la mediocridad sino para el heroísmo- con el propio éxito profesional incluso a costa del bien de su prójimo. Pero era un católico cabal. En este sentido, abundan las anécdotas de su amor efectivo por los empleados de la Cristalería Rigolleau.
La conclusión a la que se puede llegar es la siguiente: la Argentina, la Patria de Enrique Shaw, seguiría siendo un país católico si abundaran dirigentes sociales de todos los sectores como él. Es decir, católicos de una sola pieza que no separaran su vida individual de su vocación social.
Dios quiera que la próxima beatificación de Enrique Shaw, el primer empresario que llegará a los altares, nos sacuda de la tibieza habitual para animarnos a ser coherentes y edificar un mundo “más justo, más humano y más fraterno porque más cristiano”, según palabras del Papa León XIV.
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