Relación entre el oro y la plata
Michael Maloney
relata en su libro Guía para Invertir en Oro y Plata
que, en los últimos 2.000 años, ha existido una relación más o menos fija entre
el precio de oro y el de la plata, de manera que doce onzas de plata compraban una
onza de oro o, lo que es lo mismo, una onza de oro compraba doce de plata. Si analizamos
los precios actuales obtenemos un resultado curioso. Tomando los precios del 15
de diciembre de 2010 1.392 dólares la onza de oro y 29,24 la de plata- y si dividimos
el precio del oro por el de la plata obtenemos que, al día de hoy, una onza de
oro compra cuarenta y ocho de plata aproximadamente. Esto significa que el
precio de la plata ha sido tradicionalmente cuatro veces superior al actual.
Si tomamos los
precios del oro y la plata en euros comprobaremos que la proporción se mantiene
igualmente. Con los precios del día 15 de diciembre 1.044 euros la onza de oro
y 21,94 la de plata- y dividiendo ambos valores obtenemos que, aproximadamente,
una onza de oro compra cuarenta y ocho onzas de plata.
La primera conclusión es que si medimos la relación del
precio del oro con respecto a la plata tomando su precio en euros o en dólares obtendremos
por lo general el mismo resultado. Mejor aún, una variación significativa de
estos resultados es una buena manera de saber si el oro y la plata pueden subir
o bajar para quienes nos manejamos en euros. La segunda es que podría ser que esta relación actual entre
el precio del oro y el de la plata fuese un indicio de que o bien el oro está
sobrevalorado, o quizás sea la plata la que está infravalorada. Existen razones
de peso que ya hemos citado en otros artículos y que iremos desglosando en los
siguientes para pensar que el oro no está sobrevalorado. La principal es que el
oro no se puede imprimir y el papel sí y como normal">la probabilidad de que los gobiernos dejen de imprimir papel es nula,
el confeti seguirá depreciándose respecto al oro y la
plata. Si para empezar tomamos el precio de 2.400 dólares la onza, equivalente
aproximado de los 800 dólares la onza del máximo del año 80, descontando la
depreciación del dólar en los años que median, la plata tiene claramente más
recorrido que el oro. Para alcanzar su precio tradicional de doce onzas de
plata por cada onza de oro tendría que subir cuatro veces. Si en este tiempo el
oro sube un 70 % -es el incremento que hay de 1.400 dólares la onza actual
hasta los 2.400 dólares de dentro de un tiempo no muy lejano- entonces la plata
tendrá que subir un 70 % más el 300 % para alcanzar su precio tradicional. En
conclusión, la plata podría subir sin problemas un 370 %. Eso sí, el precio de
la plata suele estar expuesto a mayores vaivenes y no es apta para personas que
pierden el sueño con la volatilidad de los precios. Por poner un ejemplo, en el
año 2008 no sólo no subió sino que además perdió un 27 %.
Entonces, ¿está
la plata cara o barata? Díganmelo ustedes. Sobre el precio actual de 22,00 EUR,
un incremento del 370 % supone 103,4 EUR la onza. Este cálculo, curiosamente, está
dentro del margen que Jeff Clark ha
calculado en la edición del 4 de enero de 2011 del Casey’s Daily Dispatch. En este enlace, además se puede
comprobar el incremento del precio de la plata en el 2010 que ha alcanzado el
80 %. No está nada mal para un activo que junto con el oro y según ese genio de las finanzas llamado Pedro
Solbes, “había dejado de ser interesante” en el año 2009. Pero que nadie se
engañe, esto puede que no sean beneficios por mucho que así lo considere
Hacienda –los de Hacienda son capaces de cobrar impuestos a un náufrago por una
práctica tan lucrativa como el saber nadar-. Antes o después, la inflación
subirá en concordancia con estas cifras. Es decir, que esos 103,4 EUR no
tendrán el mismo poder adquisitivo que tienen
hoy en día, y gracias a la continua emisión de normal">confeti por parte de nuestros amigos Bernanke y Trichet. La cuestión
está en que hay una alta probabilidad de que quienes se hayan tomado la
molestia de ahorrar algunos papelitos de colores, de no convertirlos en plata u
oro, pierdan una parte importante de la energía almacenada –el ahorro es el
equivalente económico del concepto físico de acumulación de energía en una batería-.
Es decir, que no
es que la plata, ni el oro, ni el petróleo, ni el cobre, ni el trigo, ni la soja, ni el
algodón, etc., sean los que están subiendo de precio. Lo que está sucediendo, como algunos
venimos pronosticando desde hace bastante tiempo, es que el dólar, el euro, la
libra y el resto de las monedas están perdiendo su poder adquisitivo en la
misma proporción que los gobiernos aumentan su cantidad. Sin embargo, estas
subidas no se reflejan de manera instantánea en los precios finales que paga el
consumidor. La competencia entre las empresas que participan en el mercado evita
que los precios de las materias primas se repercutan de manera inmediata. Lamentablemente,
el tiempo se encargará de eliminar del mercado a los que no puedan aguantar los
precios en origen y acaben quebrando. Menos
competencia y mayores precios en
origen son el cóctel perfecto para la inflación. Lo peor, de momento, se lo
van a llevar todos los países que intentan equivocadamente mantener el valor de
sus divisas por debajo del valor del dólar. No les va a salir gratis y no
tardaremos mucho en ver revueltas y problemas políticos en muchos de estos
países como consecuencia de la “subida desorbitada de los precios”
–no son los precios los que suben sino el papel el que se
deprecia-
en productos
de primera necesidad. Tampoco tardaremos en escuchar y leer que estas subidas se deben a
la “avaricia de los mercados” y proponer controles de precios –seguramente a los
mismos que han defendido inundar el mercado de papel moneda y son,
precisamente, los causantes del problema-.
Por supuesto,
esto no es una recomendación para comprar ni vender nada. El que quiera comprar
o vender que consulte a su asesor financiero de confianza –mejor uno bueno de
esos que rara vez aparecen en los medios-.