Zavala convence con su novela «El profeta»: «El 70% de los mensajes que recibo son de no creyentes»
La historia de la misión de espionaje de un pretoriano romano presenta la figura y el mensaje de Jesús con una trama entretenida y convincente.

José María Zavala, flanqueado por Moisés Rodríguez y Julia Navarro en la presentación en Madrid de 'El profeta', el pasado 17 de noviembre.
El profeta (Ediciones B), la novela de José María Zavala sobre Jesucristo, va camino de convertirse en uno de los superventas de Navidad, con reimpresiones en menos de un mes que lleva en las librerías.
Su historia tiene como protagonista a Lucio Fedro, un oficial pretoriano enviado en operación secreta a Galilea para espiar los movimientos de un agitador judío que inquieta a Poncio Pilatos y a Herodes Antipas.
A través de este relato, que tiene su trama y sus intrigas propias, llegaremos a conocer a los personajes del Evangelio, entre ellos a su gran protagonista. Zavala ha conseguido un retrato sólido de Jesús y nos introduce de lleno, pero de forma muy natural, en sus parábolas, sus predicaciones y los acontecimientos fundamentales de su vida.
Según nos comenta el autor, la obra está siento muy bien recibida entre lectores no creyentes, justo el público al que quería llegar de forma principal.
-Tras tantos libros de Historia, ¿se siente a gusto en el papel de autor de ficción, con esta su segunda novela?
-El salto del ensayo a la ficción es muy difícil, pero he notado que el hecho de haber escrito siete guiones de cine y dirigido siete películas en los últimos siete años me ha ayudado mucho para urdir las tramas y poder afrontar el desafío narrativo de El profeta.
-La crítica se lo está reconociendo...
-A juzgar por las opiniones de lectores reconocidos como Javier Sierra o Luis Alberto de Cuenca, la novela está bien escrita, tiene ritmo, es trepidante... Los capítulos son cortos y terminan en alto, dejando una aureola de suspense. Moisés Rodríguez, de Televisión Española, cinéfilo empedernido, me decía en la presentación junto con Julia Navarro en Madrid que El profeta se parece mucho a un guion cinematográfico, y yo creo que es así, es muy visual.

'El profeta' de José María Zavala sitúa a personajes de ficción en relación con los personajes históricos del Evangelio, en una trama cuyo interés va a más al avanzar el relato.
-¿Qué quiere decir con ello?
-Los lectores coinciden en que, cuando se sumergen en sus páginas, se sienten testigos directos de los tres años de predicación pública de Jesús. Que 'ven' a Jesús, que 'ven' a los Doce, que 'ven' a Herodes Antipas, a Pilatos, a Caifás... O a Flavia, personaje de ficción.
-¿Lo quiso usted así?
-Es un objetivo que quería alcanzar y que parece que está cumplido.
-¿Podrá convertirse algún día en una película?
-De hecho, ya hay un productor muy importante del cine español, con ramificaciones en otros países, que se ha interesado por hacer un proyecto audiovisual de El profeta.
-¿Es "El profeta" un hijo de "Los Doce", su libro sobre los apóstoles?
-Es indudable que todo el bagaje de documentación y de conocimiento del Jesús histórico me ha ayudado muchísimo.
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-¿Cómo nació la idea?
-Es una idea de Carmen Romero, directora de ficción de Penguin Random House, que me llama para proponerme la novela. Previamente se ha celebrado un comité editorial donde se ha formulado la pregunta del millón de euros: ¿quién es el personaje más importante de la historia? Unos dicen que Julio César, otros que Napoleón y Carmen dice que Jesús de Nazaret, entre otras cosas porque estamos en el año 2025... ¡después de Cristo! Entonces todos se miran y dicen "Zavala", porque hacía unos meses que había publicado Los Doce y anteriormente Últimas noticias de Jesús. Toda esa investigación sobre el Jesús histórico y la historicidad de los Evangelios me ha servido ahora para poder volcar y dosificar ese caudal de conocimientos en una novela, haciéndola ágil y trepidante.
-Dirigida... ¿a quién?
-A cualquier tipo de público, pero sobre todo para el lector no creyente. Es el que está respondiendo. El 70% de los cientos de mensajes que recibo son de lectores no creyentes, que se están replanteando sus vidas y que en todo caso han descubierto a Jesús de Nazaret.
-¿Qué aspecto de la personalidad de Jesús ha querido resaltar de forma especial?
-Ante todo, su humanidad de Jesús. Su naturaleza humana es especialmente atractiva. Siendo Dios, quiso rebajarse a esa naturaleza humana para padecer exactamente como un hombre. ¡Y más que un hombre! No olvidemos que Él suda sangre en el huerto de Getsemaní, y los médicos indican que esta situación se produce cuando hay un nivel de estrés impresionante. Sufrió por todos nosotros para redimirnos.
-¿Cuál es el mensaje de Jesús que ha querido transmitir?
-El profeta es una novela evasiva, que sirve un poco para olvidarte de los problemas cotidianos. Pero en una sociedad profundamente desesperanzada, resulta mucho más que eso. Tiene una enorme carga de profundidad, que no es ni más ni menos que el mensaje de Jesús, que yo resumiría en tres pilares fundamentales: Amor, con mayúscula, paz y esperanza. Son tres pilares imprescindibles que faltan en la sociedad actual.
»La novela es una interpelación muy respetuosa al lector, en el sentido de que todos podemos dar un sentido trascendente a nuestras vidas. Aunque estemos alejados de Dios. Jesús se dirige a la oveja perdida, a la oveja descarriada, y yo he querido en ese sentido escoger a un personaje de ficción como Lucio Fedro.
»Lucio Fedro simboliza al hombre actual, a esas personas que recelan, desconfían de la figura de Jesús de Nazaret, incluso que tienen animadversión hacia ella, que le odian, que no pueden soportarlo porque consideran que es un estorbo, un incordio para sus planes de vida. Podemos ser cualquiera de nosotros, que en algún momento de nuestra vida hemos recelado, desconfiado de Jesús de Nazaret, y eso es importante porque la mirada de Lucio Fedro es la mirada de un lector del siglo XXI.
-¿Y tienen los Evangelios un soporte histórico suficiente?
-Yo creo que los Evangelios, contra lo que algunos críticos puedan pensar, son el soporte histórico fehaciente de los tres años de predicación pública de Jesús, sobre los cuales he querido establecer un relación narrativa con el lector, acercar más a los personajes, hacerlos más visuales. En ese sentido he vivido una experiencia muy intensa durante el año durante el cual he estado sumergido en el siglo I.
-¿Cómo fue el proceso?
-Todos los días a las 6.30 de la mañana iba a un trastero improvisado, además curiosamente con una puerta de hierro enrejada. ¡Parecía una cárcel! Ahí me sumergía yo con un radiador enchufado a la pared y una máquina de café. Tomaba seis o siete cafés hasta las tres de la tarde, cuando ya paraba.
»Pero ahí no terminaba todo, porque por la noche soñaba con Jesús, soñaba con los Doce, incluso con Herodes Antipas y Caifás (¡en ese caso eran pesadillas!), y cuando despertaba al día siguiente sabía perfectamente lo que iba a escribir.
»Ha sido una inmersión total, durante la cual literalmente he sido testigo directo de la crucifixión de Jesús, he estado al pie a la Cruz en el Gólgota, he estado en el monte de las Bienaventuranzas, he surcado el lago de Genesaret en la barca de Pedro, en tantos y tantos momentos que son hitos del Evangelio... Y eso se está contagiando ahora al lector, que se está convirtiendo también en un testigo presencial, ocular, de los tres años de predicación de Jesús.
-La historia que cuenta es más "romana" que "judía". ¿Por qué? ¿Qué papel jugó Roma en los primeros momentos del cristianismo?
-La persecución de Roma, atroz durante los primeros años del cristianismo, fructificó en numerosos mártires. Sin ir más lejos, los Doce. A excepción de Judas Iscariote, por razones obvias, pues se había ahorcado en el Campo de la Sangre, y de Juan, que murió centenario después de escribir el Apocalipsis en la isla de Patmos, los otros diez apóstoles dieron su vida por Jesús. Los mismos exactamente que habían huido en desbandada en el huerto de Getsemaní, que no estuvieron al pie de la Cruz (salvo Juan), esos mismos, por la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, transforman su vida y son capaces de vencer ese miedo, que es muy humano, para ofrecerse en holocausto por Jesús y por el Evangelio y por el Reino de Dios.
»En el año 67, Roma acaba con la vida de los príncipes de los apóstoles, Pedro y Pablo, uno crucificado boca abajo por considerarse indigno de morir como su señor Jesucristo, y el otro decapitado. Sus cabezas se conservan hoy en sendos relicarios en la basílica de San Juan de Letrán en Roma.
-¿Cómo le ha influido a nivel personal escribir "El profeta"?
-He contestado en parte anteriormente. Para mí, escribir El profeta me ha servido para redescubrir a Jesús. ¡Ha sido tan intenso, un año entero conviviendo con Jesús! Así tal cual lo digo: recorriendo los campos de Galilea con Él, viéndole curar a los leprosos, expulsar espíritus inmundos, el Sermón de las Bienaventuranzas, las bodas de Caná... Ha sido tal el grado de inmersión que siento a Jesús muy cerca de mí.
-¡Tras la travesía del desierto, la tierra prometida...!
-Ahora, después de haber escrito la novela, es una experiencia inolvidable, pero... intensa. Ha sido dura también, con algunos momentos de flojedad, de ganas de arrojar la toalla, porque no podía seguir adelante, no me consideraba con fuerzas suficientes. Ha habido momentos de duda, pero también momentos de gran fortaleza espiritual.
»He llorado con la música de fondo de la Pasión según San Mateo de Bach cuando escribía los capítulos de la Pasión, como le está sucediendo ahora a muchos lectores, que derraman lágrimas especialmente en esos capítulos.
»Eso es fruto de una coherencia. No es un thriller histórico cualquiera sino que, como decía antes, tiene una carga de profundidad enorme, tiene un mensaje que es el de Jesús, que está hoy más vigente que nunca.
»Me ha costado mucho estar ahí durante un año, mantenerme firme para conseguir hacer una novela que pueda ayudar a muchas personas, sobre todo no creyentes, a descubrir a Jesús de Nazaret. Porque todo el mundo necesita un asidero, nadie se libra del sufrimiento en mayor o menor y medida, y en ese sentido Jesús supone toda una garantía para afrontar los momentos difíciles de la vida.