La mentira de la expresión «terapias de conversión»

Hay una estrategia premeditada para evitar que personas reciban un acompañamiento liberador para su vida centrado en el amor de Dios.
Desde la experiencia durante cuarenta años de acompañamiento a jóvenes varones y mujeres heridos psico-afectiva-relacionalmente (cuya herida les ha impedido madurar adecuadamente su masculinidad o feminidad y, por lo tanto, poder amar con un amor verdadero, de comunión, donación y solidaridad), quisiera aportar una pequeña luz con relación a una de las más perversas mentiras desde la que se busca seguir imponiendo la ideología de género y la “trágica reducción antropológica” (Benedicto XVI), tanto en el seno de la Iglesia como de la sociedad.
Estas últimas semanas estamos asistiendo a una verdadera persecución y criminalización de aquellos grupos o personas a los que se les acusa de estar realizando lo que el lobby gay llama “terapias de conversión”. Analicemos la mentira, la estrategia y el objetivo que hay detrás de esta “inquisición gay”.
Mentira, manipulación y dominio
La expresión “terapia de conversión” es un término ideológico, creado por el lobby gay y los grupos LGTBI+ a partir de la estrategia de manipulación elaborada en los años 70 en Estados Unidos para legitimar e imponer a escala universal, desde las grandes instituciones de poder y de forma manipuladamente “científica”, el “dogma” de la ideología de género y de la nueva antropología anti-personalista. Esta nueva antropología proclama que hay tantas identidades sexuales como personas, ya que son éstas las que han de decidir en cada momento, y desde su pretendida absoluta libertad, la identidad que desean tener, en función de cómo se sientan consigo mismos (Grupo Iberoamericano San Juan Pablo II, La proyección hacia personas del mismo sexo (PMS): de puerta de la “trágica reducción antropológica” a matriz de vida nueva).
La naturaleza psico-biológica-espiritual de lo que realmente somos queda despreciada y sustituida por el sentimiento de lo que nos sentimos y por la voluntad de lo que queremos ser. La base real y científica de nuestra identidad sexual -varón o mujer- queda sustituida por la subjetividad y por el relativismo como principio de realidad: “Puedo ser lo que yo, y nadie más, decida ser”.
El Dios de la tradición judeo-cristiana que nos revela la Verdad de lo que somos y estamos llamados a ser queda sepultado por el nuevo yo-dios que decide y proclama en cada momento lo que es “su” verdad, dependiente siempre de la nueva religión de la subjetividad y el relativismo, impuesta por los poderosos de la tierra. La nueva verdad ya no será revelada sino consensuada, dando lugar así al nuevo totalitarismo.
El principio inicial de “he nacido así” (LGTBI+) queda sustituido por el “yo decido ser así”, porque así es como me “siento”. Se forma así una antropología auto-constructivista y relativista, en la que el nuevo “dios” es el propio yo, que se construye a sí mismo desde sí mismo y para sí mismo. Los demás no serán sino satélites para que este sí mismo pueda subsistir. El individualismo-subjetivismo se forja como principio de identidad y de relación. La donación al otro queda sustituida por la dominación del otro.
El materialismo de una existencia sin Dios da lugar al hedonismo como forma de vida, y como auténtico y disfrazado “analgésico” de una vida “contra-natura” que cada día vacía y oscurece-entristece más el corazón humano. A nivel político, es el fundamento antropológico de los nuevos totalitarismos, que necesitan esclavos sin más “identidad” que la que marque su “sentir” en cada momento, entendiendo-disfrazando esta “identidad” como una verdadera “libertad”.
Vemos pues cómo la mentira, la manipulación y el dominio son la base de la imposición a escala universal de esta nueva antropología.
Integración o persecución
Benedicto XVI denominó a esta nueva antropología que se impone, entre otras formas, desde la ideología de género, “trágica reducción antropológica” o “revolución antropológica”, pues al romper la identidad radical del ser humano, ser en-para-desde la donación, rompe también la realidad matrimonial (varón y mujer), rompiendo así la realidad de la familia y, con ella, la base fundamental de la sociedad. El nuevo totalitarismo se queda a solas con un nuevo sujeto esclavo, manipulado y, además, combativo y militante contra todos aquellos que no se sometan al nuevo dogma, al nuevo “dios” que nos ha traído la “verdadera libertad”.
Si la Iglesia no se pliega a esta nueva antropología, a esta nueva religión, a este nuevo paganismo, será perseguida, combatida y, si es necesario, aniquilada. En una estrategia muy pensada: integración o persecución. Seducida o combatida. Los nuevos “teólogos y pastores” del nuevo relativismo prepararán la nueva base doctrinal para que este encaje pueda realizarse. Todo está muy bien pensado, porque la Bestia no improvisa.
Un instrumento de criminalización
Desde todo lo anterior, surge el término de “terapia de conversión” para criminalizar a todos aquellos que cuestionen la nueva antropología y defiendan, desde principios verdaderamente antropológicos y científicos, que nuestra radical identidad es ser varones o mujeres, llamados a vivir un amor de complementariedad, comunión y solidaridad, abiertos a la acogida de la nueva vida de los hijos. Auténtica antropología que muestra cómo nuestro ser varones o mujeres llamados al amor forja desde el momento de la concepción nuestra verdadera identidad a nivel biológico, psicológico y espiritual.
Surge también para criminalizar a todos los que, desde una visión antropológica adecuada con el verdadero ser del ser humano, acompañan a todos aquellos que han descubierto que su crisis de identidad sexual se debe a heridas psico-afectivas-relacionales que han vivido a lo largo de su vida y les han impedido madurar adecuadamente en su masculinidad y feminidad, y por ello buscan seguir un itinerario de sanación y maduración integral (psico-biológico-espiritual).
Y surge, por último y como aspecto fundamental, para intentar acobardar, dominar y en el fondo, aniquilar, el anuncio de la Buena Noticia que la Iglesia católica está llamada a vivir y realizar en el mundo entero y para toda la humanidad: la Buena Noticia de un Dios Amor Trinitario (Comunión-Donación-Solidaridad) que nos ha creado “a su imagen y semejanza” vocacionados a ser “presencia”, sacramento de su Amor en el mundo. Creados como varones y mujeres y redimidos en y por su Hijo, llamados a vivir una vida de comunión y solidaridad en el Espíritu Santo.
Lo que está en juego
En el fondo, lo que está en juego es la libertad de conciencia y la libertad religiosa (Ley 4/2023) de la Iglesia católica para anunciar la antropología adecuada (con base en la Revelación, en la Tradición de la Iglesia y en la verdadera ciencia) y a acompañar a todas las personas que así lo deseen libremente desde un itinerario de maduración integral en el que sanar todas las heridas que han afectado a la vivencia de la masculinidad y la feminidad y en el que madurar de forma adecuada y gozosa la verdadera identidad: varón o mujer.
En definitiva, lo que está en juego es la vocación de la Iglesia como Sacramento de Cristo a llevar el Amor de Dios al corazón herido del ser humano, Amor que sana, ilumina, libera, redime, reconcilia, recrea, transfigura… ¡salva! al ser humano y le capacita para poder vivir una verdadera libertad desde la que poder amar en la verdad y en la justicia.
En definitiva, lo que está en juego en último término es la salvación del hombre (varón y mujer), condenándole al infierno del sufrimiento, de la mentira, de la manipulación y la esclavitud, de la incapacidad de vivir una vida de amor de comunión y solidaridad.
La trágica reducción antropológica da lugar a una cuestión profundamente teológica: la búsqueda de la “muerte de Dios” en nuestro corazón, en nombre de la libertad y de la felicidad.
La trampa del lenguaje
Desgraciadamente, hemos caído nuevamente en la trampa del lenguaje, a través de la fraudulenta expresión de “terapia de conversión”. Los que trabajamos el itinerario de sanación y maduración integral tenemos claro que no hay nada que “convertir” en relación con la identidad radical del ser humano: somos varones o mujeres y lo que hay que ayudar, orientar, educar, acompañar... es a madurar la masculinidad presente en todo varón y la feminidad de toda mujer para que sean capaces de vivir un amor auténtico y maduro, un amor de donación, de comunión y solidaridad, en la vocación a la que Dios les llame.
No es la ruptura con Dios sino la unión de amor con Él lo que nos hace verdaderamente humanos, capaces de un amor divino y, por lo tanto, capaces de vivir la verdadera alegría a la que estamos llamados.
El castigo de la persecución
Hoy en España, y ¡en tantos países! está criminalizado y perseguido el poder anunciar, educar y acompañar en la verdad, la bondad y la belleza de la sexualidad humana desde una visión antropológica adecuada, nacida en el corazón de la tradición judeo-cristiana y fundamentada en los datos científicos. Y, por desconocimiento, por falta de formación, por miedo o por “apostasía silenciosa”, muchos creyentes están cayendo en la trampa del nuevo “reduccionismo antropológico”.
Así, la perversa ideología de género está invadiendo el corazón del ser humano, el corazón de la familia, el corazón de la Iglesia y el corazón de nuestra sociedad y de las instituciones mundiales (Carlos Llarandi, El lobby LGTB es punta de lanza del totalitarismo neocapitalista).
En estos últimos decenios hemos vivido un proceso muy bien pensado e implantado a todos los niveles, una verdadera “deconstrucción silenciosa” del sujeto, de la familia y de la sociedad, configurando al hombre de hoy a imagen y semejanza de la nueva antropología. Si no tenemos esto muy claro en nuestra vocación educadora y evangelizadora, no podremos llegar a lo más profundo del corazón humano.
La verdad y la belleza del amor humano, reflejo del Amor de Dios
Urge por todo ello no tener miedo, no caer en la trampa de la manipulación ni en la huida de la persecución, estudiar a fondo este proceso de deconstrucción de lo humano y entregar la vida en el anuncio de la verdad, la bondad y la belleza del amor humano como reflejo del Amor de Dios, en fidelidad a Dios, a la Iglesia y a los pobres y crucificados de nuestro mundo.
La herida del corazón del hombre, lugar de encuentro con Dios Trinidad
Urge tener la claridad y el valor de trabajar de forma interdisciplinar e integral itinerarios de descenso a lo más profundo del corazón humano, en el que herida, sufrimiento y pecado interactúan permanentemente, desde los que poder acompañar a todas las personas que así lo deseen en un acompañamiento integral (sanación-maduración-santificación) trabajando de forma integral:
- Dimensión corporal-psicológica-espiritual.
- Interioridad-Espiritualidad-Comunión-Solidaridad.
- Antropología-Psicología-Teología-Espiritualidad-Doctrina Social de la Iglesia.
Y todo lo anterior, para vivir la más profunda y hermosa vocación a la que el ser humano está llamado: la unión “íntima y mística” con Cristo, es decir, la unión de amor, buscando al Señor ahí donde se nos ha entregado: en el Pesebre, Camino y Cruz de nuestro corazón y de nuestros hermanos.
Es posible la Esperanza
El corazón herido y esclavizado del hombre de hoy está desesperanzado. La Esperanza siempre va unida al Amor, en el abrazo de la Fe. Urge sembrar confianza y esperanza en el corazón humano para lanzarse al camino del amor, del amor verdadero, desde la verdadera identidad que se nos ha regalado y la entusiasmante misión que se nos ha encomendado.
Y esta Esperanza no será posible si no integramos en nuestra Evangelización los tres pilares que el Señor nos regaló en su Corazón abierto: Misericordia-Verdad-Justicia. Inseparables.
Pongámonos en camino. Sin miedo.