Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

El islam real

Si Asia Bibi sale de su celda 3x3, la rodean 2.399 presos con una oferta de 4.400 euros por matarla

«El País» ha conseguido una entrevista exclusiva con la mujer cristiana acusada de blasfemia, única condenada a muerte de la cárcel.

C.L./ReL

Asia Bibi.
Asia Bibi.
Desde que los islamistas asesinaron al gobernador del Estado por defenderla, nadie había podido hablar con Asia Bibi. Lo ha conseguido Ana Gabriela Rojas para El País, en una entrevista exclusiva que refleja la gravedad de la situación por la que atraviesa la mujer cristiana pakistaní de 45 años condenada a muerte por blasfemia.

Lleva tres meses en una celda de tres metros de lado de la que no puede salir porque está rodeada por 2399 presos (el 95% de ellos, hombres), a quienes un imán ha prometido 4.400 euros si la matan. Incluso, informa el diario, las autoridades temen un ataque a la prisión por parte de los fundamentalistas para asesinarla, ante la eventualidad de que pueda ser indultada. Es la única persona condenada a la pena capital en ese centro de reclusión, cercano a Lahore.

Asia Bibi explica a Ana Gabriela Rojas que apenas hace otra cosa en su cubículo que leer la Biblia y prepararse las comidas, pues consiguió una pequeña cocina para ello. Las autoridades de la cárcel, al menos, parece que la tratan bien.

«Yo no cometí blasfemia. Nunca hablaría en contra del Profeta. Y creo que Dios ha visto todo y al final las cosas volverán a su lugar», dice una mujer cuyo mayor sufrimiento es no ver crecer a su hija menor, Isham, de 12 años. Atribuye su situación a la mala suerte y a la mala voluntad de personas que la acusaron de blasfemia.

La campaña contra ella comenzó porque protestó contra el recaudador de impuestos porque sus animales destrozaban su casa. Días después, ofreció agua a unas compañeras de trabajo, jornaleras del campo como ella: «Me dijeron que no podían tomar del mismo cubo que una cristiana y comenzó una discusión entre nosotras, pero nunca blasfemé», dice Asia.

Bibi recibe visitas de su marido y sus hijos, pero ella misma les ha pedido distanciarlas por el riesgo que corren. Están amenazados de muerte y bajo protección, y viven de alguna ayuda oficial y de grupos cristianos.

«Tengo que afrontar esta prueba con paciencia y con coraje», concluye la mujer, a quien espera un proceso que, si la presión internacional no actúa, puede prolongarse durante años. Mientras, estará siempre expuesta a que el dinero ofrecido por el imán consiga su objetivo.
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