Miércoles, 09 de octubre de 2024

Religión en Libertad

Si la católica que preside Hong Kong quiere «ir al cielo, deberá arrepentirse del mal que ha hecho»

C.L. / ReL

La presidenta de Hong Kong, Carrie Lam, es católica. El obispo emérito de Hong Kong le lanza una dura advertencia ante la colaboración con la Pekín en la destrucción de la libertad del territorio.
La presidenta de Hong Kong, Carrie Lam, es católica. El obispo emérito de Hong Kong le lanza una dura advertencia ante la colaboración con la Pekín en la destrucción de la libertad del territorio.

En las últimas fechas se han disparado los temores a una intervención de Pekín en Hong Kong, para sofocar militarmente las protestas contra la ley de extradición, conocidas como “la revolución de los paraguas”. Al mismo tiempo, han sido consagrados los dos primeros obispos en China desde la firma, el 22 de septiembre de 2018, de un acuerdo con la Santa Sede que sigue siendo secreto.

Sobre ambos temas ha opinado el cardenal Joseph Zen, obispo emérito de Hong Kong, de 87 años, en una entrevista de Yves Chiron en La Nef, donde el prelado expresa graves reservas sobre la relación del Vaticano con el gobierno comunista y su influencia en la Iglesia china, y formula también graves críticas a la jefa ejecutiva del territorio, Carrie Lam, que es católica y principal destinataria de las revueltas populares.

En Hong Kong "lo negro es muy negro, no es gris"

“Carrie Lam es nuestra hermana en Cristo. Quiero que ella vaya al cielo, pero eso no está garantizado. Antes de ir al cielo, deberá arrepentirse del mal que ha hecho”, dijo el cardenal Zen, tras afirmar que su dimisión tampoco resolvería la crisis: “Animar a la confianza [en la salvación] es erróneo, hay que apelar a la conversión”.

La Iglesia de Hong Kong “está dividida sobre la actitud que adoptar ante los manifestantes”, porque un “cierto establishment” católico quiere atemperar las críticas al gobierno, “no quiere denunciar el mal”: “Pero la situación actual es grave. Lo negro es muy negro, no es gris. Y hay que decirlo”. Carrie Lam es “sumisa al gobierno de Pekín”, y su gobierno, “sumiso al gobierno totalitario de Pekín”. Y “ante el mal, ante la injusticia, hay que hablar, no se puede ser neutral”.

Zen ha estado en la calle con los manifestantes (“no como responsable religioso, sino como ciudadano”), porque los habitantes del territorio no aceptan “convertirse en esclavos”, y celebra que el himno que simboliza la rebelión sea “un célebre canto de origen protestante, Sing Hallelujah to the Lord [Cántale Aleluya al Señor], entonado por la masa. Es un hecho interesante”.

También recalca que los cuatro jóvenes que se han suicidado no deben ser exaltados como héroes porque otros podrían imitarles, y “no son héroes, son víctimas”. En cualquier caso, las consecuencias de que hubiese algún muerto entre manifestantes o policías podrían ser “un desastre”, “terribles”, en términos de "fin de todas las libertades".

El cardenal Zen critica el silencio del Papa Francisco (“que habla de tantos temas de actualidad”) ante la crisis de Hong Kong, lo que atribuye a que “no quiere contrariar al gobierno de Pekín” porque desea viajar a China. A finales de junio pudo comer con él y con el cardenal Pietro Parolin en Roma, pero no fue recibido en audiencia y no hablaron de las cuestiones de fondo referidas a China, sino solo de Hong Kong.

No solo respetar la conciencia, también "guiarla"

Esas “cuestiones de fondo” son las orientaciones pastorales publicadas por la Santa Sede sin ninguna firma” por las que tendrían que regirse los sacerdotes y obispos chinos tras la firma del acuerdo. Según el cardenal Zen, el hecho de que el acuerdo sea secreto está creando “gran confusión” entre los católicos, porque “el gobierno chino le dice a todo el mundo que hay que salir de la clandestinidad y pide a los sacerdotes y obispos que se registren ante las autoridades civiles porque el Papa está de acuerdo con eso”.

Al mismo tiempo, se produce “una nueva persecución, más grave que la anterior. Lo que antes el gobierno toleraba, ahora no lo autoriza. En una gran ciudad como Shanghai ya no se puede asistir a una misa dominical que no sea celebrada por un sacerdote registrado ante las autoridades civiles”. El régimen “quiere imponer la ideología marxista a todos los sectores de la sociedad, incluida la Iglesia: imponer la bandera del régimen a la entrada de todas las iglesias, imponer el retrato de Xi Jiping y que desaparezcan las imágenes sagradas y la cruz, etc.” Todo eso es “idolatría”, y no cree que el acuerdo reconozca la autoridad del Papa para nombrar obispos porque “el gobierno comunista no puede admitir que la Iglesia católica esté bajo la única autoridad del Papa”.

En cuanto a las orientaciones pastorales que ofreció la Santa Sede el 28 de junio sobre el registro civil del clero, aunque salvaguardan la conciencia de quien no quiera hacerlo, esto no es suficiente, según el cardenal Zen: “En primer lugar, no es cierto que ese texto respete las conciencias de forma igual. La Santa Sede legitima y justifica a quienes aceptan suscribir el documento exigido por el gobierno. Quienes aceptan firmar están, según la Santa Sede, en la ‘normalidad’. Por el contrario, la clandestinidad se considera una vía ‘anormal’ y la Santa Sede se limita a tolerar que los sacerdotes que no quieran registrarse ante las autoridades no lo hagan”.

“Por otra parte”, añade, “respetar la conciencia es un principio verdadero. Pero la Santa Sede no debe solamente respetar la conciencia, debe también guiar la conciencia. Una conciencia errónea está en el error. Una cosa que es buena no puede ser considerada ‘anormal’ y una cosa mala no puede ser permitida, si no, es la ruina de la conciencia. No se puede firmar un texto que es contrario a la doctrina de la Iglesia, si no, es la apostasía”.

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