Al terminar los exámenes

Adoración en la capilla
Querido San José:
¡Gracias! ¡Muchas gracias por haberme regalado unos días tan especiales e intensos con jóvenes universitarios! Lo que llevo en mi corazón desde hace tiempo ha llegado a un punto que no esperaba para nada: pasar una semana acompañando a jóvenes que en vez de irse de fiesta al terminar los exámenes de enero, dedican esos días de descanso antes de volver a las clases a llevar el amor de tu Hijo y de tu Esposa por toda España. Más de 30 pueblos han recibido la visita de estudiantes veinteañeros que arden por dentro y por fuera porque viven a fondo la eucaristía. La presencia de tu Hijo en la eucaristía es la clave para todo y en una misión como la realizada por ellos mucho más.
Todo empieza en adoración y termina en adoración. Por la mañana, lo primero adoración y laudes y por la noche adoración y breve meditación; y al final de la tarde la celebración de la eucaristía. Nadie les obliga. Brota de su corazón. Ellos mismos lo han programado así. Es lo que quieren, lo que buscan, lo que da fuerza y luz a sus vidas: estar unidos a tu Hijo en la eucaristía. De estos momentos de silencio en intimidad nace el fuego que les lleva a visitar colegios, institutos, residencias, centros de día, hogares… donde hablan de su vida como jóvenes que viven unidos a Dios. No les da vergüenza, muestran con sinceridad y arrojo lo que supone el paso de tu Hijo por sus vidas. Cada uno ha recorrido un camino concreto que al final le lleva hasta tu Hijo.
Es para vivirlo a fondo. Es dejar que Dios se haga presente en un pueblo a lo largo de una semana gracias a la generosidad de unos chicos que dejan las comodidades de su casa para hablar de Dios y de María a todos los que se cruzan en su camino. Llevan años haciéndolo y cada vez hay más jóvenes y más pueblos que los acogen. Los que oyen hablar a sus amigos de estas maravillas quieren conocer la experiencia y luego repiten y contagian a sus amigos. Multipliquemos una media de 50 chicos por 30 pueblos. Salen 1500. ¡Más de 1500 jóvenes siendo testigos de esperanza por calles, plazas, colegios y residencias! ¿Quién no se emociona al ver esto, querido San José?
Es lo que me ha pasado en más de una ocasión a lo largo de estos días al acompañar al grupo de Colindres. En este pueblo cántabro he sido testigo directo de muchos momentos de gracia. Ir con ellos a un colegio o llevar la comunión a algunos enfermos en compañía de unos pocos mientras el resto va puerta por puerta hablando de Dios y de la Virgen María es algo que ensancha el corazón. Todo el día en oración y misión. Saben que sin adoración no hay misión. Unidos. Entregados. Llenos de Dios. Es algo tan grande querido San José…
Además has estado muy presente. Desde tu día, el miércoles, has tenido un lugar destacado, muy cerca de tu Hijo, junto al sagrario en el altar de la capilla. Allí callado, escuchabas a todos, veías sus rostros cuando miraban al sagrario, pero sobre todo la custodia cuando tu Hijo salía cada mañana y cada noche para ser adorado por tantos corazones de jóvenes con ganas de llenarse del amor que nace del Corazón de tu Hijo. No se esperaban que fueras a estar allí, pero así lo quería tu Hijo. Has dado pautas para rezar mejor, para aprender a hacer silencio interior, para ofrecer todo y también para dejar un hueco en su corazón a alguien que para muchos era algo desconocido y desde hace pocos días un padre de verdad. Hablo de ti, santo patriarca José. Has conseguido algo precioso: darte a conocer en silencio con tu presencia en la capilla, con unos dípticos con tus letanías y con algún libro sobre tu vida.
Ha sido muy especial, San José, hay detalles que no me puedo callar. Por ejemplo, cuando veo un libro muy conocido de tu vida, La sombra del Padre, entre los sacos de dormir, o el beso que recibes sobre tu cabeza en tu imagen cuando es devuelta a la capilla después de un momento de adoración en otra sale más grande con gente del pueblo, o el testimonio vivo de un chico que pedía encontrarse contigo en su vida y al llegar descubre cada día tu presencia de muchos modos,… o lo primero que escucho nada más llegar a Colindres y visitar la iglesia de San Juan: una señora del pueblo nos cuenta que en la guerra civil “fusilaron” a todos los santos de la iglesia menos a San José porque era obrero. Y lo comprobamos, todos los santos tienen un tiro, menos San José. Esto me hace ver que los días que comienzan van a tener mucho que ver con mi querido padre San José.
Pero si hay algo por lo que tengo que darte muchísimas gracias, querido San José, es por la noche del jueves. ¡Toda la noche en adoración desde las 11 de la noche hasta las 8 de la mañana! Por turnos los jóvenes se quedan en vela para estar a solas con tu Hijo. ¿Dónde se ve eso? ¿Se puede decir que hay esperanza en estos jóvenes? ¿Qué más se puede pedir a chicos que no llegan los 30 años? Al inicio abro mi corazón delante de todos para animarles a dejarse amar por tu Hijo, por tu Esposa y también por ti, pero sobre todo, para que pongan en el centro de su vida a tu Hijo. Lo hacen, pero a veces les cuesta. Es normal. Son muy jóvenes, pero con muchas ganas de crecer en el amor hacia el que queda expuesto toda la noche para ser amado y para enseñar a amar…
Y como jóvenes que son también juegan y comparten la juventud con los chicos del pueblo. Eso no podía faltar, querido San José, el juego y la diversión envuelve a todos en la mañana del sábado con un partido de futbol en el que participan la mayoría de los misioneros y algunos chavales del pueblo. El ambiente es propio de jóvenes, de sábado y de alegría compartida. Pasados unos minutos, uno de los chicos que no juega, me pide confesión. Eso es algo que ocurre a cualquier hora porque todos quieren estar en gracia para poder comulgar y unirse al Hijo de San José. Dejamos atrás el campo de futbol y buscamos un poco de calma. Sin darnos cuenta llegamos a las marismas que nos ayudan a vivir el sacramento disfrutando del mar y mirando al cielo que empieza a abrirse al salir el Sol. ¡Qué regalo poder confesar a un joven en un lugar como ese…! Desde luego que tanto por parte del penitente como del confesor, reconocemos que Dios no se cansa de sorprender, regalar y mostrar siempre el amor a sus hijos. Y una prueba es dicha confesión.
Terminado el partido vamos a los coches y nos acercamos a una playa, atravesamos las marismas de Santoña y de pronto se abre ante nosotros un escenario muy distinto antes de pisar la arena, la cárcel de El Dueso, está a la orilla del mar. Muchos comentan que sería muy interesante hacer misión también en una cárcel. Algunos lo han vivido ya en algunas experiencias de misión en verano y les ha marcado. Tiempo al tiempo. También en la cárcel hemos de hablar de tu Hijo, querido San José. Dejando a nuestras espaldas los muros de la prisión bajamos hasta la playa. Paseamos y los más atrevidos se lanzan al mar. No es que sea un día de baño, pero la ocasión no se puede perder y allí que se meten. Rezar en momentos así, es vida para el alma. Jóvenes que caminan por la playa y otros que juegan en el mar. Todo ayuda a levantar la mirada al cielo, a mirar al fondo y saber que hay esperanza, que hay vida, que hay jóvenes que empiezan a querer de corazón a San José…
Termina el día, termina el encuentro, termina la misión. Misión País. Sólo queda el domingo, donde nos unimos a todo el pueblo en la misa de la mañana en la iglesia de la Virgen del Carmen. ¡Lleno hasta la bandera! ¡Niños, adolescentes, jóvenes, padres, abuelos! No cabe más gente en la iglesia, gran parte de los jóvenes misioneros tienen que subir al coro. Todo finaliza con la misa para dar gracias a Dios por todo lo vivido estos días. Seguidamente los que quieren comparten la comida con nosotros. Es la hora de despedirse, de decir adiós y de crecer en esperanza porque el próximo año volverán los chicos de Misión País a Colindres a cerrar la misión. Son tres años. Queda uno. Esto no se acaba, querido San José. Abre nuevas puertas a nuevas misiones.
No quiero terminar estas líneas, querido San José, sin recordar que todo estaba preparado por tu Hijo para que el final de estos días coincidiera con un día muy especial en doble sentido: la Presentación del Señor en el Templo y el primer Domingo de San José. Dos celebraciones que este año se unen para mostrarnos de modo directo que todo queda bajo tu mirada y custodia. Eres el custodio del Redentor que llevas a tu Hijo junto a María para presentarlo en el Templo y nos enseñas al mismo tiempo a presentarnos ante tu Hijo. Y no sólo eso, quieres también que todos estos jóvenes pongan la mirada en ti y se preparen a tu gran fiesta el 19 de marzo. Queda poco, seis domingos. A lo largo de estos días no dudo que vas a estar muy pendiente de ellos para que no dejen el camino comenzado y su corazón se abra cada vez más a tu casto corazón de padre, de maestro de oración y de guía hacia el silencio interior. Y otra cosa, responde a esas preguntas que te han escrito, es la mejor manera de comenzar una vida nueva siguiendo tus pasos hacia el Corazón de tu Hijo. San José, los dejo en tus manos, te presento a todos estos jóvenes que hacen misión, Misión País, al terminar los exámenes.