Religión en Libertad

Antonio Sánchez, Enrique Sebastián y Francisco Javier Valencia tienen 24, 26 y 46 años

3 nuevos sacerdotes se ordenan este 12 de octubre en el Cerro de los Ángeles

Antonio Sánchez Villalba y Enrique Sebastián Jimeno, dos de los nuevos seminaristas que serán ordenados este 12 de octubre en el Cerro de los Ángeles.

Antonio Sánchez Villalba y Enrique Sebastián Jimeno, dos de los nuevos seminaristas que serán ordenados este 12 de octubre en el Cerro de los Ángeles.

José María Carrera Hurtado

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Este 12 de octubre, la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús del Cerro de los Ángeles acogerá la ceremonia de ordenación de tres nuevos sacerdotes, en una celebración presidida por el obispo de Getafe, Ginés García Beltrán.

Se trata de Antonio Sánchez y Enrique Sebastián, formados en el Seminario Mayor Nuestra Señora de los Apóstoles, y Francisco Javier Valencia, hermano hospitalario de San Juan de Dios que, tras 46 años de vida consagrada, se convertirá también en presbítero.

“En lo pequeño sentí que Dios me llamaba”

El más joven de los nuevos ordenados es Antonio Sánchez, de 24 años. Natural de Alcorcón, cuenta que tenía tan solo ocho años cuando descubrió su llamado al sacerdocio, mientras acompañaba a su tío, sacerdote, a celebrar misa.

“Fue en lo pequeño, en lo cotidiano, donde sentí por primera vez que Dios me llamaba”, recuerda con emoción.

Desde entonces, esa semilla fue creciendo. Reconoce que no siempre fue fácil: “Hubo días de lágrimas, de oscuridad… Pero también de confianza. He visto cómo el Señor ha ido formando mi corazón para entregarlo como Él quiere”.

Después de ocho años de formación, Antonio vive estos días con nervios, pero también con ilusión: “Me sobrecoge pensar que esto es para siempre. Es una promesa cumplida de Dios. Quiero vivir mi sacerdocio para que otros tengan vida”.

Su lema vocacional lo toma del Evangelio de San Juan: “Para que tengan vida”. Un servicio que concibe como entrega total, aprendida no solo desde los libros, sino desde el altar, el confesionario y el rostro de las personas.

“No hay nada comparable a lo que el Señor ofrece”

Enrique Sebastián, de 26 años, también percibió los primeros signos de su vocación desde pequeño. “Sentía que Dios me abrazaba, que me miraba con misericordia”, confiesa.

Cuenta cómo, durante estos años, el proceso de formación ha sido un camino de transformación interior.

“El sacerdocio es un don inmerecido. Me siento llamado a consagrarme por completo. Quiero ser un canal para que la gracia de Dios llegue a los demás. No hay nada mejor”.

“Alguna vez me he planteado cómo sería una vida distinta, con familia o éxito profesional, pero nada se comparaba con lo que el Señor me ofrecía: una vida plena, libre y feliz”, afirma con convicción.

Ha escogido como lema sacerdotal una frase del Evangelio de San Lucas: “El Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido” (Lc 19,10). Un programa de vida que quiere vivir desde la humildad y la verdad: “El mundo necesita testigos de que Dios busca, salva y ama. Esa es mi misión”.

Una vocación dentro de otra vocación

Francisco Javier Valencia lleva 46 años como hermano de San Juan de Dios. Su vocación nació en Sevilla, en el seno de una familia numerosa, y ha florecido en hospitales, centros de atención social, y comunidades de misión. Pasó más de 15 años en Perú y Ecuador, donde vio de cerca la necesidad no solo de cuidados físicos, sino también del alma.

Fue allí donde nació su segunda vocación: “Vi la escasez de sacerdotes y la sed de Dios en la gente. En medio de mi trabajo, sentí con fuerza que el Señor me llamaba también al sacerdocio. Una llamada dentro de la llamada”.

Con sencillez y una sonrisa, reconoce que no ha sido un camino fácil: los estudios interrumpidos, los cambios de destino, el esfuerzo de volver a empezar ya de adulto… pero siempre con el fuego encendido. “El Señor ha sido fiel. Y ahora me entrega este regalo inmenso: servirle como sacerdote, entre los más pobres y los enfermos”.

“Un sí para toda la vida”

Los tres futuros sacerdotes coinciden en que su vocación no es una renuncia, sino una plenitud. Un camino de entrega, de confianza, de disponibilidad. “No somos nosotros, es el Señor en nosotros”, dice Antonio. Enrique añade: “El sacerdocio es andar en la verdad de lo que somos: siervos amados”.

A los jóvenes que hoy dudan, que buscan sentido o que quizás se sientan vacíos, les lanzan un mensaje claro: “No tengáis miedo. Dejaos abrazar por Dios. Pedid la valentía de dar el primer paso. Él no falla”.

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