Religión en Libertad

La luz de Rebeca

Una historia de amor, dolor y milagro: cómo su fe transformó a nuestra familia y a muchos más

Familia de Rebeca Teijeiro, la primera por la derecha. Su madre Inma, en el centro.

Familia de Rebeca Teijeiro, la primera por la derecha. Su madre Inma, en el centro.

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Inmaculada Sanandrés comparte con nosotros, en primera persona, su conmovedor testimonio sobre la vida y la fe de su hija Rebeca Teijeiro, una joven que vivió una vida intensa y llena de fe, a pesar de las dificultades y los desafíos. 

A través de su historia, Inma nos muestra cómo la fe puede ser una fuente de fuerza y consuelo en los momentos más oscuros, y cómo el legado de una persona puede seguir inspirando y transformando a otros incluso después de su partida.

Rebeca, a la izquierda, con su familia.

Rebeca, a la izquierda, con su familia.

Rebeca, la segunda de mis tres hijos, vino a este mundo con la sonrisa en los labios, era un bebé muy alegre y pronto se convertiría en una niña llena de vitalidad y gran carácter.

Rebeca Teijeiro Sanandrés de pequeña

Rebeca Teijeiro Sanandrés de pequeña

En esta época no teníamos tiempo para Dios; nos dedicábamos en cuerpo y alma al trabajo y a los niños; vivíamos fuera y no teníamos a la familia cerca, con lo cual hacíamos lo que podíamos.

Hoy, cuando miro hacia atrás, veo, cómo va evolucionando esa fe, que forma parte de ti, pues por tus raíces, has crecido con ella, y ves que hay momentos de tu vida, en los que está latente, pero no brilla, no atrae, no calienta.

Al cabo de unos años regresamos a Toledo, pues mi marido y yo somos de aquí y nuestras familias también.

Mis hijas empezaron a ir a catequesis, ya que iban a hacer la primera comunión juntas; empezamos toda la familia a ir a misa los domingos, porque pensamos que teníamos que ser coherentes.

Grupo de catequesis de la parroquia de Rebeca en Toledo

Grupo de catequesis de la parroquia de Rebeca en Toledo

A partir de este momento, mis hijas empezaron a involucrarse bastante en la iglesia: coro, campamentos, participaban muy activamente, tanto que con el tiempo mi hija Rebeca se hizo catequista, yo también lo fui, a la vez que ella, pero solo un año, porque me di cuenta de que ese no era mi camino.

Sin darnos cuenta, esa fe se iba encendiendo en nuestro interior y eso nos hacía querer saber más, meternos más en las cosas de Dios, cada uno a su manera, y por eso, desde mi humilde experiencia, creo que los católicos, tenemos que estar siempre a la búsqueda. Nuestra iglesia es muy rica, está llena de comunidades, textos, reuniones, formaciones… para que podamos ir a la que mejor se adapte a nuestra vida; no hay excusas, pero sí libertad, y la libertad la da el conocimiento.

Y llegó la adolescencia de Rebeca y se fue a estudiar a Talavera, nuestros caminos se separaron. Ella terminó su carrera, pero no volvió a Toledo, encontró un trabajo en una empresa, en la que no tardaron en ascenderla, al descubrir su potencial y fue trasladada a Badajoz a cargo de bastantes personas. La cegó el éxito, el mundo iba dando sombra a esa luz cada vez más tenue de su Interior y su rostro iba perdiendo la sonrisa de su infancia.

Yo, por mi parte, intentaba encontrar mi camino junto a mi marido, en la búsqueda de la fe, pero no cuajábamos en ningún grupo, por, entre otras cosas, nuestra falta de constancia. Este tiempo lo recuerdo de una espiritualidad pobre, de un volver a tiempos mundanos. Pero Dios ya estaba ahí y había venido para quedarse, esperando el momento para volver a romper los esquemas de toda la familia.

Un día cualquiera en el año 2019, Rebeca nos sentó a su padre y a mí y nos dijo que dejaba su casa, su trabajo, todo lo que había conseguido y se venía a casa; ¡quería volver a encontrar a Dios! Su padre y yo le dijimos: "Adelante, hija".

Se puso en manos de un director espiritual, empezó a leer libros de santos, a saborear la palabra de Dios a través de la Biblia y progresivamente, yendo a misa todos los días; también hacía voluntariado, y la oración y adoración, empezaron a ser para ella su pan de cada día; e iba tomando forma en su cabeza otra manera de servir: ser misionera, lo cual cumpliría, en el verano de 2019; primero 21 días en Guinea Ecuatorial y después dos meses en Perú.

Rebeca, misionera en Perú

Rebeca, misionera en Perú

Antes de irse de misiones en la Semana Santa de 2019, se organizó una celebración de la Pascua con los jóvenes de las dos parroquias, San José Obrero y Santa María de Benquerencia; allí Rebeca se dio cuenta de la sed de Dios que había en los jóvenes de Toledo, y así se lo hizo saber a su amigo y sacerdote D. Óscar; le comentó que sería precioso, exponer a Cristo Hostia con canciones y reflexiones, semanales, porque había sentido la acción del Espíritu Santo y había que aprovechar el momento.

D. Óscar le dijo: —Estás buscando un HKN (Hakuna).

Rebeca le comentó que no sabía lo que era, pero en cuanto D. Óscar se lo explicó, inmediatamente se pusieron manos a la obra.

Rebeca, junto a su marido César y sus amigos (a la izquierda, el sacerdote Oscar Torres, con quien impulsó Hakuna en Toledo).

Rebeca, junto a su marido César y sus amigos (a la izquierda, el sacerdote Oscar Torres, con quien impulsó Hakuna en Toledo).

Empezaron las idas y venidas a Madrid para empaparse de todo, hablando con D. Josepe, su fundador, y aquí en Toledo con el obispo D. Francisco.

Rebeca preparando las Horas Santas de Hakuna con amigos sacerdotes y D José Pedro Manglano fundador de Hakuna

Rebeca preparando las Horas Santas de Hakuna con amigos sacerdotes y D José Pedro Manglano fundador de Hakuna

Dos meses después, se celebraba la primera Hora Santa de HKN en Toledo.

Tanto mi marido como yo vivíamos todo como meros espectadores, las entradas y salidas de mi hija, reuniones, etc. Alguna vez nos atrevimos a ir a alguna Hora Santa, pero con vergüenza y sin hacer ruido porque era algo para jóvenes (nada más lejos de la realidad).

Yo me enamoré de las canciones, del recogimiento y de la bendición final que hacía el sacerdote, banco por banco, en la que sentías al mismo Jesús mirándote desde la cruz.

Hoy por hoy, en nuestras reuniones de HKN seniors, que se celebran todos los jueves a las 20:00, en la capilla de las Religiosas Oblatas de Cristo Sacerdote; yo, que estoy en el coro, sigo sintiendo la misma emoción, hago de la oración un canto, sigue erizándoseme la piel, igual que el primer día… 

Hora Santa en el grupo senior Hakuna de Toledo

Hora Santa en el grupo senior Hakuna de Toledo

Creo que Dios creó la música, para que nos pudiéramos acercar desnudos a Él, siento que es tocar la mano de Jesús colgando del madero, que es enjugar las lágrimas solo con su mirada, veo la unión entre el cielo y la tierra, entre la carne y el espíritu.

En el verano de 2020, Rebeca fue operada de urgencia por una hemorragia interna, provocada por la rotura de un quiste, que se llevó por delante uno de sus ovarios. Lo comento, porque para mí, fue un antes y un después en la forma de mirar a mi hija. Tenía 25 años, le habían abierto el abdomen hasta por encima del ombligo y en los días que estuvo ingresada, ni una petición, ni una queja ni un reproche, solo agradecimiento y miradas de amor a los que estábamos alrededor y aceptación de las circunstancias. ¿No se ve la acción de Dios a través de ella? Solo comentaría después que, cuando se dio cuenta de que se moría, pensó que en su vida, no había hecho todo lo que Dios esperaba de ella… Esa era su pena.

Cuando se restableció, se volcó en HKN, culminó su vocación, el matrimonio, y antes de cumplir el año de casada, y solo con un ovario, nació: César de Dios Púa Teijeiro.

Rebeca y César de Dios, su hijo

Rebeca y César de Dios, su hijo

A los cinco días después de dar a luz a su niño, la dio un derrame cerebral y tras ocho días de ingreso en la UCI y dos operaciones a vida o muerte…

Mi hija muere con 27 años, dejando a un hijo de 13 días, un matrimonio de menos de un año, una familia destrozada y un HKN huérfano.

Mi hija nos había pedido a su padre y a mí que fuéramos parte de HKN Seniors. Cuando se hizo tan grande que tuvieron que separar las HS por edades, mi marido y yo nos comprometimos por mi hija; a día de hoy, seguimos aquí por Dios y a través de Él y María, por mi hija.

Hemos sido capaces de seguir adelante… Gracias a todos los que, tanto desde dentro como desde fuera, pero unidos en Dios, han rezado y nos han apoyado. Sabemos que nuestra hija está con Dios; solo hay que observar los guiños que te hace el cielo, y escuchar a tantas personas que te regalan sus testimonios, mostrando una generosidad inmensa, personas que se han convertido, alguna que incluso ha ingresado en comunidades religiosas, sacerdotes que se sienten ayudados por mi hija en su caminar…

Hoy, con la experiencia vivida, con el dolor profundamente humano que sigo sintiendo; doy gracias a Dios por haberme permitido formar parte de este milagro; por dejar que Él y María sean los que cada amanecer curan mis heridas y sobre todo, le doy gracias porque, por mediación de mi niña, hoy saboreo las cosas de Dios al detalle.

El legado de una persona, no es solo para la familia, es para todos los que quieren acercarse a Dios.

Nuestro testimonio, nuestra experiencia vivida a través de la Cruz, es la manera en la que Jesús habla, desde lo profundo, desde el dolor más escondido, para través de él, llegar a las almas más alejadas, almas que son capaces de ver la luz, en medio de la desolación.

[Fundación Rebeca Teijeiro - Testimonio "Quiero ser santa"]

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