Religión en Libertad

En una reciente entrevista concedida a The Pillar tras el cierre de USAID

Ambongo propone formas creativas de ayuda a la Iglesia africana sin ceder a chantajes ideológicos

"Las vidas de nuestros santos cuentan una historia conmovedora de testimonio cristiano. Son un don para toda la Iglesia", dijo el cardenal.

Redacción REL
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Jesús M. C. 

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Con el reciente cierre de la USAID -Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional-, la Administración Trump busca enfrentar una “desviación” de su misión original. Una desviación plasmada en unas ayudas al desarrollo exterior marcadas por la ineficiencia y falta de resultados medibles, su funcionamiento como una ONG contraria en muchos casos a los intereses nacionales, la creación de una red clientelar de organizaciones o la financiación de actores como los discursos woke, globalistas y de género.

Sin embargo, la congelación de fondos también podría tener consecuencias negativas, especialmente para algunos países y sectores del tercer mundo donde, según el cardenal Fridolin Ambongo, podrían suponer “literalmente, la diferencia entre la vida y la muerte para millones de africanos”.

En una reciente entrevista concedida a The Pillar, el cardenal aborda el estado actual de la ayuda externa, las posibilidades que abriría una mayor colaboración de los países que aportan recursos con la Iglesia o incluso las nuevas vías que está explorando actualmente la Iglesia en África para fomentar el desarrollo de los africanos al margen de políticas ideológicas.

Ambongo lamenta el cierre de USAID no por motivaciones ideológicas, sino porque “cuando la gente pasa hambre, llevar alimentos y otros artículos esenciales es la única manera de marcar la diferencia, y la ayuda de Estados Unidos en estas situaciones ha salvado millones de vidas”, pero remarca su convencimiento de que las ayudas deben ser independientes de imposiciones ideológicas.

Aprovechar la eficacia y experiencia de la Iglesia

Abordando la congelación de la financiación aportada por USAID, el cardenal valora la ayuda y generosidad de Estados Unidos, pero lamenta que se haya desvinculado por completo de la Iglesia. En su opinión, “miles de millones de dólares que se han invertido generosamente no han aprovechado la gran experiencia y eficiencia de una red como la Iglesia y su alcance comunitario en algunos de los lugares más pobres del mundo”.

En este sentido, se muestra convencido de que la Iglesia puede ser el canal de financiación más eficaz para los gobiernos, “por su cercanía a la gente y su red institucional” y llama a “repensar el enfoque que separa el trabajo pastoral del trabajo de desarrollo”.

Que la ayuda no se avergüence de ser católica

Otra idea que propone es la de frenar la secularización de iniciativas caritativas remarcando el carácter cristiano de las ayudas. Como observa Ambongo, cuando la gente acude a sacerdotes o religiosas “no solo buscan visitas a enfermos u oraciones”, sino que “esperan ayuda con el alquiler o una plaza en el colegio para sus hijos”.

Por ello, considera que también la Iglesia “debería poder ayudar a las personas basándose no solo en su necesidad, sino también en su credo, aunque ayude a quienes no lo tienen”.

No dividir esfuerzos ni hacer chantajes ideológicos

“Debemos confiar más en la Iglesia y abstenernos de construir estructuras paralelas”, subraya.

Ambongo coincide en que aparejar la imposición del control de la población a la recepción de las ayudas puede ser “contrario a los intereses de los estadounidenses”, lo que a su vez generará resentimiento o generar conflictos con la población.

Ayudas que respeten las culturas autóctonas

Frente a ese “resentimiento”, el cardenal llama a mostrar “gratitud” a quienes envían la ayuda, pero también recuerda que “cuanto más respetuosa sea la ayuda con nuestra propia cultura, mayor será la gratitud y las oportunidades de colaboración. Por eso es fundamental que la Iglesia participe en la estructura de la ayuda que se brinda a África”.

Invertir en sí mismos sin mirar a otros países

Ambongo también llama a que, al margen de las ayudas, se busquen “formas creativas” de aprovechar mejor los recursos.

A modo de ejemplo habla de Missio Invest, un programa que ofrece prestamos con intereses reducidos a agencias coordinadas por la Iglesia para generar ingresos y ayudar a devolver esos préstamos.

“El programa está funcionando, y muchas hermanas, sacerdotes y obispos han utilizado estos préstamos eficazmente para impulsar el ministerio de la Iglesia. Permite que una parte de la Iglesia utilice los recursos de otra para que podamos dejar atrás cualquier relación de dependencia. Los africanos, especialmente aquellos que han experimentado la prosperidad, deberían invertir en sí mismos y no pensar que la respuesta a sus problemas sólo puede venir de países lejanos”, comenta.

Del microcrédito familiar a la solidaridad entre iglesias

Otras innovadoras formas de apoyo que destaca Ambongo también por la sostenibilidad más allá del corto plazo son los microcréditos destinados a operaciones familiares para proyectos locales de artesanía o cocina, posibles de devolver. O también las nuevas formas de “solidaridad financiera” de la Iglesia africana, que está ofreciendo y accediendo a préstamos que garantizan que hospitales o colegios tengan los recursos necesarios para la autosuficiencia.

Un llamado a conocer la Iglesia africana

El cardenal concluye llamando a una mayor involucración personal con una Iglesia que ya es de las más florecientes en todo el mundo. Para conocer África, dice, “se puede leer y seguir las novedades en los medios. Las vidas de nuestros santos cuentan una historia conmovedora de testimonio cristiano. Son un don para toda la Iglesia. Animo a todos los católicos a conocer la vida de los santos africanos”. 

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