Entre acusaciones de corrupción, Sánchez y Zapatero azuzan el anticlericalismo por el matrimonio gay

Pedro Sánchez, durante su intervención en el acto de este lunes.
La trama de corrupción vinculada al PSOE, al Gobierno y a la familia de Pedro Sánchez ocupa ya titulares en la prensa internacional, y empieza a aparecer en informaciones sobre la trama el nombre de José Luis Rodríguez Zapatero, cuyas relaciones con el chavismo venezolano son bien conocidas.
El efecto está siendo demoledor en las encuestas, sobre todo tras los audios divulgados entre los tres históricos valedores de Sánchez para su acceso a la secretaría general socialista: Koldo García y los dos últimos secretarios de Organización del PSOE, Santos Cerdán y el ex ministro José Luis Ábalos.
Aunque esos audios incluyen valoración y reparto de prostitutas en términos enormemente soeces y despectivos, Sánchez y Zapatero han decidido presumir de "igualdad" y contrarrestar sus efectos movilizando a sus seguidores con una polarización en la que no faltó el anticlericalismo.
Fue este lunes en un acto institucional para celebrar el vigésimo aniversario de la aprobación de la ley que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo. Asistieron también al evento el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, y la ministra de Igualdad, Ana Redondo, quien en enero consideró inconstitucionales las normas de la Iglesia sobre quién puede comulgar y quién no.
Sánchez afirmó que con esa ley España "eligió avanzar", mientras que otros quieren devolverla "al armario, al silencio y al miedo". Dijo que los derechos "no caen del cielo", sino que se conquistan "a veces con alegría, a veces con rabia" y no pueden dejarse "en manos de cínicos y cobardes", en alusión al PP, que entonces se opuso a la ley y ahora la hace propia.
Dentro de esa retórica de enfrentamiento, Sánchez proclamó que "los hijos de quienes alzaban las pancartas [contra el matrimonio homosexual] pueden amar libremente, pueden casarse, pueden formar la familia que sus padres y madres negaron a otros pero que ahora no podrían negarles a ellos".
El jefe del ejecutivo remató su alegato con las amenazas de cárcel contenidas en la proposición de ley socialista para perseguir las denominadas -por sus adversarios- "terapias de conversión".
Por su parte, el expresidente Zapatero hizo explícitas referencias a la Iglesia de forma muy agresiva: "Con la hipocresía y la falta de dignidad que les caracteriza nos insultaron, salieron a la calle y a mi me acusaron de ser más o menos el diablo porque iba a acabar con las familias. Había muchos obispos de la mano del PP, nunca vi tantos obispos”.
Además, Zapatero aprovechó las recientes declaraciones del presidente de la conferencia episcopal, Luis Argüello, pidiendo elecciones (en línea con otras organizaciones, alertadas ante la parálisis política y el descrédito institucional que implica que la esposa y el hermano del presidente del Gobierno y sus dos últimos edecanes en el partido estén implicados en casos de corrupción) para otro ataque: “¿Por qué no pidió elecciones en los cuarenta años de dictadura de Franco, al que llevaron bajo palio?”.