Religión en Libertad
La libertad que no reconoce la verdad limita la inteligencia.

La libertad que no reconoce la verdad limita la inteligencia.Lorenz Lippert / Unsplash.

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Es muy común oír quejarse de que “los tiempos han cambiado” utilizando esta expresión como una excusa propia de nuestra negligencia. Todos los tiempos han cambiado, es más, siempre están cambiando. El “ahora” es efímero y sólo tenemos la huella del pasado y el reto del futuro.

Dos formas de abordar el futuro

Sin embargo, nuestra tendencia es al futuro. Futuro, que no poseemos, al que podemos abordar de forma diversa según entendamos lo que realmente somos frente al tiempo

  • Si entendemos que somos unos seres para el universo, entonces podríamos aplicarnos aquello que dice “comamos y bebamos que mañana moriremos”. En ese contexto lo más importante es el bienestar o estar bien. Viviremos en el espacio-tiempo como poseedores del mismo, sin poseerlo. Siempre detrás de él, con la frustración de nunca alcanzarlo.
  • Otra posibilidad es afrontar el futuro sabiendo que hemos sido creados para dominar el ahora y para no morir.

Felicidad: ¿libertad o verdad?

Vivimos en el siglo XXI con una prevalencia de las ideologías sobre la verdad, que prometen el futuro sin futurizarlo: hoy y ahora. Todas ellas se rigen por un patrón de felicidad que descansa en la libertad: “La libertad os hará verdaderos y buenos”.

Hablar hoy de "verdad" siempre tiene una pregunta que suspende el diálogo: ¿qué verdad, la tuya o la mía? Teniendo esta pregunta una base filosófica profunda, dado que la Verdad es Una, pero no única, el camino para conocer la Verdad es arduo, requiere esfuerzo y sobre todo una aceptación libre. Un acto intelectual soberanamente libre, que esté liberado de su propia limitación cognoscitiva. 

Así, la verdad no es comprehendida por mí, no es poseída por mí, sino alcanzada, y este alcanzar puede ser distinto para todos sin que nos impida llegar a la única verdad.

Durante siglos el objetivo del hombre era conocer la verdad, porque “la verdad os hará libres” (Jn 8, 32), afirmación de Jesucristo que puede responder perfectamente a la pregunta de Pilato: "¿Qué es la verdad?" (Jn 18, 38).

La libertad y el conocimiento

Hay una afirmación de Leonardo Polo que puede iluminar esta pregunta. “En la infinitud del entendimiento arraiga la aventura del trascender humano" (Epistemología, Creación y Divinidad, cap. 2.6, Itinerario de la razón a la fe.)

De tal manera que, si nos limitamos en el conocer, no llegaremos a ser trascendentes. Nos conoceremos como no somos, a nuestra forma. Este es el primer requerimiento para conocer la Verdad: conocernos en libertad.

Polo distingue tres trascendentales personales (la libertad, el conocer y el amar), de los cuales el primero es la libertad personal, que es el constitutivo del ser personal. Por eso es muy comprensible la fuerte atracción de la libertad en cada uno de nosotros. El ansia de libertad es muy humana y muy divina. Dios nos creó a su imagen y semejanza: libres. No nos creó a imagen del universo, como al animal más elevado de todos los animales, como al superior o último de una sucesión lógica o natural. La distancia entre cualquier ser humano y todo el universo completo es infinita. Esta es la grandeza del hombre y el porqué no se puede matar al semejante. El universo es potencia pasiva, la persona acto de ser coexistente: semejante a Dios, que también es personal.

Las ideologías, el marxismo y todos sus derivados ofrecen la libertad de elección, “hacer una cosa hoy y otra mañana, cazar en la mañana, pescar en la tarde, criar ganado en la noche y criticar después de la cena, simplemente a gusto de cada uno...” (Karl Marx y Friedrich Engels, Werke, 39 vols., Berlín, 1961, 3, 33). Radicando esta elección en la voluntad. También los tiranos nos ofrecen la libertad, para después vivir encadenados.

Por otro lado, lo que nos ofrece Jesucristo a las personas es que le podemos conocer como es Él, como la Segunda Persona de una intimidad trinitaria, conociéndole y amándole desde nuestra propia intimidad personal. Así, podemos conocerle desde la libertad que no tiene término, con toda la infinitud de nuestro conocimiento y con un amar donal que se dará sin término temporal, comenzando ya en la tierra.

La libertad fraudulenta y la libertad de los hijos de Dios

Quien vende el “crecepelo” es aquel que engaña con un producto sin efecto beneficioso, excepto para el que lo vende.

Jesucristo se ofreció a sí mismo para morir en una cruz a cambio de nada. Deja la puerta abierta y la luz encendida para que permanezcamos con Él, si queremos.

La libertad sin el conocimiento de la verdad no puede ser fiable, porque lo único creado infinito en nosotros es la inteligencia. La libertad ayuda a la inteligencia a crecer y la verdad llena de contenido a la libertad, porque al final del todo, no se puede amar lo que no se conoce y sin conocer y sin amar no somos nada.

Lo que parece más inexplicable aún, es que, poseyendo la libertad de los hijos de Dios, la máxima posible en la criatura, no sepamos comunicar a nuestra sociedad este tesoro que nos pertenece y sean los que tienen una visión más pobre y oscura del ser humano los que enarbolen esta bandera de la libertad.

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