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El padre Federico Grote (1853-1940), redentorista, fundador de los Círculos Obreros.

El padre Federico Grote (1853-1940), redentorista, fundador de los Círculos Obreros.

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La Rerum novarum (15 de mayo de 1891) del Papa León XIII tuvo una influencia notable en diversos países en los cuales se habían iniciado, en semilla, diversos movimientos que buscaban, a su manera, un orden social más justo de acuerdo al derecho natural y cristiano.

La Argentina, entre ellos, se benefició por la presencia de un gran apóstol y misionero redentorista alemán como el padre Federico Grote. Inspirado por la Rerum novarum (es conocida su frase: “En ella escuché la voz de Dios y ya nada fue capaz de detenerme”), Grote fundó el 2 de febrero de 1892 el Círculo de Obreros –con el correr de los años se denominaría Círculo Católico de Obreros, denominación que continúa al presente–. Una medida inteligente del padre Grote fue la de incorporar, entre los integrantes de los Círculos, a miembros de todo tipo de actividad y clase social, es decir, no solamente a trabajadores.

En su labor apostólica, lo acompañaron laicos argentinos notables como Antonio Solari, Santiago O´Farrell y Emilio Lamarca. Resultado de la primacía de los intereses personales antes que de los apostólicos, el padre Grote aceptó alejarse de la dirección espiritual de la obra fundada por él pero, hasta su muerte, no claudicó en su afán por cristianizar el mundo obrero.

Además de Solari, O´Farrell y Lamarca, otros laicos se sumaron a las filas de los Círculos de Obreros. 

Ahora conviene detenerse en dos figuras precursoras de la justicia social en la Argentina: Arturo M. Bas y Félix Juan Cafferata

Bas nació en Córdoba en 1875 y falleció en Buenos Aires en 1935. Formó parte del Partido Constitucional, de la Unión Nacional y de la Unión Cívica Radical, lo que le permitió llegar a ocupar un escaño en la Cámara de Diputados. Es autor de un libro que merece destacarse: El cáncer de la sociedad, sobre el divorcio. Cafferata, a su vez, nació también en Córdoba en 1877 y falleció allí en 1957. Fue diputado en más de una oportunidad como miembro del Partido Demócrata Nacional. Tanto Bas como Cafferata fueron condecorados con la Medalla Pro Ecclesia et Pontifice por Benedicto XV.

Siguiendo a Néstor Tomás Auza en Los católicos argentinos: su experiencia política y social (Claretiana, Buenos Aires, 1984), pueden consignarse las siguientes conquistas sociales de Bas y de Cafferata:

  • Arturo M. Bas: Ley 9148, de agencias gratuitas de colocaciones; Ley 9527, Caja Nacional de ahorro postal; Ley 9688, de accidentes de trabajo; Ley 10.650, de jubilaciones ferroviarias; Ley 11074, de pensión a ferroviarios fallecidos sin derecho a jubilación; Ley 11173 sobre el Hogar ferroviario; Ley 11232, del Hogar bancario (el colaboración con otros diputados); Ley 11137, Hogar del ahorro postal.
  • Félix J. Cafferata: Ley 11338, del descanso nocturno en las panaderías; Ley 11289, sobre jubilación de empleados de comercio de la industria, luego suspendida, a pedido de empleados y patrones, con la oposición del Dr. Cafferata; Ley 12111, licencia a empleadas y obreras del Estado, antes y después del alumbramiento, Ley 12612, sobre caja de jubilaciones, pensiones y retirados de la marina mercante nacional; Ley 9677, sobre viviendas económicas; Ley 12294, sobre constitución de hospitales y sanatorios para tuberculosos; Ley 12397, creación de la comisión nacional de tuberculosis; ley 12560, modificatoria de la ley 12294; etcétera.

Además, se podría tener en cuenta los proyectos de ley que no llegaron a sancionarse como leyes:

  • Proyecto de cada de pensión a la vejez y de seguro contra la invalidez y la enfermedad; primera iniciativa de seguro obligatorio presentada al Congreso de la Nación (Cafferata); participación de los empleados y de los obreros en los beneficios del capital y en la gestión de las empresas (Cafferata); repartición proporcional escolar (Cafferata); jubilación del personal de las escuelas provinciales, municipales y particulares (Cafferata); represión del alcoholismo (Cafferata); protección del salario (Bas); salario mínimo en las instituciones autónomas del Estado (Bas); salario mínimo para ferroviarios (Bas); el bien de familia (Cafferata); inembargabilidad de los sueldos (Bas y Cafferata); reglamentación de las funciones del empleado público (Bas).

Como concluye Auza: “Algunas de estas iniciativas, y otras no enumeradas, fueron presentadas más de una vez en las cámaras [del Congreso de la Nación], con acopio de informaciones y fundamentos, sin que lograran conmover la inquietud de los diputados, que vivían al margen de los problemas sociales, abroquelados en sus bancas y preocupados por cuestiones apremiantes. Bas y Cafferata fueron miembros activos en la dirección de los Círculos de obreros. La Unión Democrática Cristiana, que contó al segundo entre sus filas, impuso su nombre a uno de sus centros de estudio”.

Valga este discreto homenaje a algunos de los numerosos católicos argentinos que se empeñaron en el reinado de la justicia social bajo la inspiración del Evangelio. Ellos son un modelo y un aguijón para el laicado contemporáneo nacional, tan huérfano de arquetipos auténticos en el empeño por forjar una Argentina conforme a la Doctrina Social de la Iglesia.

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